La Oda de Horacio donde se aconseja a la ingenua e irreal Leucónoe a que goce del presente es, quizá, junto al Epodo famoso del beatus ille, una de las composiciones que todo buen estudiante de literatura, fuera ésta la que fuera, debería conocer al dedillo. La tradición clásica a menudo transciende el mero ejercicio erudito y pasa a habitar con nosotros, en nuestro quehacer diario. Epicúreo y estoico, amante de la vida y resignado, así es nuestro carácter y así ha quedado reflejado desde hace siglos en la mejor poesía de Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C.). La literatura posterior no ha hecho más que repetirlo y evocarlo con una insistencia cándida. Este es el caso, sin lugar a dudas, del escritor francés Anatole France (1844-1924), en cuya novela titulada Le crime de Silvestre Bonnard aparece, aprovechando una estancia en Nápoles, este pasaje alusivo al carpe diem Horaciano. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE
El pequeño libro de Anatole France, dedicado a contarnos una emotiva historia de bibliófilo que salva a una madre y su hijo de la extrema pobreza, nos sorprende en cierto momento con una vitalista evocación de un poema napolitano:
“Viven (sc. los napolitanos) a un tiempo con todos los sentidos, y, filósofos por naturaleza, comprenden sus deseos y la brevedad de la vida. Me acerco a una taberna muy bien alumbrada, y leo en la puerta este cuarteto en dialecto napolitano:
Amice, alliegre magnammo, e bevimmo;
Nfin che n'ce stace noglio a la lucerna:
Chi sa s'a l'autro munno n'ce vedimmo?
Chi sa s'a l'autro munno, n'ce taverna?
(Comed, bebed, alegres, sin medida;
con el aceite brilla la linterna.
¿Nos veremos acaso en la otra vida?
En la otra vida, ¿habrá alguna taberna?)
Horacio les daba consejos semejantes a sus amigos. Tú los recibiste, Póstumo; tú los escuchaste, Leucónoe, hermosa insurrecta que deseabas conocer los secretos de lo porvenir. Aquel futuro es para nosotros el pasado, y lo conocemos. En realidad, hiciste mal en atormentarte por tan poco, y tu amigo demostró ser un hombre de buen sentido cuando te aconsejaba que fueras prudente y filtrases los vinos griegos. Sapias, uina liques . De este modo, una tierra hermosa y un cielo puro aconsejan las tranquilas voluptuosidades; pero hay almas atormentadas por un sublime descontento: son las más nobles. Tú fuiste una de ellas, Leucónoe; yo saludo respetuoso tu sombra melancólica aparecida en el ocaso de mi vida y en una ciudad donde resplandeció tu belleza. Las almas semejantes a la tuya que aparecieron en la cristiandad fueron almas de santas, y sus milagros llenan La leyenda dorada . Tu amigo Horacio ha dejado una posteridad menos generosa, y reconozco a uno de sus descendientes en la persona del tabernero poeta que en este momento llena de vino los vasos a la sombra de su muestra epicúrea.” (El crimen de un académico, trad.de Luis Ruiz Contreras, Barcelona, Orbis, 1986, pp.33-34)
A mí sólo se me ocurre decir ahora cuánta felicidad me reportan estas llamadas a la litetura clásica en los textos modernos. Durante nuestro viaje a Nápoles recordé este pasaje, entre otros, y el viaje se convirtió también, inevitablemente, en literario. FRANCISCO GARCÍA JURADO
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