Hace unos días, en Madrid, puede volver a un lugar mítico de mi infacia: la estación de metro de Chamberí. Sólo tenía un año cuando esta estación se cerró por razones técnicas. Después se la llamó la "estación fantasma". Me encantaba mirar aquel lugar tenebroso cuando el metro pasaba desde las estaciones de Iglesia hasta la de Bilbao. No creí, ciertamente, que pudiera estar algún día en sus andenes, pero así fué, y sentí que volvía a un lugar soñado. Esta recuperación de una vieja estación de metro como lugar para el recuerdo forma parte de un intento de salvaguarda del patrimonio industrial, particularmente de este patrimonio de los años 20 y 30 del pasado siglo XX. En general, algo parecido ocurre con muchas otras construcciones de la época que permanecen olvidadas, a pesar de su excelencia. Es el caso de la estación de tranvía llamada "STADIUM" que está sepultada en la Ciudad Universitaria, y que podéis ver a vuestra izquierda en una representación antigua. Sí, indudablemente hay un patrimonio invisible, no reconocido por la falta de sensibilidad que nos caracteriza, pero no por ello deja de existir.
Algo parecido es lo que nos corresponde a nosotros, integrantes del grupo HLGE, con una parte de nuestro patrimonio bibliográfico. Mientras el otro día dejaba por escrito las líneas de investigación de nuestro grupo, presenté una dedicada al estudio material de los documentos que constituyen nuestro objeto de estudio. Esta línea, que he denominado "Estudio y catalogación del patrimonio documental relativo a la Historiografía de los Estudios Clásicos en España", ya está en marcha gracias a la base de datos de nuestra página web (http://www.ucm.es/info/hlge/). Los materiales son muy diversos, como sabéis, y en el caso de la Historiografía de la Literatura, estos documentos pueden clasificarse en tres apartados:
(a) Manuales de literatura, que tienen un valor específico para dar cuenta de la transferencia de las ideas europeas en España. No resultan tan importantes por lo que son en sí mismos como por lo que reflejan de un estado de ideas y de su difusión entre los jóvenes estudiantes. Se puede hablar de manuales claramente oficiales, con poca personalidad, y manuales de autor, donde afloran los juicios críticos y las aproximaciones imprevistas. Algunos de los manuales son muy interesantes, como el de Canalejas y Méndez, por lo que puede verse en ellos de un estado de la historia política y cultural del momento en que se publican.
(b) A ello cabe unir otros materiales didácticos anejos, como las antologías de textos (alguna de ellas, como la compilada por Amador de los Ríos y Camús en 1849, fue muy significativa en la configuración de un canon de autores hispano-latinos), los programas de curso (los de Camús son fundamentales para entender la constitución, al menos teórica, de la asignatura de literatura griega y latina, vigente en las aulas universitarias hasta 1895), y los apuntes de clase (como los de Canalejas o Pérez Galdós).
(c) Disertaciones filológicas y estudios. Si bien son de calidad desigual, cabe hacer una relación de los principales materiales, como La vida de Virgilio a cargo de Mayáns o la disertación sobre Nevio de Balcells. La obra bibliográfica de Menéndez Pelayo ocupa, naturalmente, un lugar aparte. Dentro de este apartado cabría añadir los prólogos que preceden a muchas de las traducciones publicadas en grandes colecciones, como las de la Biblioteca Clásica de Luis Navarro y la Bernat Metge.
Cada campo de estudio requiere su clasificación concreta. Javier Espino, que estudia las gramáticas latinas, se está encontrando con un patrimonio documental bastante desconocido y a menudo fascinante.
Iremos dedicando, como en otras ocasiones ya hemos hecho, algunos de estos reportajes a comentar algunos momentos estelares de esta pequeña historia editorial.
Francisco García Jurado
H.L.G.E.
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