Roberto Tinfarano, Los
(sanos) límites de la amistad, Trad. de Amado García. Madrid, Albalí
editores, 2014, 206 páginas.
Hoy me permito traer ante mis lectores un libro que me ha
dejado huella. Lo encontré hace unos días en la librería de la facultad, y me
apetecía leerlo sólo por esa idea contestataria que propone ante un valor
supuestamente universal: la amistad, especialmente cuando ésta no tiene límites.
FRANCISCO GARCÍA JURADO
El profesor Tinfarano, antropólogo de los actualmente más
reputados, enseña desde hace muchos años por las rectas calles que circundan la
universidad de Turín. Es un hombre afable, y me lo imagino conversando
amigablemente en algún remoto café al caer la tarde. Tinfarano ha escrito un
libro que, en mi opinión, es digno de colocarse junto a las grandes obras
dedicadas al tema, como el propio De
amicitia de Cicerón. Lo que confiere personalidad a este nuevo libro es,
sin embargo, el contrapunto que supone con respecto a una idea reconocida
universalmente como buena. ¿Por qué cuestiona Tinfarano la amistad? La
respuesta es aparentemente sencilla. Tinfarano rechaza de plano que la amistad
se convierta en algunas sociedades, especialmente las meridionales, en el único
medio para establecer relaciones interpersonales. Si no somos amigos de
alguien, nadie nos seleccionará para nada. Si no tenemos amigos, no seremos
nada. Cree Tinfarano que en los tiempos de Internet, donde es posible encontrar
sin mayores dificultades a la persona más apta para cualquier cosa, por rara
que ésta sea, la amistad como criterio exclusivo de selección es ya un
anacronismo trágicamente cándido. La amistad es un gran sentimiento, qué duda
cabe, pero llevada a los extremos del “o conmigo o contra mí” termina siendo un
“arma de destrucción masiva social”, en opinión de este pensador acaso utópico.
El propio Tinfarano cuenta cómo algunas personas a lo largo de su vida le
ofrecieron una “amistad incondicional” que jamás resultó gratis. A cambio de
esa amistad, se le requería una completa obediencia, una adscripción sin
fisuras. “Así es como funcionan, ni mas ni menos, los partidos políticos”. Esta
idea está muy arraigada desde los tiempos de la antigua Roma, donde el concepto
de socius o de satelles está íntimamente ligado al de amicus. Por “amistad”, más de una vez, se encubre el servilismo más
servil. Propone, por tanto, Tinfarano, una sociedad donde los criterios de
relación humana se enriquezcan con nuevos elementos, y no exclusivamente con la
amistad interpersonal que crea pequeños círculos de poder y opresión. Por ello,
su propuesta no es contraria a la idea de amistad, sino que contribuye a dotar
de límites éticos a la misma, de manera que no caigamos en los sempiternos comportamientos
sectarios que apreciamos en nuestra vida cotidiana. Para ello, retoma una vieja
oposición de términos latinos: amare en
latín es “amar”, frente a diligere,
que es saber elegir a las personas, aunque con un mejor grado de intensidad que
amare, ya que en ésta elección
concurren criterios racionales. Una sociedad “dilecta”, que realmente
transcienda del clan o la tribu y configure el verdadero Estado, donde una
persona con responsabilidad y poder pueda contar con alguien precisamente por
su valía, y no por su servilismo, daría lugar a un nuevo tipo de amistad que
dejaría de ser mera moneda de cambio. FRANCISCO GARCÍA JURADO
2 comentarios:
Querido Paco: casualmente estaba leyendo estos días "Sobre la amistad", de Pedro Laín Entralgo, Madrid, Ediciones Castilla, 1972, así que tu reseña me abre una posibilidad muy interesante para comparar estas dos visiones. Compraré el libro de Tinfarano inmediatamente. Un fuerte abrazo
Vaya! Hace días dedicamos en casa una sobremesa a cómo sobrevaloramos la amistad y el error de pensar que no tiene límites.
Ya me tarda leer a Tinfarano!!
Gracias por la sugerencia
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