Hace ya unos años, un joven paseaba por Alcobendas (Madrid) llevando en su mano una edición de Rayuela, de Julio Cortázar. Había comprado aquel libro por indicación de un amigo, y quedó fascinado ante el intrépido mecanismo que le permitía saltar de un capítulo a otro con relativa libertad. Rayuela era un juego literario, y hubo algo que le dejó especialmente confuso: una larga cita de un autor latino dentro de los llamados "capítulos prescindibles". El autor latino era Aulo Gelio, autor de las Noches áticas. El hecho de que ambos libros, Rayuela y las Noches áticas, pudieran leerse en libertad, que una y otra obra fueran collage y miscelánea, respectivamente, planteó una seria pregunta a aquel joven: ¿esta cita de Gelio en Cortázar responde al mero azar o hay una razón oculta para explicarla? La pregunta ha pervivido durante años, y un profesor de latín de la Universidad Complutense, acaso una sombra de aquel joven, tuvo la suerte de responderla. Este el inicio del trabajo que acaba de publicarse en Argentina, en la revista Argos (32, 2008-2009, pp. 45-63), de la Asociación argentina de estudios clásicos, con el título "La peculiar fortuna de Aulo Gelio en la moderna literatura argentina". POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE
Para Holford-Strevens, por su pasión y saber acerca de Aulo Gelio
Estamos acostumbrados a estudiar la fortuna de los autores clásicos hasta el siglo XVIII, donde parece que terminó para siempre una forma de relación con el mundo antiguo, precisamente la que explicamos dentro de los cauces de la tradición clásica. Sin embargo, cuando nos adentramos en los dos siglos posteriores, el XIX y el XX (no hablaremos del XXI, del que apenas tenemos aún conciencia), parece que las condiciones del estudio de esta tradición se vuelven más complejas, pues los clásicos dejan de ser parte de una convención compartida para convertirse en consciente elección frente a nuevas tradiciones, la popular y la moderna[1]. En el caso particular de Aulo Gelio, discreto escritor latino del siglo II de nuestra era y autor de la obra miscelánea titulada las Noches áticas, está claro que su fortuna tuvo su cénit en el siglo XVI y que ésta fue decreciendo a lo largo del XVII, sobre todo a medida que las misceláneas también caían en desuso ante nuevas formas de escritura más propias de la modernidad, como el ensayo[2]. Sin embargo, Aulo Gelio sigue vivo en la literatura moderna gracias, sobre todo, a su relectura en calidad de conjunto de relatos y de informaciones varias sobre asuntos variados. Es notable, por ejemplo, el caso del autor siciliano Andrea Camilleri, quien recrea, en homenaje a Vázquez Montalbán, un personaje llamado Montalbano, comisario y héroe cotidiano, con un espacio literario ubicado en una particular Sicilia. Sorprendentemente, Camilleri tiene un relato titulado “Lo que contó Aulo Gelio” dentro de su libro Un mes con Montalbano. Un conocido capítulo de las Noches áticas, precisamente el dedicado al episodio singular de Androcles y el león (Gel., 5,14), ha sido releído en clave detectivesca por Camilleri, que utiliza esta historia para explicar uno de los casos policíacos que narra. Sólo referiré el momento en que se nos habla explícitamente acerca de Gelio:
“Aquella noche se le caían los ojos de sueño y pensaba apagar la luz y echar un buen sueñecito, pero le llamó la atención un artículo largo dedicado a Aulo Gelio, con ocasión de la publicación de una selección de fragmentos de sus Noches áticas. El autor, después de haber dicho que Aulo Gelio, que vivió en el s. II después de Cristo, compuso su dilatada obra para entretenerse durante las largas noches invernales en su propiedad del Ática, concluía dando su opinión: Aulo Gelio era un escritor elegante de cosas absolutamente fútiles. Sólo cabría recordarlo por una historieta que contó, la de Androcles y el león.” [3]
El juicio sobre Gelio que aquí expone un crítico anónimo no resulta algo nuevo. El poeta Arturo Capdevila vio en Gelio el prototipo de la erudición vana, por lo que nuestro autor latino ha pasado a formar parte de esa nómina de eruditos inútiles que puebla la literatura. Precisamente, el poeta argentino Arturo Capdevila inaugura la peculiar historia de la presencia viva de un viejo libro en un siglo, el XX, y un lugar, el cono sur americano, donde, en principio, sería menos esperable encontrar un diálogo con Gelio, si lo comparamos con otras épocas y lugares, como, por ejemplo, las misceláneas renacentistas en Europa. Vamos a llevar a cabo este peculiar recorrido de la lectura de Aulo Gelio por la literatura argentina del siglo XX a partir de cuatro puntos de vista diferentes: la recreación de la figura del autor como tal autor, la cita de sus textos, el comentario que merece su obra y, finalmente, las posibilidades de relectura que ofrece para la modernidad. Para ello, utilizaremos, respectivamente, los testimonios de Arturo Capdevila, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges.
“Aquella noche se le caían los ojos de sueño y pensaba apagar la luz y echar un buen sueñecito, pero le llamó la atención un artículo largo dedicado a Aulo Gelio, con ocasión de la publicación de una selección de fragmentos de sus Noches áticas. El autor, después de haber dicho que Aulo Gelio, que vivió en el s. II después de Cristo, compuso su dilatada obra para entretenerse durante las largas noches invernales en su propiedad del Ática, concluía dando su opinión: Aulo Gelio era un escritor elegante de cosas absolutamente fútiles. Sólo cabría recordarlo por una historieta que contó, la de Androcles y el león.” [3]
El juicio sobre Gelio que aquí expone un crítico anónimo no resulta algo nuevo. El poeta Arturo Capdevila vio en Gelio el prototipo de la erudición vana, por lo que nuestro autor latino ha pasado a formar parte de esa nómina de eruditos inútiles que puebla la literatura. Precisamente, el poeta argentino Arturo Capdevila inaugura la peculiar historia de la presencia viva de un viejo libro en un siglo, el XX, y un lugar, el cono sur americano, donde, en principio, sería menos esperable encontrar un diálogo con Gelio, si lo comparamos con otras épocas y lugares, como, por ejemplo, las misceláneas renacentistas en Europa. Vamos a llevar a cabo este peculiar recorrido de la lectura de Aulo Gelio por la literatura argentina del siglo XX a partir de cuatro puntos de vista diferentes: la recreación de la figura del autor como tal autor, la cita de sus textos, el comentario que merece su obra y, finalmente, las posibilidades de relectura que ofrece para la modernidad. Para ello, utilizaremos, respectivamente, los testimonios de Arturo Capdevila, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges.
[1] García Jurado, F. “¿Por qué nació la juntura “Tradición Clásica”? Razones historiográficas para un concepto moderno”, CFC (Lat.) 2007, 27/1, pp. 161-192
[2] Así lo hemos estudiado en nuestra ponencia titulada “La antología inminente. Aulo Gelio y la literatura española del siglo XVI”, presentada al XX Coloquio Internacional de Filología Griega (Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, 5 de marzo de 2009).
[3] Andrea Camillero, Un mes con Montalbano, Barcelona, 1999, pp. 199-207.
FRANCISCO GARCÍA JURADO
No hay comentarios:
Publicar un comentario