De oscuro linaje, según Plutarco, Quinto Sertorio contaba con
varias de las virtudes que pueden convertir a un general en mítico: su valentía
y su ingenio. Sin embargo, historiadores antiguos y modernos han visto en él
desde un héroe hasta un traidor. En cualquier caso, Sertorio mantuvo en jaque a
Roma durante diez años y volvió a resucitar las aspiraciones independentistas
de los lusitanos tras la muerte de su caudillo Viriato. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
En el año 82 a.C. Sertorio se encontraba
en Mauritania, cumpliendo una misión muy precisa: reclutar un ejército para
combatir a Sila, que había sido nombrado dictador como cabeza del partido de
los aristócratas. Entonces Sertorio recibió una propuesta inesperada: los
lusitanos le ofrecían encabezar una rebelión contra Roma. De esta forma, un pueblo oriundo de la Península Ibérica se ponía voluntariamente en
manos de un general romano. Los intereses de los
lusitanos no coincidían exactamente con los de Sertorio: los primeros querían
librarse del yugo de Roma, el segundo sólo pretendía acabar con el poder de
Sila. Pero tenían un enemigo común que hizo posible la alianza. Sertorio
ya había estado antes en Hispania acompañando al cónsul Didio, que actuó con
implacable impiedad contra los lugareños. Fue así como Sertorio se dio cuenta
de que era mucho más inteligente tenerlos como aliados. Por tanto, tras la
invitación a encabezar la guerra, Sertorio dejó una parte de sus tropas en
África y marchó con 4.000 hombres a Hispania en el año 80 a.C. Comenzaba el
mito de Sertorio entre los lusitanos.
Es, precisamente, en ese momento cuando tiene lugar uno de los
episodios de la vida de Sertorio que aunque parece anecdótico no lo es en
absoluto. Plutarco nos cuenta que un lugareño llamado Espano había encontrado una
cierva recién parida. Tras hacerse con la cría, se la regaló a Sertorio, pues
era un animal extraordinario por su blancura. La cervatilla terminó haciéndose tan
inseparable del general que éste quiso hacer creer que aquel regalo había sido
hecho por la propia diosa Diana y que gracias al animal podía conocer secretos
vedados a los demás mortales. De esta forma, si algún mensajero traía la
noticia de la victoria de uno de sus ejércitos, ocultaba a éste y hacía ver que
era la cervatilla la que se lo había transmitido, logrando ser tenido como un
dios entre los supersticiosos lusitanos.
Gracias a tales cosas, Sertorio encarnaba en su persona al buen
romano, al general aguerrido y al hombre dotado de cualidades sobrenaturales.
En cierto sentido, había suplido la nostalgia del antiguo caudillo lusitano
Viriato. En lo militar, Sertorio supo combinar sabiamente la táctica romana con
la peculiar lucha de guerrillas lusitana: no dar tregua al enemigo, devastar y
rapiñar, obrar con rapidez y evitar batallas en campo abierto. Es así como
logró poner en jaque a Cecilio Metelo, a quien Sila había enviado a Hispania
como procónsul. De manera paradójica, Sertorio lograba las victorias mediante
sus estratégicas retiradas. Fue así como Sertorio, con su lugarteniente
Hirtuleyo, logró neutralizar la ofensiva de Metelo y avanzar hacia la Hispania
Citerior desde la Ulterior. Según Schulten, este avance hacia el Este debió de
ser un cómodo paseo triunfal. Sertorio tomó Segóbriga y Caraca, y continuó por
Bílbilis y Contrebia. Ahora también los celtíberos hacían causa común con
Sertorio.
Llegado a Osca (la actual Huesca), Sertorio fundó una inusitada
escuela con el fin de instruir a los hijos de los nobles celtíberos. Sin
embargo, el fin de este centro de enseñanza no era tan filantrópico como
pudiera parecer, pues le servía para mantener a los hijos de estos nobles en
calidad de rehenes. También creó en Osca un senado, si bien no era más que un mero
órgano consultivo. Sertorio se acercaba así a la figura que unos años más tarde
encarnaría el propio Augusto, pues su verdadera intención era convertirse en
emperador. Según Schulten, el propósito de Sertorio era crear en Hispania una
segunda Roma para poder lograr así el control de la misma Roma. Hispania se
convertía de esta forma no tanto en el objetivo de Sertorio como en el
instrumento ideal para terminar con el poder de Sila. Hacia el año 76 a .C., Sertorio estaba ya en
la cumbre de su poder, lo que le permitió organizar una gran ofensiva hacia el
Levante. Quien acabará siendo su asesino, M. Perpenna Vento, une ahora sus
fuerzas a las suyas. Es entonces cuando Sila envía hasta Hispania a otro de sus
grandes generales, Pompeyo. Este logra vencer a Perpenna, pues era muy inferior
en astucia y valentía al propio Sertorio. No obstante, Sertorio logró
interponerse entre ambos contendientes en la ciudad de Lauro, equidistante de Sagunto,
donde había establecido su campamento Pompeyo, y de Valentia, a donde había
huido Perpenna. Sin embargo, la llegada de las tropas de Metelo, quien había
logrado terminar incluso con el lugarteniente Hirtuleyo, supuso un grave revés
para Sertorio. Tuvo entonces lugar en Sagunto uno de los combates más decisivos,
aunque se libró con una victoria pírrica para Sertorio, por culpa de Perpenna, una
vez más. En el otoño del 75 a .C.
fue Pompeyo quien atacó a Sertorio, pero sin obtener tampoco una victoria
clara. El mito de Sertorio como general invicto comienza a resquebrajarse.
Pompeyo envía entonces una carta al Senado de Roma (conservada gracias a
Salustio) para conseguir más recursos y tropas. Gracias a esta nueva ayuda, Pompeyo
y Metelo ponen cerco a la sertoriana Calagurris en el año 74 a .C. Tras haberse hecho con
la Hispana Citerior preparan ahora su ofensiva contra Sertorio en la Ulterior. Además
de la ofensiva externa, la división que se va produciendo entre los aliados de
Sertorio es cada vez mayor a causa de lo incierto de sus victorias. Para colmo
de males, se extravió la cierva del general, encontrada casualmente gracias a unos
que la reconocieron corriendo por el campo. Sertorio preparó teatralmente el
reencuentro con el animal, dejando que ésta acudiera públicamente hasta él como
si de un hecho divino se tratara. No era más que el desesperado intento de
recuperar su fama sobrenatural. Pero ya todo era en vano. En el año 73 a .C., el poder de Sertorio
se derrumba, una vez perdida la Celtiberia. Obligado a refugiarse en el
territorio del valle del Ebro, Sertorio terminará convirtiéndose en un
personaje vil y despótico. Las relaciones con los pueblos nativos se vuelven
turbias. Incluso va a ordenar la muerte o la venta como esclavos de los hijos que
los caudillos iberos habían dejado en la escuela de Osca. También los romanos
que habitan con él en Osca recelan cada vez más de su persona. Es entonces
cuando movido por la envidia y el miedo Perpenna organiza una conspiración
contra Sertorio, al tiempo que el Senado de Roma decretaba el perdón para todos
aquellos partidarios de Sertorio que depusieran las armas. Once fueron los
coautores del magnicidio, que tuvo lugar durante un banquete organizado en casa
de Perpenna para celebrar una falsa victoria. Esto ocurría en el 72 a .C. El asesinato de
Sertorio puso fin a su paulatina decadencia, pero también a diez años de
campañas militares por Hispania. Tras su muerte, la causa sertoriana fue
desvaneciéndose. Tan sólo Calagurris se mantuvo firme hasta el punto de que sus
habitantes, sitiados, recurrieron a la ingesta de cadáveres humanos. FRANCISCO GARCÍA JURADO
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