Un hallazgo casual me llevó a descubrir un dato muy revelador para mi futuro como lector: entre las novedades que se exponían en la librería de la Facultad donde trabajo había un libro que no sé bien si definir como de Bioy Casares o sobre él. Se trataba de un volumen recopilatorio de reflexiones que me brindó un dato absolutamente inesperado. ¡Bioy Casares reconocía abiertamente su afecto por las Noches áticas escritas por Aulo Gelio! Este era el texto en cuestion:
“Pocos objetos materiales han de estar tan entrañablemente vinculados a nuestra vida como algunos libros. Los queremos por sus enseñanzas, porque nos dieron placer, porque estimularon nuestra inteligencia, o nuestra imaginación, o nuestras ganas de vivir. Como en la relación con seres humanos, el sentimiento se extiende también al aspecto físico. Mi afecto por las Noches Áticas de Aulo Gelio, dos tomitos de la vieja Biblioteca Clásica, abarca el formato y la encuadernación en pasta española.” (“A propósito de El libro de Bolsillo de Alianza Editorial y sus primeros mil volúmenes”, en D. Martino, ABC de Adolfo Bioy Casares, Alcalá de Henares, Ediciones de la Universidad, 1991, p. 179)
Quienes escriben la Historia saben perfectamente que algunos datos, antes o después, pueden convertirse en grandes acontecimientos debido a su trascendencia para el porvenir. Yo supe de inmediato que esta información iba a resultar fundamental para mi peculiar historia, aún no trazada, de la lectura moderna de Gelio, el autor de una obra miscelánea que podía leerse en el orden que uno quisiera, al igual que ocurría con Rayula de Julio Cortázar. Había conocido a este autor latino, precisamente, leyendo Rayuela, ya que uno de sus capítulos prescindibles es una transcripción de un texto de Gelio vertido al castellano. Volvía a ser sorprendente, como en Cortázar, que un autor latino no muy conocido fuera ocasión de cita tan elogiosa por parte de uno de los grandes cultivadores del relato fantástico moderno. El testimonio ofrecía datos preciosos, en especial el de la traducción al castellano de las Noches en la benemérita editorial Hernando, pues se trataba de la misma versión que había utilizado y citado Cortázar en Rayuela. Ya durante mis lecturas de Cortázar había descubierto que la traducción de Hernando no estaba en venta ni se encontraba en la biblioteca de la universidad, por lo que había que acudir como último recurso a la madrileña Biblioteca Nacional para poder consultarla. Debía volver a revisar esos dos pequeños libros que, según Bioy, habían estimulado sus ganas de vivir. Pero la historia no termina aquí. Queda por resolver cuál es el autor argentino que dio a conocer a Bioy y a Cortázar la existencia de Gelio. FRANCISCO GARCÍA JURADO
“Pocos objetos materiales han de estar tan entrañablemente vinculados a nuestra vida como algunos libros. Los queremos por sus enseñanzas, porque nos dieron placer, porque estimularon nuestra inteligencia, o nuestra imaginación, o nuestras ganas de vivir. Como en la relación con seres humanos, el sentimiento se extiende también al aspecto físico. Mi afecto por las Noches Áticas de Aulo Gelio, dos tomitos de la vieja Biblioteca Clásica, abarca el formato y la encuadernación en pasta española.” (“A propósito de El libro de Bolsillo de Alianza Editorial y sus primeros mil volúmenes”, en D. Martino, ABC de Adolfo Bioy Casares, Alcalá de Henares, Ediciones de la Universidad, 1991, p. 179)
Quienes escriben la Historia saben perfectamente que algunos datos, antes o después, pueden convertirse en grandes acontecimientos debido a su trascendencia para el porvenir. Yo supe de inmediato que esta información iba a resultar fundamental para mi peculiar historia, aún no trazada, de la lectura moderna de Gelio, el autor de una obra miscelánea que podía leerse en el orden que uno quisiera, al igual que ocurría con Rayula de Julio Cortázar. Había conocido a este autor latino, precisamente, leyendo Rayuela, ya que uno de sus capítulos prescindibles es una transcripción de un texto de Gelio vertido al castellano. Volvía a ser sorprendente, como en Cortázar, que un autor latino no muy conocido fuera ocasión de cita tan elogiosa por parte de uno de los grandes cultivadores del relato fantástico moderno. El testimonio ofrecía datos preciosos, en especial el de la traducción al castellano de las Noches en la benemérita editorial Hernando, pues se trataba de la misma versión que había utilizado y citado Cortázar en Rayuela. Ya durante mis lecturas de Cortázar había descubierto que la traducción de Hernando no estaba en venta ni se encontraba en la biblioteca de la universidad, por lo que había que acudir como último recurso a la madrileña Biblioteca Nacional para poder consultarla. Debía volver a revisar esos dos pequeños libros que, según Bioy, habían estimulado sus ganas de vivir. Pero la historia no termina aquí. Queda por resolver cuál es el autor argentino que dio a conocer a Bioy y a Cortázar la existencia de Gelio. FRANCISCO GARCÍA JURADO
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