Fue más o menos al comienzo de la primavera cuando estuve por primera vez en Nápoles, hace ya más de veinte años. Fue una visita fugaz, de apenas unas horas, con destino al Museo Arqueológico Nacional. La casualidad hizo que comprara en un puestecillo un curioso libro sobre la lotería (reproducido en la imagen de la izquierda). Pero es posible que no fuera tan casual que encontrara precisamente un libro como éste en esta gran y caótica ciudad del sur de Italia. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE
Si mal no recuerdo, es por la Via Toledo por donde se asciende desde el Palacio Real hasta el Museo Arqueológico, y se pasa por la fastuosa Plaza de Dante. Allí creo que fue donde encontré el libro, en un puestecillo de la calle. Es un facsímil de un libro publicado en Loreto el año de 1776, y sorprenden las complicadas combinaciones numéricas que en él se desarrollan para tratar de someter el azar a unas claves precisas, casi herméticas. Los números, entre otras cosas, pasan a caracterizarse mediante imágenes de personas, plantas o animales que los convierten casi en seres con personalidad propia. Julio Caro Baroja trató sobre estos interesantes asuntos en un artículo titulado "La lotería", que ahora puede leerse en su miscelánea titulada "Cuadernos Italianos" (Madrid, Istmo, 1992). En él se nos cuenta, entre otras cosas, cómo la lotería es, sobre todo, un juego colectivo que comparten, en especial, las sociedades meridionales de Europa. A este respecto, me acordé de una ciudad septentrional donde también hay gran pasión por las apuestas: Dublín. Catolicismo y pobreza son dos de los rasgos que la ciudad irlandesa puede tener en común con la propia historia del sur de Italia. En todo caso, mi hallazgo fortuito de hace más de veinte años venía motivado por razones más profundas que el mero azar. Pongamos que en lugar de Nápoles mi visita fugaz hubiera tenido lugar en Milán (como ocurrió dos años más tarde de 1990). Pues bien, en Milán, creo, las probabilidades de haber encontrado un facsímil sobre la lotería habrían sido verdaderamente más difíciles. A todo esto, como cuando viajamos no dejamos de encontrarnos con nosotros mismos, al margen de lo lejos que vayamos, recuerdo una de las frases favoritas de mi padre: "Cuando nos toque la lotería...". Tras este comienzo, venía un sinfín de proyectos jamás llevados a cabo, como unas vacaciones, un coche, o muchas otras cosas inimaginables y caprichosas. A medida que fui creciendo, tuve cada vez más conciencia de que esa frase no marcaba otra cosa que un espacio utópico, una suerte de isla imaginaria dentro de una realidad cruel. Millones de personas, como mi padre, han soñado con ese espacio imaginario, ese oasis utópico, del día en que les tocase la lotería. Libros como éste de "La vera smorfia. Il Mezzo piu' sicuro per vincere al lotto" trataban de buscar los caminos invisibles que nos llevaran a esos números mágicos que nos cambiarían para siempre la vida. Nápoles es una ciudad que vive, por lo demás, pendiente de un volcán, y esa amenaza hace que cada día que la ciudad puede seguir existiendo sea, de igual manera, fruto de la suerte. Tras haber vuelto a Nápoles con María José, tras veinte años de vida vivida con mayor o menor suerte, de aciertos y errores, pienso en cómo somos víctimas y a menudo juguetes del azar. Decía Eneas a su hijo Ascanio, "aprende de mi el valor, de otros la suerte", como una forma de afrontar la sinrazón del azar, que algunos llaman destino. FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE.
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