Mi pasión como lector y, sobre todo, la curiosidad que nos lleva a recorrer lecturas lejanas y diversas me revelaron cuántas referencias a las literaturas antiguas pueden encontrarse, sorprendentemente, en los relatos modernos, particularmente los que solemos adscribir dentro de la difusa categoría de lo fantástico. Además, observé que esa suerte de biblioteca imprevista de la literatura grecolatina en las letras modernas no podía ser explicada satisfactoriamente mediante los tradicionales criterios de influencia e imitación. En muchos casos, la aparición de elementos diversos procedentes de obras de la Antigüedad en nuevos contextos literarios no supone necesariamente un influjo de la obra antigua sobre la moderna, pues puede tener otros valores añadidos que transcienden el mero dato puntual. Estos son algunos ejemplos:
-Una cita latina de Edgar Allan Poe atribuida -falsamente- a Séneca (nihil sapientiae odiosius acumine nimio, situada al comienzo del relato titulado “La carta robada”) es, en realidad, una muestra significativa del valor que el latín cobra en ciertos relatos modernos de intriga
-Un texto de la Naturalis Historia de Plinio el Viejo que sirve a Borges para crear el cuento titulado “Funes el Memorioso” prosigue, en realidad, una rica tradición moderna que convierte la antigua erudición grecolatina en relato fantástico
Difícilmente podemos decir que Séneca haya influido en Poe o que Plinio lo haya hecho en Borges. La relación existe, es incluso explícita, pero exige una valoración nueva con respecto a nuestras ideas más asentadas acerca de la tradición literaria como mero estudio de fuentes y de influencias. Cabe establecer en este punto una serie de cuestiones básicas de método:
El estudio de la Tradición Clásica, centrado en la supremacía del emisor, supone:
a) Un modelo “a en b” (p. e. “Horacio en España”), de naturaleza positiva, es decir, donde lo más importante son los datos, al margen de cualquier otra circunstancia. Se presupone que la naturaleza de la literatura antigua no cambia en nuevos contextos, es decir, que los datos son independientes de la interpretación que se les dé.
b) Influencia o imitación de modelos clásicos como criterio básico de relación entre autores antiguos y modernos. Las coincidencias estilísticas y temáticas quedan reducidas a la dicotomía entre tradición y poligénesis, es decir, lo que no es fruto de la influencia o la imitación se debe a la casualidad.
c) Acorde con lo anterior, entre lo antiguo y lo moderno se establece una relación de causalidad en una única dirección y se presupone un sentido lineal del tiempo que va desde el pasado al futuro: la metáfora de las fuentes literarias. Se entiende, pues, que el pasado es inmutable.
Un estudio alternativo, que considere las relaciones entre literaturas antiguas y modernas como “encuentros complejos”, conlleva unos presupuestos diferentes desde un planteamiento más simétrico entre antiguos emisores y modernos receptores:
a) Un modelo “a y b” (p. e. “la literatura latina y los modernos relatos fantásticos”), de carácter relacional y de naturaleza sistémica, donde los datos son interdependientes y no importa tanto la ocurrencia concreta de un dato como el lugar relativo que ocupa entre otros muchos. La literatura antigua es, ante todo, resultado de un delicado equilibrio interpretativo que depende de la conciencia que de ella se tenga a lo largo del tiempo, mediante su constante relectura dentro de nuevas claves estéticas.
b) Relación dialógica entre las obras antiguas y las modernas. No hablamos tanto de una relación de influencia o imitación como de un imaginario que los autores modernos construyen a partir de la literatura antigua, aunando diferentes tradiciones literarias. Singularmente, que Borges utilice a Plinio el Viejo en su obra es fruto de una tradición literaria moderna que nace en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX. Esta circunstancia va a plantear fenómenos complejos que van más allá de la mera tradición o de la mera poligénesis, pues hay grados intermedios dentro de la compleja red de relaciones que configura la cultura. Por ejemplo, el arquetipo de la historia del fantasma que aparece configurado en una carta de Plinio el Joven sigue estando vigente en modernas películas, y este hecho no puede explicarse ni por mera influencia ni por mera poligénesis: es preciso acudir a una compleja trama de intermediarios.
c) De acuerdo con la naturaleza sistémica o relativa de la literatura, es posible analizar las obras antiguas a la luz de las nuevas estéticas de la modernidad. La carta de Plinio el Joven sobre los fantasmas puede ser releída a la luz de los modernos relatos góticos y convertirse, de esta manera, en precursora de éstos. El sistema literario varía con la llegada de nuevos elementos, y es posible que lo que viene después modifique también lo anterior.
A partir de estos últimos presupuestos, cabe establecer un nuevo marco metodológico con el que dar cuenta de encuentros entre la literatura antigua y las modernas que no han sido satisfactoriamente explicados hasta el momento. Lo que desde un planteamiento tradicional no pasaría de lo anecdótico (la recreación imaginaria de un autor antiguo, la cita concreta de un texto real o ficticio, un comentario o una relectura audaz) es susceptible de ser analizado como un indicio que, unido a otros muchos, puede permitirnos reconstruir una historia no académica de la literatura antigua en los relatos modernos.
-Una cita latina de Edgar Allan Poe atribuida -falsamente- a Séneca (nihil sapientiae odiosius acumine nimio, situada al comienzo del relato titulado “La carta robada”) es, en realidad, una muestra significativa del valor que el latín cobra en ciertos relatos modernos de intriga
-Un texto de la Naturalis Historia de Plinio el Viejo que sirve a Borges para crear el cuento titulado “Funes el Memorioso” prosigue, en realidad, una rica tradición moderna que convierte la antigua erudición grecolatina en relato fantástico
Difícilmente podemos decir que Séneca haya influido en Poe o que Plinio lo haya hecho en Borges. La relación existe, es incluso explícita, pero exige una valoración nueva con respecto a nuestras ideas más asentadas acerca de la tradición literaria como mero estudio de fuentes y de influencias. Cabe establecer en este punto una serie de cuestiones básicas de método:
El estudio de la Tradición Clásica, centrado en la supremacía del emisor, supone:
a) Un modelo “a en b” (p. e. “Horacio en España”), de naturaleza positiva, es decir, donde lo más importante son los datos, al margen de cualquier otra circunstancia. Se presupone que la naturaleza de la literatura antigua no cambia en nuevos contextos, es decir, que los datos son independientes de la interpretación que se les dé.
b) Influencia o imitación de modelos clásicos como criterio básico de relación entre autores antiguos y modernos. Las coincidencias estilísticas y temáticas quedan reducidas a la dicotomía entre tradición y poligénesis, es decir, lo que no es fruto de la influencia o la imitación se debe a la casualidad.
c) Acorde con lo anterior, entre lo antiguo y lo moderno se establece una relación de causalidad en una única dirección y se presupone un sentido lineal del tiempo que va desde el pasado al futuro: la metáfora de las fuentes literarias. Se entiende, pues, que el pasado es inmutable.
Un estudio alternativo, que considere las relaciones entre literaturas antiguas y modernas como “encuentros complejos”, conlleva unos presupuestos diferentes desde un planteamiento más simétrico entre antiguos emisores y modernos receptores:
a) Un modelo “a y b” (p. e. “la literatura latina y los modernos relatos fantásticos”), de carácter relacional y de naturaleza sistémica, donde los datos son interdependientes y no importa tanto la ocurrencia concreta de un dato como el lugar relativo que ocupa entre otros muchos. La literatura antigua es, ante todo, resultado de un delicado equilibrio interpretativo que depende de la conciencia que de ella se tenga a lo largo del tiempo, mediante su constante relectura dentro de nuevas claves estéticas.
b) Relación dialógica entre las obras antiguas y las modernas. No hablamos tanto de una relación de influencia o imitación como de un imaginario que los autores modernos construyen a partir de la literatura antigua, aunando diferentes tradiciones literarias. Singularmente, que Borges utilice a Plinio el Viejo en su obra es fruto de una tradición literaria moderna que nace en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX. Esta circunstancia va a plantear fenómenos complejos que van más allá de la mera tradición o de la mera poligénesis, pues hay grados intermedios dentro de la compleja red de relaciones que configura la cultura. Por ejemplo, el arquetipo de la historia del fantasma que aparece configurado en una carta de Plinio el Joven sigue estando vigente en modernas películas, y este hecho no puede explicarse ni por mera influencia ni por mera poligénesis: es preciso acudir a una compleja trama de intermediarios.
c) De acuerdo con la naturaleza sistémica o relativa de la literatura, es posible analizar las obras antiguas a la luz de las nuevas estéticas de la modernidad. La carta de Plinio el Joven sobre los fantasmas puede ser releída a la luz de los modernos relatos góticos y convertirse, de esta manera, en precursora de éstos. El sistema literario varía con la llegada de nuevos elementos, y es posible que lo que viene después modifique también lo anterior.
A partir de estos últimos presupuestos, cabe establecer un nuevo marco metodológico con el que dar cuenta de encuentros entre la literatura antigua y las modernas que no han sido satisfactoriamente explicados hasta el momento. Lo que desde un planteamiento tradicional no pasaría de lo anecdótico (la recreación imaginaria de un autor antiguo, la cita concreta de un texto real o ficticio, un comentario o una relectura audaz) es susceptible de ser analizado como un indicio que, unido a otros muchos, puede permitirnos reconstruir una historia no académica de la literatura antigua en los relatos modernos.
Francisco García Jurado
H.L.G.E.
1 comentario:
Naturalmente, estoy deseando leer la versión definitiva del artículo!! Ya sabemos que las relaciones entre la literatura de terror y la literatura clásica da mucho juego. Como ya te he comentado, en este tiempo en Harvard he podido comprobar que la cita de Séneca no es una anécdota aislada. Poe tiene más casos de dobles citas, una estrategia literaria que aparece ya consolidada en los relatos de terror.
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