Estando todavía reciente el recuerdo de su origen foráneo, el TESORO DE LA LENGUA CASTELLANA O ESPAÑOLA, de Sebastián de Covarrubias Orozco, compuesto en pleno siglo XVII, nos ofrece esta bella definción, no exenta de alcance moral:
"Yerba bastantemente conocida, que reducida en polvo se toma para expeler las humedades del celebro. Algunos le toman buscando el gusto que perciben o aprehenden en el olfato, con tanto vicio que no faltó quien dijese que tiene hechizo, por ver la fatiga y solicitud con que lo buscan y se melancolizan estos cofrades del tabaco cuando les falta. Pero hemos de confesar que no es más que vicio, porque no intentan hacer o saber algo por pacto explícito o implícito con el demonio, requisitos que piden un hechizo. Esta yerba es tan antigua que se usaba en tiempo de Plinio, como dice el lib.25 de su Natural historia: «Antiquitus plurimus usus fuit huius herbae ad levanda capitis vitia». El primero que la descubrió fue el demonio, haciendo tomarlo a sus sacerdotes y ministros cuando habían de profetizar lo que les consultaban, y el demonio les descubría lo que alcanzaba por conjeturas, mediante aquella cualidad atontados."
Qué hermoso es el castellano del siglo XVII. Cuando ahora decimos que "a alguien le entra el mono" antes, sencillamente, se "melancolizaba". FRANCISCO GARCÍA JURADO
1 comentario:
Hay una anécdota graciosísima sobre el tabaco que refiere Bill Bryson en su "Shakespeare" (RBA, 2009): resulta que en el Londres de la segunda mitad del XVI fumar tabaco era considerado un método profiláctico contra la peste, de modo que a los niños de Eton les zurraban si no habían consumido su ración diaria.
(Aviso: no conviene airear esta historia entre tertulianos radiofónicos ni dueños de bar)
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