El otro día, en la Universidad Pompeu Fabra, tuve la suerte inmensa de poder exponer mi pequeño homenaje a Claudio Guillén ante dos de sus familiares: Margarita, su viuda, y Teresa, su hermana, que había venido desde Cambridge (Mass.) para asistir a este congreso. Quise recrear una escena borgiana, aquella en la que el autor argentino nos narra que lleva un libro a su admirado Leopoldo Lugones. Con vanidad y con nostalgia imaginé la escena imposible de que don Claudio estuviera allí, en la sala, escuhando lo que, en definitiva, era la trascendencia de sus ideas. La cronología, en definitiva, es una imposición física que la mente humana procura sortear con la imaginación y el recuerdo. Precisamente, al hablar sobre la historicidad de las historias no académicas, pensé en la narración más adecuada de los encuentros entre literaturas antiguas y modernas, fruto de la síntesis de dos tradiciones, la clásica y la moderna. Dije que, al tratarse de encuentros entre literaturas diferentes, podía seguirse un esquema propio de las literaturas antiguas, o bien otro bien distinto, más adecuado a las modernas. Sin embargo, el esquema adecuado vendría dado por la propia naturaleza de encuentro entre el ayer y el hoy, una naturaleza distinta, que no se adecua precisamente a las cronologías lineales. Conté el caso de las lecturas modernas de Virgilio, dominadas por el historicismo académico del siglo XIX, y el intento de superar esa historia impuesta, externa, a partir del siglo XX gracias a las ideas de Croce, su peculiar forma de entender la estética como expresiñon, que luego hace suyas el propio Borges. El tema es tan apasionante como complejo, y se resume, en palabras del propio Claudio Guillén, en una "múltiple temporalidad", donde se dan cita diferentes duraciones. Ahora me parece muy esquemático el esquema que utilicé en mi libro El arte de leer, si bien en él apuntaba ya fenómenos complejos de configuración histórica, como el hecho de que las lecturas que hace Borges de Plinio el Viejo respondan, en realidad, a una tradición literaria moderna que proviene de la Inglaterra del siglo XIX, o que cuando Lezama Lima lee a Suetonio en el Caribe esté siendo deudor de la literatura decadente francesa. No se trata de esquemas lineales, sino de configuraciones complejas, a menudo geometrías literarias inesperadas. También he ensayado una de estas geometrías en un trabajo aún no publicado sobre la relación de Cortázar y Maupassant en torno a un texto de Plinio el Joven relativo a los fantasmas.
Francisco García Jurado
H.L.G.E.
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