A menudo el documento más discreto, el menos importante, es el que nos brinda un estado de la cuestión más certero. Una de las preguntas que suelo hacerme desde hace tiempo es qué visión de la Historia de la Literatura Latina se tenía entre los cuerpos docentes universitarios del siglo XIX, y cómo fue evolucionando. Resulta muy significativo observar la soterrada guerra que se plantea entre los partidarios de la vieja Poética dieciochesca y la moderna Historia de las literaturas. Un autor como Jacinto Díaz, maestro de Literatura Clásica de Menéndez Pelayo durante sus años barceloneses, si bien escribe el manual de Literatura Latina más reeditado en España no cree, ciertamente mucho en esta materia. Así habla de su labor al final del propio manual: "El trabajo empleado hasta aquí se reduce á presentar la biografía de la mayor parte de los escritores latinos antiguos, una reseña de sus obras, el análisis en globo de las principales, y la esposicion de alguna que otra de las doctrinas vertidas en las mismas." El autor, ciertamente, no tiene más que una noción acumulativa y superficial de la nueva disciplina. Desconoce, ciertamente, las diferencias esenciales entre historia externa e historia interna (filosófica) y no asume los nuevos planteamientos historiográficos que, en definitiva, vienen a plantear un estudio alternativo del ya marcado por la Poética: el devenir frente a la atemporalidad. Es por ello por lo que Díaz recomienda poco después que se lea la Guía del perfecto latino de Mata i Araujo, discreto humanista "de la transición", según expuse en otro blog anterior. Tales circunstancias me han hecho revisar con mucho interés el manual de Pérez Martín, editado en Valladolid en 1851 y vuelto a editar en 1882 por Juan Ortega Rubio, su yerno. Todavía me queda hacer un análisis detallado de ambas ediciones, pero no debe olvidarse que desde la primera fecha hasta la segunda el pensamiento historiográfico ha ido evolucionando, sobre todo desde los años sesenta, donde aparecen los primeros manuales de Literatura ordenados ya de una manera cronológica y no por géneros. Una característica relevante de este manual es su incorporación de autores del humanismo hispano al final del libro, a la manera de un "Resúmen general de la literatura latina y su restauración en España". Nótese el regusto ilustrado del término "restauración", que todavía no se enuncia como "Renacimiento", y que en definitiva es un concepto historiográfico de carácter romántico. Naturalmente, estas obras del humanismo hispano irán encontrando con el tiempo su lugar propio dentro del estudio literario, cuando acaben desgajadas del de la historia de la Literatura Latina como tal y no consigan, como quería Menéndez Pelayo en su lección de cátedra, incorporarlas a la Historia de la Literatura Española. En todo caso, volviendo a la reflexión del comienzo, se trata de un manual que muestra perfectamente el estado del pensamiento historiográfico, a caballo entre la vieja Poética y la nueva Historia, dos discursos en conflicto pero que se ven "condenados" a convivir incluso en los mismos libros escolares.
Francisco García Jurado
H.L.G.E.
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