Entre los días 23 a 25 de noviembre de 2011 se celebrarán en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid (Noviciado, 3 28015. Madrid) las JORNADAS DE INVESTIGACIÓN "HUMANIDADES CLÁSICAS E HISTORIA CULTURAL:
DE LA ILUSTRACIÓN AL LIBERALISMO", organizadas por el Grupo de Investigación UCM "Historiografía de la literatura grecolatina en España". Será una ocasión para poner en común los diferentes trabajos que terminará configurando la nueva historiografía de la literatura grecolatina en España que preparamos (prevista para 2013), y que se unirá a las ya publicadas sobre el siglo XIX y la Edad de Plata de la Cultura Española. Este es el resumen del trabajo que voy a presentar en ellas. FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE.
"Entre la Ilustración y el Liberalismo. Los manuales de literatura griega y latina en España"
Francisco García Jurado (UCM-HLGE)
Casi recién inaugurado el reinado de Carlos IV en España, el 9 de febrero de 1789 apareció en el Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en Europa un artículo anónimo titulado “De la literatura romana”, procedente de un diario de Dublín. Este discreto artículo constituye, probablemente, la primera historia de la literatura romana -concebida ya según la nueva categoría establecida por Wolf en Alemania (1787)- que se publica en España, y no se trata en ningún sentido un trabajo inocente. Afín a los ideales propios del despotismo ilustrado que inspiran esta publicación periódica española, es muy interesante observar cómo, al hablar de la “decadencia” de la literatura, se dice que “esta decadencia no puede atribuirse á la mutación del gobierno o al establecimiento del poder monárquico”. Como es sabido, pocos meses más tarde, el 14 de julio de ese mismo año de 1789, se produce la toma de la Bastilla en París, hecho que da comienzo a un cambio sin retorno en la Historia de Europa. En España, Carlos IV prosigue en parte los empeños reformistas de su predecesor, si bien ahora los modelos ideológicos van a decantarse más bien hacia autores italianos como L.A. Muratori. En este contexto, Fray Vicente Navas publica en 1792 bajo el pseudónimo de Casto González Emeritense su Compendiaria in Graeciam via y su Compendiaria in Latium via. Se trata de obras inspiradas en el paradigma de la bibliografía ilustrada y de la Historia critica Latinae linguae de G. Walchius, destinadas a una exquisita juventud de nobles ilustrados. Podemos decir que tales libros constituyen, “avant la lettre”, los primeros manuales de literatura griega y latina publicados en España, si dejamos de lado las obras publicadas en Italia por algunos jesuitas expulsos, como M. Aymerich. El cambio de siglo traerá consigo las guerras napoleónicas y la emergencia de un nuevo contexto para los estudios humanísticos, que abandonan su carácter universal para dar primacía a los gustos nacionales, especialmente alemanes e ingleses. No será hasta la muerte de Fernando VII, con la regencia de María Cristina y su obligado entendimiento con los liberarles moderados, cuando surjan en España las primeras formulaciones de historias nacionales de la literatura, en particular la española y la latina. A. Gil de Zárate publica en 1844 la compilación en cuatro pequeños tomos de su Manual de literatura española, y será su amigo A.M. Terradillos quien publique en 1846 el Manual histórico-crítico de la literatura latina. Semejantes libros ya no están escritos en latín ni destinados a los nobles ilustrados, sino a la formación de los nuevos ciudadanos. La inspiración de tales manuales, por lo demás, debe buscarse en el nuevo pensamiento romántico de F. Schlegel, y no en la erudición ilustrada del siglo anterior. Por todo ello, resulta, cuando menos, paradójico, que Alfredo Adolfo Camús compusiera en 1852 unas Litterarum Latinarum institutiones que merecieron el elogio de su colega Amador de los Ríos. Esta obra, que hemos tenido la suerte de redescubrir, regresa a los esquemas dieciochescos de la Historia critica Latinae linguae de G. Walchius y a la propia lengua latina como metalenguaje. Se trata de un curioso anacronismo académico e histórico. FRANCISCO GARCÍA JURADO
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