Poco a poco llegamos al final del recorrido que hemos hecho en torno a una de las obras más singulars que nos hemos encontrado en nuestra vida lectora. No sólo Virgilio creó la Eneida, también la re-crearon dos de sus más egregios lectores: Dante y Borges. Hoy corresponde hablar del valor de la palabra esencial. Ilustra nuestro texto la inquietante fotografía que tomamos junto a la tumba del poeta Leopardi, poco antes de llegar al supuesto mausolego del mismo Virgilio. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Ya dispuesto para el combate final contra el caudillo Turno, Eneas tiene ocasión de hablar con su hijo Ascanio. Es en ese momento cuando pronuncia una sentencia que supone toda una visión de la propia vida: disce, puer, virtutem ex me verumque laborem, fortunam ex aliis (Aen. 12, 435). Espinosa Pólit lo traduce y amplifica:
“Hijo, aprende de mí virtud genuina,
trabajo cumplidor que no desmaya,
de otros podrás saber lo que es fortuna.”
En su contundencia, este verso supone para Borges una forma de percibir “el elemental sabor de lo heroico”:
“Hay un sabor que nuestro tiempo (hastiado, acaso, por las torpes imitaciones de los profesionales del patriotismo) no suele percibir sin algún recelo: el elemental sabor de lo heroico. Me aseguran que el Poema del Cid encierra ese sabor; yo lo he sentido, inconfundible, en versos de la Eneida («Hijo, aprende de mí, valor y verdadera firmeza; de otros, el éxito»), en la balada anglosajona de Maldon («Mi pueblo pagará el tributo con lanzas y con viejas espadas»).”
(J.L. Borges, “El furor de la historia”, en Otras inquisiciones [Obras completas II, Barcelona, 1989, p. 133])
Observamos que en esta versión virtus queda traducido por “valor” y verus labor se vierte en los términos de “la verdadera firmeza”. La fortuna es “el éxito”. Sin embargo, podemos observar cómo en una traducción posterior se hace una elección diferente de términos, de manera que la “verdadera firmeza” pasa a ser “fortaleza genuina” (“virtud genuina” traduce Pólit) y la “fortuna” se convierte en la “suerte”. Así lo vemos en el prólogo a la Eneida:
“Previsiblemente abunda lo heroico; estas palabras dichas por un guerrero: «hijo mío, aprende de mí el valor y la fortaleza genuina; de otros, la suerte».”
(J.L. Borges, “Publio Virgilio Marón. La Eneida”, en Biblioteca Personal [Obras completas IV, Barcelona, 1993, p. 522])
Este es, en definitiva, el único rasgo épico de la Eneida borgesiana, una obra elegíaca por excelencia, según la idea tan cara para Borges de que toda épica acaba siendo elegía. FRANCISCO GARCÍA JURADOo
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