Hace unos días visitamos el Historiska Museet, en la bellísima ciudad de Estocolmo. Aprovechamos la circunstancia de que los viernes por la tarde es gratuito. Además de todo lo que esperaba ver en él (la sección de los vikingos, o la sala de antiguas joyas de oro, en especial) hubo algo que me sorprendió gratamente, acaso por inusitado: una sección dedicada a reflexionar sobre la Historia como tal. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Mi curiosidad se alió a la capacidad que todavía conservo de sorprenderme ante lo bueno. Estando en las salas dedicadas a los vikingos, observo que hay una puerta que da acceso a otro lugar. No pude resistir la tentación. Accedí a una suerte de amplio e iluminado pasillo donde podían encontrarse unas pequeñas salas dedicadas, ni más ni menos, que a reflexionar sobre la Historia y sus enseñanzas. Accedí a la primera de ellas. Me encontré entonces rodeado de grandes expositores donde tan sólo podía verse un único objeto en cada uno de ellos. Un cráneo, un antiguo casco guerrero, eran dos de las piezas que creo recordar. Al acercarme a la parte trasera de los expositores observo que las letras de molde (en sueco e inglés) nos relatan las diferentes interpretaciones que ha ido recibiendo cada pieza por parte del estudio histórico. El antiguo casco, por ejemplo, servía para mostrarnos cómo se había ido construyendo el "imaginario vikingo" a partir del siglo XIX. Realmente, aquella salita, en su discreción e ingenio, podría haber servido de irónico homenaje a historiadores como Ranke, tan partidarios de contar la historia "tal como fue", pues aquellos objetos cambiaban como por arte de magia a medida que iban recibiendo nuevas miradas. En otra salita pude ver una reflexión bien distinta, esta vez acerca de los grupos humanos y las familias. Qué es una familia, o qué consideramos una "familia normal" eran las inquietantes preguntas que se nos formulaban a través del tiempo, a la vez que sugerentes imágenes y objetos cotidianos nos iban dando cuenta de posibles formas de convivencia humana. Ya fuera de este ámbito, nos sorprendió mucho también la exposición temporal que en ese momento se ofrecía al público, basada en una suerte de cronología de la Histoira de Suecia. Como si de una cinta métrica se tratara, fuimos recorriendo años y siglos por una línea del tiempo que nos llevó desde las épocas más antiguas hasta casi el futuro, que ya dejaba el suelo y se perdía por una pared. María José me comentó que había algo desconcertante en esta exposición, como era el hecho de que no fuéramos capaces de distinguir en muchas ocasiones una pieza del museo de uno de los muchos objetos que allí había para experimentar y tocar. La museografía ha roto el mito del museo santuario, aunque la sala de las joyas de oro que puede encontrarse en un mangífico sótano acorazado tiene todo el aspecto de santuario. Aquella tarde el museo estaba repleto de niños, muchos de los cuales participaban de las actividades infantiles dentro de un precioso y amplio patio central. Algunos tiraban con arco, como los propios vikingos. FRANCISCO GARCÍA JURADO
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