Los herederos académicos del irrepetible Menéndez Pelayo hablarían acerca de la "influencia de Plinio el Joven en Cortázar", o simplemente de "Plinio el Joven en Cortázar", de igual manera que el santanderino planteó su modelo de investigación como "Horacio en España". Pero cuando superamos el ámbito de las influencias y las convenciones, cuando ya no se espera que un poeta escriba como Horacio, cuando la tradición de la ruptura con lo clásico crea nuevas tradiciones, esta vez modernas, los textos antiguos se convierten en algo bien distinto, quizá más auténtico. Recuerdo ahora al genial cuentista mexicano Juan José Arreola y su cuento titulado "Parturient montes", donde un escritor es obligado a crear una nueva versión de la fábula del parto de los montes y termina representándola él mismo. Mis pruebas sobre Cortázar y Plinio no son concluyentes (afortunadamente, pues estos dogmatismos me asustan, y me encanta vivir en la provisionalidad de mis ideas e intuiciones, como buen ensayista), pero si tuviera que fijar alguna función del relato de Plinio sobre los fantasmas dentro del cuento de Cortázar diría que se trata de un texto originario, seminal, del texto del que nacieron después todos los relatos del género de las casas de fantasmas. De la misma manera, creo, Cortázar regresó a la vieja miscelánea de las "Noches áticas" de Aulo Gelio para escribir su nueva miscelánea, "Rayuela", y no de forma distinta Borges acudió a la "Naturalis Historia" de Plinio el Viejo para hablar sobre la memoria en su cuento "Funes el Memorioso". Los textos originarios no son meras fuentes o lugares de partida. Se convierten, cada vez más, en necesarios puntos de retorno. FRANCISCO GARCÍA JURADO
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