domingo, 26 de febrero de 2012

El tricentenario de la Biblioteca Nacional de España y un catálogo memorable

Los catálogos de la Biblioteca Nacional conforman ya una colección valiosa que muy a menudo hacen las delicias de sus lectores. En una librería de viejo compré hace tiempo el catálogo más antiguo que hay en mi biblioteca, precisamente uno dedicado a la exposición del bicentenario de Moratín, editado en 1960, cuyo comisario fue Joaquín de Entrambasaguas. Desde aquel pequeño catálogo en blanco y negro hasta los actuales, repletos de contenido y sugerentes imágenes, se ha producido una evolución notable que culmina, creemos, con el “libro objeto” que conmemora precisamente el tricentenario de la Biblioteca Nacional de España. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Me comenta amablemente mi colega José Manuel Lucía Megías, el catedrático de la Complutense que ha ejercido como comisario de la exposición, que “la idea que nos propuso l'Eixample, que son los editores y diseñadores del catálogo, era hacer un "objeto" como catálogo, un objeto a partir del libro, pero que fuera al mismo tiempo un objeto artístico, dando cuenta de la variedad de las colecciones de la BNE. Nos gustó mucho la idea de innovar, de hacer algo diferente para el Tricentenario, que se quedara en algo realmente fuera de lo común...”. La caja de seda que atesora un libro en gran formato y encuadernado como si se tratara de un viejo volumen restaurado, con una encuadernación flexible, sugiere, sin lugar a dudas, esa idea de recinto sagrado que para muchos de nosotros es la Biblioteca Nacional de España, ya como visitantes de sus exposiciones, ya como lectores de la sala general, o como especialistas que se adentran en los “sancta sanctorum” del conocimiento, como puede ser la Sala Cervantes. El libro no sólo es bello por fuera, sino también en su interior. El mismo comisario de la exposición, Lucía Megías, abre este catálogo con una literaria evocación del P. Rovinet, Consejero y Confesor del Rey Felipe V, quien tuvo la iniciativa de animar al rey para que se creara una biblioteca pública a la manera de lo que ya se había hecho en Francia y, de paso, depositar las bibliotecas incautadas a los nobles austracistas durante la guerra de sucesión. Asistimos, pues, al pequeño gran suceso que tuvo lugar una fría mañana de diciembre de 1711 y que los lectores de este blog pueden leer, a manera de suculento aperitivo, en la dirección electrónica siguiente (http://www.bne.es/es/Micrositios/Exposiciones/BNE300/documentos/300anos_estudio1.pdf). Luego, el catálogo reproduce fielmente las diferentes secciones de que se compone la misma exposición (puede obtenerse muy buena información en la dirección electrónica siguiente: http://www.bne.es/es/Tricentenario/Exposiciones/300.html). De esta forma, cuando la exposición termine, seguiremos sabiendo que se articulaba en torno a cuatro grandes secciones temáticas, a saber: La Biblioteca Nacional de España en su historia; La tecnología al servicio de la información y el conocimiento; La Biblioteca Nacional de España por dentro y Los 300 años de la Biblioteca Nacional de España: línea del tiempo. La primera sección ya fue tema de una exposición anterior dedicada a la Real Biblioteca Pública, y en ella podemos asistir a los orígenes mismos de la biblioteca hasta la actualidad. Aquí me he vuelto a encontrar con un “viejo amigo”, el monetario del Infante Don Gabriel, que tuve la suerte de reseñar para el catálogo de la exposición Corona y Arqueología, que se celebró también hace un tiempo en el Palacio Real de Madrid. La segunda sección nos muestra cómo la tecnología, siempre mudable, ha ido ayudando al mejor conocimiento de la cultura, desde la fotografía, los facsímiles y los fonógrafos, hasta los propios ordenadores. La tercera sección está dedicada a la conservación y enriquecimiento de las colecciones que atesora la BNE, cumpliendo así las tres funciones básicas de salvaguarda, investigación y divulgación. Finalmente, asistimos a una cronología o línea del tiempo donde se nos ilustra muy gráficamente acerca de los acontecimientos más notables que han jalonado la dilatada vida de esta venerable institución. Es una exposición para ser leída desde muchos ángulos. Los amantes del Quijote podrán ver su edición príncipe, los bibliófilos podrán admirar algunos de los libros de horas e incunables más hermosos que existen sobre la tierra, los nostálgicos encontrarán los viejos fonógrafos que han permitido perdurar a la voz humana más allá de los límites impuestos por la vida y el tiempo, y los mitómanos disfrutarán de algunos documentos de archivo realmente únicos. Todos somos, en mayor o menor medida, parte de esta historia. Las bibliotecas nacionales son lugares mágicos, algo parecido al Aleph de Borges, pues aquí es donde podemos encontrar realmente todas las cosas que alguna vez han merecido la pena. FRANCISCO GARCÍA JURADO

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