Hace ya mucho tiempo que conozco la obra de Rabelais, de la que tuve por primera vez noticia gracias a una colección por entregas, la Historia Universal de la Literatura, que compraba semana a semana en mi quiosco de prensa. En un principio, creí que "Gargantúa y Pantagruel" constituían una única novela, algo que los años y el estudio, sobre todo el trabajo que llevamos a cabo mi discípulo, el dr. Javier Espino, y yo mismo sobre los retratos de profesores de latín en la literatura, terminaron desmintiendo. De hecho, Rabelais publicó primero la vida del monstruoso Pantagruel, y luego la de su padre, Gargantúa, y ambas vidas fabulosas y carnavalescas fueron publicadas en la ciudad de Lyon. Esta ciudad, no casualmente, rivalizó con la propia París en el siglo XVI como ciudad renacentista. No en vano, estaba en el camino que llevaba hasta Italia. Montaigne pasó por Lyon de camino a las tierras italianas, y Rabelais ejerció como cirujano en el gigantesco hospital conocido como el Hôtel-Dieu, que hoy puede admirarse cuando cruzamos el Ródano, de camino a esa zona intermedia de Lyon que conocemos como la "Península". No es fácil ya adivinar en este contexto urbano, más propio de las reformas del siglo XIX que de la vieja ciudad del XVI, el mundo de Rabelais, pero siempre consuela adivinar lo que pudo haber antes de que existieran los nuevos edificios. En todo caso, me encontré con una imagen del propio libro de Rabelais en una de las famosas casas "trampantojo" de Lyon, donde sus ciudadanos, pintados en una pared, pero aparentemente reales, pasean para la eternidad. Me llevé a Lyon mi viejo libro de Rabelais, que ya fui leyendo en el avión. Me encantó volver a sus páginas, en especial a las bromas goliárdicas que se hacen con el latín medieval, a los terribles profesores de Gargantúa y Pantagruel, o a la hilarante llegada a París del primero. Todo ello, combinado con la visita a Lyon y a Vienne (María José tomó la certera iniciativa de visitar sus ruinas romanas) convirtió mi viejo libro de Rabelais en un libro renovado que ahora es mucho más que un libro. FRANCISCO GARCÍA JURADO
sábado, 27 de octubre de 2012
Deliciosa Lyon, y una lectura de Rabelais
Hace ya mucho tiempo que conozco la obra de Rabelais, de la que tuve por primera vez noticia gracias a una colección por entregas, la Historia Universal de la Literatura, que compraba semana a semana en mi quiosco de prensa. En un principio, creí que "Gargantúa y Pantagruel" constituían una única novela, algo que los años y el estudio, sobre todo el trabajo que llevamos a cabo mi discípulo, el dr. Javier Espino, y yo mismo sobre los retratos de profesores de latín en la literatura, terminaron desmintiendo. De hecho, Rabelais publicó primero la vida del monstruoso Pantagruel, y luego la de su padre, Gargantúa, y ambas vidas fabulosas y carnavalescas fueron publicadas en la ciudad de Lyon. Esta ciudad, no casualmente, rivalizó con la propia París en el siglo XVI como ciudad renacentista. No en vano, estaba en el camino que llevaba hasta Italia. Montaigne pasó por Lyon de camino a las tierras italianas, y Rabelais ejerció como cirujano en el gigantesco hospital conocido como el Hôtel-Dieu, que hoy puede admirarse cuando cruzamos el Ródano, de camino a esa zona intermedia de Lyon que conocemos como la "Península". No es fácil ya adivinar en este contexto urbano, más propio de las reformas del siglo XIX que de la vieja ciudad del XVI, el mundo de Rabelais, pero siempre consuela adivinar lo que pudo haber antes de que existieran los nuevos edificios. En todo caso, me encontré con una imagen del propio libro de Rabelais en una de las famosas casas "trampantojo" de Lyon, donde sus ciudadanos, pintados en una pared, pero aparentemente reales, pasean para la eternidad. Me llevé a Lyon mi viejo libro de Rabelais, que ya fui leyendo en el avión. Me encantó volver a sus páginas, en especial a las bromas goliárdicas que se hacen con el latín medieval, a los terribles profesores de Gargantúa y Pantagruel, o a la hilarante llegada a París del primero. Todo ello, combinado con la visita a Lyon y a Vienne (María José tomó la certera iniciativa de visitar sus ruinas romanas) convirtió mi viejo libro de Rabelais en un libro renovado que ahora es mucho más que un libro. FRANCISCO GARCÍA JURADO
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