Al igual que en la música son los silencios, o los espacios vacíos en la escultura, aquello que no se dice, lo que queda implícito, tiene un innegable valor literario. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Dis aliter visum (Aen. 2, 428) forma parte del relato que Eneas hace a Dido acerca de las desgracias de los troyanos. El verso, que Espinosa Pólit traduce como “mas de otro modo juzgan las deidades”, llama la atención de Borges, una vez más, por la expresión indirecta y una suerte de lacónica elipsis para referirse al destino: “a los dioses les pareció de otra manera”. Así lo vemos, si bien en un comentario marginal:
“Pompeo Ventura desaprueba la elección de Rifeo, varón que sólo había existido hasta esa apoteosis en unos versos de la Eneida (II, 339, 426). Virgilio lo declara el más justo de los troyanos y agrega a la noticia de su fin la resignada elipsis: Dis aliter visum (De otra manera lo determinaron los dioses). No hay en toda la literatura otro rastro de él. Acaso Dante lo eligió como símbolo, en virtud de su vaguedad.”
(J.L. Borges, “El Simurgh y el águila”, en Nueve ensayos dantescos [Obras completas III, Barcelona, 1989, p. 367 n. 2])
El destino trágico de los troyanos aparece aquí implacable, cuando Borges elige el verbo “determinar”. El pasaje virgiliano al que se refiere Borges es el siguiente:
(…) cadit et Ripheus, iustissimus unus
qui fuit in Teucris et servantissimus aequi;
dis aliter visum! (Verg. Aen. 2, 426-428)
La traducción cambia, sin embargo, a un tono menos contundente en el prólogo a la Eneida:
“No escribe que un destino fue desdichado, escribe «De otra manera lo entendieron los dioses».”
(J.L. Borges, “Publio Virgilio Marón. La Eneida”, en Biblioteca Personal [Obras completas IV, Barcelona, 1993, p. 521])
Cabe añadir, si aceptamos la lectura de Ana Mª Barrenechea , que el verso puede estar latente dentro de un párrafo del cuento titulado “El hombre en el umbral” (El Aleph):
“(...) quizá lo condenaron los hombres, pero no Dios.”
(J.L. Borges, “El hombre en el umbral”, en El Aleph [Obras completas I, Barcelona, 1989, p. 615])
En este caso, pasamos a una traducción interpretativa, ya que no se trata de una mera elipsis, bien sea con el verbo “determinar” o “entender”, sino del contundente uso de “condenar”. La diferencia esencial con respecto al verso virgiliano está en el hecho de que aquí son los hombres, no los dioses, los que deciden el destino humano. FRANCISCO GARCÍA JURADO
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