Algunas veces establecemos relaciones insospechadas con autores que jamás podremos conocer. Mi querido Aulo Gelio, habiendo vivido dieciocho siglos antes que yo, me viene acompañando desde hace tanto tiempo que la historia de su lectura se ha convertido ya en una suerte de relato autobiográfico. No sé muy bien si somos nosotros los que elegimos a ciertos autores o son ellos los que nos eligen a nosotros para que sigamos siendo su voz, para que los reinterpretemos en el contexto de nuevos lectores. Lejos de lo que suelen contar otros clasisistas, mi Aulo Gelio dialoga abiertamente con Julio Cortázar, con Bioy, Borges, o Marcel Schwob. En el fondo, he conseguido hacer de la necesidad virtud. Estas relaciones, ya lo sabéis, no son bien vistas por nuestros puristas, por los guardianes de la ortodoxia, y a veces es mejor callarlas.
Sin embargo, el día en que se me ofreció la oportunidad de hacer una antología de Aulo Gelio tuve dos certidumbres: la primera, que aquel ofrecimiento no era casual, y la segunda, que debía quemar los barcos y hacer una introducción bien diferente de lo que se esperaba para "un clásico". Así que me armé de valor y me puse manos a la obra. Gracias a algunas aventajadas lectoras del libro, de su original en ciernes, tuve la confianza suficiente de seguir escribiendo en esa línea. Así que mi Gelio comienza con una aguda reflexión de Ortega acerca del ensayo moderno. Por supuesto, mi Gelio iría emparejado también a Montaigne, cuya edición ilustrada por Dalí venden ahora en oferta por una cantidad ridícula.
Con Gelio he vivido y viajado. He buscado sus ediciones de Teubner en librerías de Berlín (al final aparecieron en Amsterdam), encontré en Málaga una preciosa edición posrenacentista de 1609, y he ido construyendo una feliz biblioteca geliana, llena de recuerdos. Ahí están los dos tomos bilingües, latín e italiano, de la BUR, que se publicó en Italia en 1992. Qué años, y qué mes en Bolonia, lleno de incertidumbre.
La portada del libro de Alianza presenta el perfil de un hombre, sacado de un grabado antiguo, del que emergen plataformas petrolíferas. El día que pude ver por primera vez el libro era el día mundial del Alzheimer, y supe que aquella portada tampoco era casual.
Me ha hecho muy feliz, finalmente, ver la portada de este libro, acaso mío, en el suplemento literario de ABC del sábado 28 de julio de 2008. Luis Alberto de Cuenca ha hecho una reseña que me ha emocionado hasta la médula. Le he dado las gracias. Es lo menos que podía hacer.
Mi vídeo de Gelio resume muchas cosas aquí contadas
francisco garcía jurado
hlge
2 comentarios:
Desde luego es un libro excelente, Francisco, y tu modo de enfocarlo lo enriquece enormemente frente a ediciones más prosaicas y áridas de los clásicos
Gracias por tu comentario. Por cierto, tienes un blog alucinante.
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