No, no se trata de una ficción o de una invención audaz sobre la biografía de la deliciosa escritora suiza que, como en otros casos conocidos, hoy se considera francesa. Madame de Staël (1766-1817) nació en un mundo, el ilustrado, y murió en otro, el romántico. En otra ocasión hablé sobre su libro de memorias y sus impresiones acerca de Napoleón, quizá una de las mayores decepciones de su vida. En todo caso, andaba hace tiempo con ganas de leer una de las novelas más populares de esta autora, la titulada Corina o Italia. Por diferentes razones, entre otras, la de adquirir una rara obra de Julien Benda sobre Propercio (1928) de la que hablaré en otra ocasión, acudimos a la preciosa librería de Antonio Mateos que se encuentra muy cerca de la calle Larios, en Málaga. Mientras curioseábamos entre los lomos de piel, María José dio con un ejemplar soñado, precisamente la edición que de la novela Corina se hizo en España en 1820 (publicada en Valencia por Cabrerizo). Se trata de dos bonitos tomos en plena piel, algo fatigada, pero en muy buen estado. Su traductor, Juan Ángel Caamaño dedica a la novela un interesante prólogo que ha sido estudiado pormenorizadamente por la profesora María José Alonso Seoane, de la Universidad Complutense. Ahora que tengo tanto interés en saber sobre los avatares de las humanidades en esa época convulsa que va desde finales del siglo XVIII al tercer decenio del XIX, tenía en mis manos uno de los documentos más tempranos de la conciencia del romanticismo en España. No en vano, la edición coincide con la etapa casi efímera del llamado Trienio Liberal (1820-23), previa a los exilios de lo que después fue la llamada "Década Ominosa". El ideal romántico penetró en España por vías diversas, llegó incluso a los manuales de literatura latina (sobre todo por la inspiración de Schlegel), pero sorprende, en verdad, el prólogo que Caamaño pone a la novelita de viajes escrita por Madame de Staël, donde ya se ve configurada la conocida oposición entre clásicos y románticos: "La voz clásico, como que es una abstracción, puede tener varias acepciones; por tanto, para hablar con juicio de la literatura clásica, y de la romántica, es menester fijar primero el sentido de lo que se quiere dar." Así de claro se muestra nuestro traductor antes de iniciar el viaje literario por Italia.
Todo esto me ha hecho pensar en Madame de Staël mientras tomábamos un café, al caer la tarde, en una cafetería de la calle Larios. La circunstancia por la que esta autora quedará para nosotros siempre unida a Málaga es algo naturalmente circunstancial, si se quiere, incluso arbitrario, pero no deja de ser por ello una razón eficaz. Málaga es una ciudad literaria y cargada de historia. Quizá no sea tan casual haber encontrado esta edición del libro precisamente en ella.
Francisco García Jurado
H.L.G.E.
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