Roma sigue estando poblada hoy día por muchas tiendas que llevan el rótulo “Antichità”. Tales lugares están repletos de obras de arte más o menos antiguas, más o menos clásicas y más o menos bellas. En todo caso, el denominador común de todas ellas es el precio escandaloso y desmedido. Hoy día, las antigüedades abarcan más cosas que en el siglo XVIII, y es así como algunas falsas obras antiguas han terminado convirtiéndose en verdaderas. Estas reflexiones nos las sugiere la pintura “Júpiter besa a Ganímedes”, de Antonio Rafael Mengs. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO Recordando sus días felices en Roma, Goethe nos cuenta en su Viaje a Italia cómo el pintor Antonio Rafael Mengs quiso hacer pasar una creación suya como pintura antigua. Si algún viajero actual se hace acompañar de los textos de Goethe durante sus paseos por Roma, quedará sorprendido al encontrar esta pintura en la Colección Barberini. Naturalmente, tienen que darse dos condiciones harto improbables, como leer a Goethe y visitar museos de arte. Mengs quiso pintar una “antichità”, género deseado por los turistas que por aquel entonces ya se dejaban engañar bajo el bello sol italiano. De hecho, el historiador del arte por antonomasia, aquel que hizo de Italia y su arte un codiciado sueño, Winckelmann, declaró la pintura creada por Mengs en 1760 como la más bella que jamás se había encontrado procedente de la Antigüedad. Sin embargo, Mengs no fue capaz, no sabemos si por remordimiento o vanidad, de llevarse su secreto a la tumba. Quedó así desvelada, “motu proprio”, una de las falsificaciones más sonadas y bellas que conocemos. Lo más curioso es que la Historia de arte, disciplina creada precisamente para poner orden en el caos de las cosas y del tiempo, sirviera precisamente para legitimar una obra como antigua y convertirla nada menos que en uno de los hitos del arte clásico. Hoy la obra, finalmente, ya puede ser considerada como “antigüedad” y su falsedad ha creado una historia absolutamente verdadera. FRANCISCO GARCÍA JURADO
5 comentarios:
He recordado sus comentarios sobre el anacreontismo y el cúmulo de "falsificaciones" literarias que parten de otro embustero, Stephanus, que también se llevó su secreto a la tumba, y al cual debemos tanto la confusión como la proliferación creativa del anacreontismo en Europa. Un gusto leerlo. Saludos.
Yoandy Cabrera
Querido amigo Yoandy, me consta que Vd. sabe "algo" sobre esto, como dejó bien claro en su tesis de máster. Deberíamos animarnos a escribir una historia oculta y oscura de la filología, con personajes como Stephanus o Scioppius, para aprender cómo la cultura a menudo apenas tiene nada que ver con el ejercicio de la virtud. saludos muy coridales
Había pensado que mi comentario no se había publicado y hoy, al regresar a su blog, veo que hasta he recibido respuesta de su parte. Me dice de animarnos para escribir una historia oculta y oscura de la filología, bien valdría la pena. Además de su artículo y de los "falsificadores" que mencionamos he meditado últimamente en los "errores" de la traducción y de la interpretación de pasajes llevados de una lengua a otra. Me viene a la mente un pasaje de la Ilíada versionado por Segalá, que traduce "tímido" por "cobarde", lo cual hizo que mi interpretación del pasaje fuese totalmente distinta a lo que realmente dice el original griego. También pienso en Borges, que interpretaba el "lentus in umbra" virgiliano como ir despacio en la sombra, y él lo relacionaba con su ceguera y su paso lento, cuando en verdad la traducción exacta sería "recotado a la sombra" de un árbol. Sería interesante rastrear estas interpretaciones equivocadas y también hacer evidente el legado que han dejado en la posteridad: algunos errores en la traducción han dado lugar, indudablemente, a nuevas obras de arte. El error también puede ser el punto de partida para crear nuevos mundos, el error también puede ser creador.
Al menos, en lo que corresponde a su cuento "Los conjurados", Borges habla del juego de palabras que supone el adjetivo "lenta", entre el sentido esperable de "lento" y el de "flexibles". Le remito a mi libro "Borges, autor de La Eneida"
Cuando le escribía mi comentario y pensaba en Borges, en verdad estaba recordando cómo el argentino va interpretando en su obra cada vez más y haciendo paisaje propio el pasaje virgiliano a través de su vivencia y sus circunstancias, de una forma, se podría decir, autobiográfica.
En "Poema de los dones", después de decir que Dios le dio "los libros y la noche", escribe:
Lento en mi sombra, la penumbra hueca/ Exploro con el báculo indeciso,/ Yo, que me figuraba el Paraíso/ Bajo la especie de una biblioteca.
En "Un ciego" se lee:
Lento en mi sombra, con la mano exploro/ Mis invisibles rasgos.
Poco a poco el fragmento virgiliano va adquiriendo en él otra significación, otros derroteros, relacionados con la invidencia y con esa lentitud de conocer las cosas a través del tacto.
Buscaré su libro.
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