A menudo los temas de investigación nos buscan a nosotros. Esto es lo que me ha ocurrido al indagar en las lecturas que algunos autores fundamentales de la literatura moderna han hecho de la primera bucólica del poeta Virgilio. Primero fue Borges, luego Machado, y ahora Eça de Queiroz. Diferencias y sutiles coincidencias pueblan este inédito recorrido de tres grandes autores en torno a unos versos pastoriles que han articulado la tradición literaria de Occidente. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Dice Ernst Robert Curtius que la Eneida no basta para
conocer a Virgilio, pues la influencia de las Églogas ha sido tan grande como
la de aquella: «Desde el primer siglo del Imperio
hasta la época de Goethe, la enseñanza de la literatura latina comenzaba con la
lectura de la primera égloga; no es exagerado afirmar que quien no tenga en la
cabeza este poemita no tendrá tampoco la clave de la tradición literaria
europea.» (Ernst Robert Curtius, Literatura
europea y Edad Media latina (1), México, F.C.E., 1988, p. 273). Esta lectura escolar de una composición virgiliana, a menudo hecha de memoria, recorre obras como la de Borges, o enriquece con alguna cita puntual los textos de Machado. Eça de Queiroz recurre a ella tanto para su cuento "Civilizaçao" como para su novela póstuma titulada A cidade e as serras. En algún momento, además, haré una suerte de mapa de lectura de la bucólica a partir de estos autores modernos. Si a Borges le apasiona el lentus in umbra, a Machado le llama poderosamente la atención el candidior postquam tondenti barba cadebat y a Eça de Queiroz el Fortunate senex, que cambia a Fortunate Jacinthe. Son muchos más los recuerdos de esta lectura, como las sutiles evocaciones que los tres autores hacen del irrepetible final de la composición, verdadero germen del paisaje como forma de sentimiento ("ya a lo lejos humean las chimeneas de las casas, y se hacen más grandes las sombras desde las altas montañas"). En cualquier caso, se trata del estudio de una lectura que se muestra como algo esencialmente vital, más allá de cualquier culturalismo. En diciembre de 2013, en el II congreso internacional de Tradición clásica y literatura portuguesa, que se celebrará en la Universidad de Lisboa, tendré ocasión de mostrar parte de estos resultados. FRANCISCO GARCÍA JURADO
viernes, 21 de junio de 2013
domingo, 16 de junio de 2013
Expulsar a los rojos o a los jesuitas. ¿Qué más da?. Sobre educación y poder político
Cuando hablamos de política, sobre todo los que no nos
dedicamos a ella, solemos pensar en ideas y planteamientos generalistas. Gran
error. Los ciudadanos deberíamos analizar lo que ocurre con la política en las
mismas claves que utiliza la mayoría de los políticos: poder y control sobre
los demás. El poder puede traducirse en negocios y mero dinero fácil, aunque
también en la vanidad de pasar a la Historia. La educación, desde tiempos
remotos, es un ejemplo magnífico de este fenómeno que reduce la política a una
mera cuestión de poder. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO
A menudo, las cuestiones más sencillas se nos vuelven
invisibles, pero tuve la suerte de verlo conversando con una persona mayor que
yo, de estas que ven Intereconomía y votan al PP ciegamente. Me decía que no se
creía que el PP quisiera cargarse el sistema público de enseñanza y sanidad. Es
más, que por qué iba a hacerlo, que en definitiva no había nadie tan malo que
pretendiera el mal de los demás tan alegremente. Más allá de lo ingenuo de este
planteamiento, hay una cuestión de base que queda obviada. ¿Qué significa para
el PP el sistema público de educación (no voy a meterme en lo que significa el
de la sanidad, que básicamente se traduce en dinero)? Para estos señores, la educación
pública es un reducto de la izquierda, de los rojos de siempre, vamos, un feudo
ideológico que ha criado tradicionalmente votantes para el PSOE e Izquierda Unida,
por este orden. El PSOE lo supo muy bien cuando reforzó y amplió durante los
años 80 y 90 el sistema público de enseñanza: se estaba garantizando su futuro.
En realidad, tanto PSOE como PP saben que hay que cuidar las canteras donde
surgen sus futuros votantes: la pública y la concertada-privada,
respectivamente. Esto, naturalmente, es al margen de que los hijos de los
grandes dirigentes del PSOE vayan luego a estudiar con los curas, algo que, sin
embargo, no ocurre al revés, es decir, que un hijo de un alto dirigente del PP
vaya a estudiar a la pública. De esta forma, cada partido obra consecuentemente.
No de manera distinta, cuando se expulsó a los jesuitas de los territorios
españoles en 1767, fue básicamente por una cuestión de poder: los jesuitas
formaban a personas que acataban primero la voluntad del Papa y después la del
monarca. Naturalmente, desde aquel Campomanes del siglo XVIII que orquestó la
expulsión de los jesuitas hasta el Wert de hoy día hay notables diferencias,
pero el móvil de sus actuaciones no es muy diferente. FRANCISCO GARCÍA JURADO
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