jueves, 20 de febrero de 2014

Los peligros de la amistad

Roberto Tinfarano, Los (sanos) límites de la amistad, Trad. de Amado García. Madrid, Albalí editores, 2014, 206 páginas.

Hoy me permito traer ante mis lectores un libro que me ha dejado huella. Lo encontré hace unos días en la librería de la facultad, y me apetecía leerlo sólo por esa idea contestataria que propone ante un valor supuestamente universal: la amistad, especialmente cuando ésta no tiene límites. FRANCISCO GARCÍA JURADO


El profesor Tinfarano, antropólogo de los actualmente más reputados, enseña desde hace muchos años por las rectas calles que circundan la universidad de Turín. Es un hombre afable, y me lo imagino conversando amigablemente en algún remoto café al caer la tarde. Tinfarano ha escrito un libro que, en mi opinión, es digno de colocarse junto a las grandes obras dedicadas al tema, como el propio De amicitia de Cicerón. Lo que confiere personalidad a este nuevo libro es, sin embargo, el contrapunto que supone con respecto a una idea reconocida universalmente como buena. ¿Por qué cuestiona Tinfarano la amistad? La respuesta es aparentemente sencilla. Tinfarano rechaza de plano que la amistad se convierta en algunas sociedades, especialmente las meridionales, en el único medio para establecer relaciones interpersonales. Si no somos amigos de alguien, nadie nos seleccionará para nada. Si no tenemos amigos, no seremos nada. Cree Tinfarano que en los tiempos de Internet, donde es posible encontrar sin mayores dificultades a la persona más apta para cualquier cosa, por rara que ésta sea, la amistad como criterio exclusivo de selección es ya un anacronismo trágicamente cándido. La amistad es un gran sentimiento, qué duda cabe, pero llevada a los extremos del “o conmigo o contra mí” termina siendo un “arma de destrucción masiva social”, en opinión de este pensador acaso utópico. El propio Tinfarano cuenta cómo algunas personas a lo largo de su vida le ofrecieron una “amistad incondicional” que jamás resultó gratis. A cambio de esa amistad, se le requería una completa obediencia, una adscripción sin fisuras. “Así es como funcionan, ni mas ni menos, los partidos políticos”. Esta idea está muy arraigada desde los tiempos de la antigua Roma, donde el concepto de socius o de satelles está íntimamente ligado al de amicus. Por “amistad”, más de una vez, se encubre el servilismo más servil. Propone, por tanto, Tinfarano, una sociedad donde los criterios de relación humana se enriquezcan con nuevos elementos, y no exclusivamente con la amistad interpersonal que crea pequeños círculos de poder y opresión. Por ello, su propuesta no es contraria a la idea de amistad, sino que contribuye a dotar de límites éticos a la misma, de manera que no caigamos en los sempiternos comportamientos sectarios que apreciamos en nuestra vida cotidiana. Para ello, retoma una vieja oposición de términos latinos: amare en latín es “amar”, frente a diligere, que es saber elegir a las personas, aunque con un mejor grado de intensidad que amare, ya que en ésta elección concurren criterios racionales. Una sociedad “dilecta”, que realmente transcienda del clan o la tribu y configure el verdadero Estado, donde una persona con responsabilidad y poder pueda contar con alguien precisamente por su valía, y no por su servilismo, daría lugar a un nuevo tipo de amistad que dejaría de ser mera moneda de cambio. FRANCISCO GARCÍA JURADO  

2 comentarios:

Unknown dijo...

Querido Paco: casualmente estaba leyendo estos días "Sobre la amistad", de Pedro Laín Entralgo, Madrid, Ediciones Castilla, 1972, así que tu reseña me abre una posibilidad muy interesante para comparar estas dos visiones. Compraré el libro de Tinfarano inmediatamente. Un fuerte abrazo

Mercedes Fernández dijo...

Vaya! Hace días dedicamos en casa una sobremesa a cómo sobrevaloramos la amistad y el error de pensar que no tiene límites.
Ya me tarda leer a Tinfarano!!
Gracias por la sugerencia