Era un adolescente cuando un amigo me trajo un curioso catálogo de libros. Entre las cosas dispersas que allí podían encontrarse, no sé muy bien por qué solicité un libro titulado "La realidad en Antonio López". Aquel libro fue mi puerta de entrada a una manera de ver el arte y, sobre todo, la vida, con dulzura y acritud. Me conmovió especialmente el cuadro donde aparecía un hombre entubado. Al cabo de los años, la película "El sol del membrillo" me trajo la emoción del tiempo, y la exposición del Museo Reina Sofía, creo que en 1993, me trae el llanto emocionado de mi madre ante un cuadro de Carmencita con sus pequeños juguetes. Sí, Antonio López tiene la virtud de convertirse en parte de tu vida, y así es como llevo sintiéndolo desde hace treinta años. Hoy me arriesgo a publicar una fotografía que tomé pensando en alguno de sus cuadros. Se trata del cuarto de baño de un hotel, en cualquier lugar del mundo. La cámara no ha recogido la luz especial que pude ver, pero sirva como huella de aquella impresión. Puede que no sea el mejor homenaje al pintor, ni tan siquiera el más justo, pero esta fotografía se hizo precisamente desde una de las enseñanzas más profundas que jamás haya recibido: admirar lo sencillo. FRANCISCO GARCÍA JURADO
No hay comentarios:
Publicar un comentario