A veces, incluso en momentos en los que parece imposible saborear un instante, un rayo de luz viene a demostrarnos que la vida no es tan anodina y gris como solemos creer. Esto fue lo que sentí en Roma en la primavera de 2006 durante un viaje de fin de estudios de alumnos de 2º de bachillerato. Habíamos pasado el día recorriendo la ciudad y nos dirigíamos al metro Barberini. Tras pasar la famosa intersección de calles llamada Quattro Fontane bajábamos por la vía del mismo nombre. Allí, a la derecha, se encuentra el Palazzo Barberini, la actual Galería Nacional de Arte Antiguo, y pensaba, como en tantas otras ocasiones, en que era una pena que nuestros alumnos se fueran de Roma sin poder visitarla. Ya son varios años los que llevo visitando Roma en viajes de estudios y desde la primera vez que fui no he vuelto a pisar este palacio iniciado por Maderno, continuado por Borromini y terminado por Bernini. Como siempre, sentí esa opresión en el pecho, signo de lo que a uno le dicta hacer el corazón y lo que le dicta la sensatez cuando vas con un grupo de alumnos. Inmersa en esos pensamientos y demorándome para evitar que algún alumno quedara rezagado miré la fachada del edificio colindante al palacio. Fue en ese momento cuando vi una placa, la observé y me di cuenta de que estaba dedicada por la Comuna de Roma a Jacob Buckhardt. Mi cara, lo sé porque me lo comentó una de mis alumnas, cambió de expresión y se iluminó. Állí había estado el gran historiador de la cultura que contribuyó, junto con Michelet, a la acuñación del concepto de Renacimiento. Me acordé de Paco y de mi hermana y deseé que estuvieran también allí, pero no estaban. Así que lo único que podía hacer era dejar constancia de mi revelación y aquí está el resultado. Contenta y con la ilusión de sentir que el día se había tornado diferente en un instante, regresé con mis compañeras al hotel. En ese viaje también tuve la suerte de poder trasladarme a Venecia. Fue cuando vi la Via de Goldoni, pero eso fue otro día y otra historia.
María José Barrios
H.L.G.E.
1 comentario:
Me acuerdo también de cuando encontramos en un mercadillo de libros de ocasión, frente al Museo de Pérgamo, en Berlín, un libro que reunía las cartas de Burckhardt. Fue más que una casualidad.
Publicar un comentario