domingo, 8 de abril de 2012
De las “Latinae Litterae” a la “Romana litteratura”: un importante salto conceptual
Un proyecto de investigación conlleva a veces que podamos conocer a personas con intereses afines a los nuestros que enriquecen nuestra propia visión de aquello que estudiamos. Este ha sido el caso de dos brillantes profesores que he tenido la suerte de encontrar mientras echaba a andar el proyecto de investigación “Historiografía de la literatura grecolatina en España: de la Ilustración al Liberalismo”. Desde Valencia, Joseph L. Teodoro, buen conocedor del jesuita expulso Mateo Aymerich, y desde Galicia, Xosé Antonio López Silva, cuya tesis doctoral acerca del benedictino Padre Sarmiento y los clásicos promete un interesante y cabal punto de vista sobre el mundo clásico y la Ilustración hispana. Entre otras cosas, este punto de vista conlleva que entendamos una serie de categorías propias de la época, como el concepto de Antigüedades. Este concepto irá transcendiendo del mero acopio de objetos antiguos dentro de un gabinete a una idea más abstracta que apunta ya a nuestra propia formulación de mundo antiguo. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGELos conceptos mediante los que definimos nuestros ámbitos de estudio son realidades cambiantes. La moderna filología clásica comenzó a formularse en Alemania y en alemán durante la transición que va de finales del siglo XVIII al XIX. Las “Antiquitates” pasan a ser la “Altertumwissenshaft” de F.A. Wolf, al tiempo que las “Latinae Litterae” se convierten en la “Römische Litteratur”. Los grandes eruditos del siglo XVIII todavía no hablaban de “Literatura Romana”, pues usaban expresiones que hoy día nos pueden resultar equívocas, como “Latina lingua” o “Bibliotheca Latina”. Por ello, resulta curioso que Mateo Aymerich utilizara ya en 1784 la expresión “Vetus Romana litteratura” dentro de su Specimen, dado que esta obra parte de las categorías desarrolladas en la “Bibliotheca Latina” de Fabricius-Ernesti. El gentilicio “Romana” implica un nuevo sentido nacional que contrasta con la universalidad del término “Latina”. El propio autor tiene que justificar en el prefacio de su obra por qué recurre al término “Romano” a la hora de hablar sobre los autores: “Eos autem Romanos litteratos appellat Auctor, de quibus constat, vel Romae, aut in Latio, ac educatos, aut origine Romanos fuisse, (quo ex forum nominibus dignosci potest,) vel qui, quamvis exteri, aut Romae, aut in provincias Romanis Imperio subjectis, honorifica obiere munia, aut familiaritate, amicitia, vel litterario commercio cum Romanis floruerunt)” (Traducción de F. García Jurado: «El autor llama
“romanos” a los hombres de letras de los que consta bien que fueron educados en
Roma o en el Lacio, o que fueron romanos por su origen (lo que puede
dilucidarse a tenor de sus nombres), o bien quienes, aunque foráneos,
desempeñaron cargos honorables en Roma o en las provincias sujetas a su poder,
o quienes florecieron bien por familiaridad, amistad o contacto literario con
los romanos»). El uso de “Romano” para los autores antiguos que han escrito en latín tiene diversas causas, bien geográficas, educativas, políticas o incluso meramente literarias. En todo caso, ya vemos en Aymerich una caracterización nacional de la antigua literatura latina, y en eso comienza a presentar puntos en común con el gran filólogo Wolf, que poco después publicará en Halle su programa de curso titulado “Geschichte der Römischen Litteratur”. Sin embrago, los manuales de literatura españoles, al cabo del tiempo, preferirán la fórmula “Literatura latina” antes que “romana”, seguramente por cierto sentido de una tradición terminológica que proviene fundamentalmente de la poética y la antigua "humanitas". Aymerich fue también en este sentido un autor adelantado a su tiempo. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO
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