En ocasiones, cuando hablamos de museos siempre pensamos en colecciones como las del museo del Prado, el Louvre o el British Museum de Londres, y casi siempre, nos vienen a la mente los famosos cuadros que jalonan sus espléndidas galerías. Sin embargo, pocos son los que se fijan en las esculturas y aún menos en las llamadas actualmente artes decorativas, consideradas como artes menores. Hace poco Paco, Javier y yo tuvimos la oportunidad de visitar el museo de artes decorativas de Madrid y realmente es un museo que me sorprendió. Situado a escasos metros del Parque del Retiro alberga en sus cuatro plantas, creo recordar que son cuatro, cerámica, muebles, tapices y demás objetos de decoración que lo harían digno de estar dentro del recorrido de los grandes museos visitables de Madrid. No obstante, para mi no fue hasta nuestra visita a China en el verano de 2007 cuando empecé a tomar conciencia de la importancia de estas artes y sobre todo, cuando visité el fantástico museo de Shanghai. Fue ahí donde me di cuenta realmente de que el arte lo impregna todo y se impregna de todo y vi que tampoco estaba tan lejana la estética de los dibujos japoneses mangas con esa pintura en tela que hallamos en las salas del museo (siento molestar a cualquier amante de lo japonés que piense que no hay influencia china en su cultura). Baste esta introducción para comentar que el museo Cerralbo de Madrid, actualmente en obras, dedica cada mes una serie de conferencias a una de sus piezas. En esta ocasión, la pieza del mes de Enero está dedicada a la contemplación y el comentario de cuatro piezas de porcelana Meissen y de su contenido mitológico e iconográfico. De su sabia interpretación y comentario se ha encargado Dña. Raquel Sigüenza Martín, una estudiosa de la iconografía en el arte, que nos ha ilustrado no sólo sobre el valor de las piezas sino también, por sus conocimientos en las subastas de arte, de su valor en el mercado. Los jarrones, del siglo XIX, pertenecen a esa manufactura sajona creada en el siglo XVIII. Hasta este siglo no se había podido producir localmente la porcelana pues les faltaba un ingrediente básico que se utilizaba en la porcelana china, el "caolín". Los moldes habían sido diseñados por Kändler con motivo de un regalo de Augusto III de Sajonia a Luis XV de Francia y fue tal el éxito del diseño que se repitió a lo largo del XIX (de hecho, el propio Augusto III se encargó otras tantas piezas para él). En su origen el regalo se componía de cinco jarrones, en uno de ellos aparecía la figura de Luis XV con un sol representando a Apolo (en memoria del rey sol Luis XIV) y un cartucho con la letra "L" que se refiere al nombre del rey. Los otros cuatros jarrones se decoraban con la alegoría de los cuatro elementos: aire, agua, tierra y fuego. Cada uno de estos jarrones se halla presidido por un dios; así, en el jarrón dedicado al aire encontramos a la diosa Hera con sus atributos reales y su animal, el pavo real. El segundo, el dedicado al agua, tiene como representación a Poseidón, sus caballos y una nereida. Diana o Ártemis preside la tapa del tercer jarrón dedicado a la tierra. Éste junto con el cuarto jarrón dedicado al fuego son los que más daños han sufrido y los que presentan más diferencias, transformaciones y variaciones en sus diversas producciones temáticas. Así en el jarrón de la colección del marqués de Cerralbo que se refiere al fuego el dios representado es Zeus que aparece con su haz de rayos en las manos. Sin embargo en otras producciones de porcelana de Meissen con este mismo motivo el dios representado es el que hubiéramos esperado desde un principio, Hefesto o Vulcano. En la actualidad el museo conserva solamente los cuatro jarrones que nos refieren a los cuatro elementos, con piezas realizadas a molde y policromadas, y fueron un regalo de la marquesa de Villa-Huerta en 1927 a su suegro el marqués de Cerralbo. Estos jarrones se encuentran depositados en el antiguo Salón Chaflán, hoy Salón de Confianza.
No quisiera tampoco dejar de mencionar que para la iconografía utilizada en los jarrones, como los dedicados al agua y la tierra, Kändler se basara en los grabados de Jean Le Pautre y de Johan Elias Ridingen.
También sería oportuno hacer notar la pertinencia de referirse a los dioses que hay en los jarrones por sus nombres griegos o romanos. Raquel Sigüenza, en su exposición oral, utilizaba los nombres con suma corrección, e incluso expresó su preferencia por los nombres griegos. Desde el contexto de la tradición clásica, hasta bien entrado el siglo XIX, predominó el uso latino de los nombres de los dioses, propio de un sereno clasicismo, pero con las nuevas estéticas de finales del mismo siglo, como el parnasianismo, renació el gusto por los nombres griegos, que se veían como más cercanos a la Grecia primigenia. Es lo que hace, por ejemplo, Leconte de Lisle cuando traduce a Homero.
Así las cosas, cuando reflexionamos sobre las diferentes artes nos damos cuenta de que no hay en realidad artes menores, y de que un artista a la hora de pintar, de interpretar o de escribir tiene en mente todas esas influencias recibidas ya por lecturas que le llevan a otras lecturas, cuadros y esculturas, por cuadros que le llevan a otros cuadros y lecturas, a músicas que le llevan a otros cuadros, lecturas y esculturas,... A eso lo llamamos Humanitas.
(Se reproduce la portada del cuadernillo correspondiente a la pieza del mes de enero de 2009 copyright MUSEO CERRALBO 2008)
María José Barrios Castro
H.L.G.E.
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