Dado que nuestro viaje era económico, el alojamiento consistía en un hotel discreto y novísimo en la zona del barrio universitario de Samarcanda. Lo primero que hicimos tras dejar las maletas fue salir de paseo para comprobar lo transitable que era la nueva ciudad. Ya sabéis quienes leéis estos blogs desde hace tiempo que una de las pasiones que compartimos María José y yo es la de "patear" las ciudades, por difíciles que pueda ser recorrerlas. Samarcanda no parecía, ciertamente, muy complicada. Únicamente había que tener cuidado al cruzar algunas avenidas y, sobre todo, no caerse en las muchas acequias que recorren la zona exterior de las aceras. La verdad es que al caer la tarde estas acequias aportan frescura a la ciudad, pues llevan abundante agua. Cerca de nuestro hotel estaba la iglesia católica, la primera que veíamos en Uzbekistán desde que llegamos, hacía ya muchos días. No lejos de allí se encontraba también la iglesa ortodoxa, de inequívoco aroma ruso. Al fin, tras recorrer la arbolada avenida de la Universidad, vimos la famosa estatua de Tamerlán, cuya figura histórica, acallada por los soviéticos durante los largos años de dominación, volvió desde 1991 a ocupar el centro de la historiografía uzbeca. Como en tantos casos, estamos ante una recreación de la Historia, pues la Historia, no lo olvidemos, la escriben los vivos para evocar a los muertos. La gran estatua preludiaba ya el mausoleo donde está enterrado el personaje, no lejos de allí, precisamente junto a la calle dedicada a Ruy González de Clavijo, que describe de esta forma la ciudad tal como era en 1504:
"La ciudad de Samaricante está asentada en un llano e es cercada de un muro de tierra e de cavas muy fondas, e es poco más grande que la ciudat de Sevilla lo que es asy cercado pero fuera de la ciudat ay muy grand pueblo de casa que son ayuntadas como barrios en muchas partes, ca la ciudat es toda en derredor cercada de muchashuertas e viñas, e duran estas huertas en lugar legua y media e en lugar dos leguas, e la çiudat en medio, e entre estas huertas ay calles e plazas muy pobladas en que vive mucha gente, e venden pan e vino e carne e otras muchas cosas.
Asy, lo que es poblado fuera de los muros es muy mayor pueblo que lo que es cercado, e entre estas huertas que de fuera de la ciudat son estan las mas grandes e onradas casas, e el señor Tamerlan allí tenía los sus palacios e casas onradas, otrosy los grandes omnes de la ciudat las sus estancias e casas entre éstas las tenían, e tantas son estas huertas e viñas que acerca de la ciudat son, que cuando omne llega a la ciudat non paresce sinon una montaña de muy altos árboles e la ciudat asentada en medio. E por la ciudat e por entre estas huertas sobredichas ivan muchas açequias de agua, e en estas dichas huertas avía muchos melones e algodones (...)"
Parece mentira que todavía sean reconocibles muchas de las cosas que aquí se describen, como las acequias o el verdor. Sí me llamó la atención que el rótulo de la calle estuviera colocado sobre un muro que hacía de frontera entre, digamos, la ciudad de los turistas y la ciudad real. Tras el muro puede verse un barrio limpio, de aspecto humilde, de donde salen o a donde entran sus habitantes, unos curiosos, otros interesados en cambiar divisas a los turistas.
2 comentarios:
Disculpe Ud. Me dedico a estudiar ciudades o pequeños poblados históricos con acequias en sus calles. Antiguas acequias para conducir agua potable o para regar huertos familiares. Conoció algunos ejemplos en sus viajes? Podría decirme sus nombres? Y dónde están ubicadas?
Estimado Sr. Ponte:
Su pregunta, así como su estudio, parece interesantísimo. En realidad, fue Samarcanda el lugar donde tuve más conciencia de ese tipo de canalizaciones, ante el contraste de una gran ciudad dotada de este sistema de transporte de agua. Tendría que hacer memoria (mi mujer me recuerda ahora el osasis de Tozeur, en Túnez), pues no es algo que tuviera en mente. gracias por su comentario.
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