Hace unos días, nuestro blog LECTORES AUDACES presentó la
primicia de una obra, cuando menos, diferente: «Lucha
pornográfica de griegos y latinos». Cultura clásica y «movida» durante los años
80 del siglo XX (Editorial Dínsula, Madrid, 2013), de ARTURO LARA. La reseña puede
consultarse en http://lectoresaudaces.blogspot.com.es/2013/01/cultura-clasica-y-movida-durante-los.html.
Hoy nos hemos acercado al pueblo del sur de Madrid donde Arturo Lara vive un
tiempo “detenido e intenso”, como él quiere describirlo, para contarnos algo
más acerca de su libro. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Hace mucho frío esta mañana de enero y quedamos en “el bar
del pueblo”, que es donde Arturo Lara, catedrático de griego jubilado, me
espera ya con un buen café entre sus manos. Rápidamente
nos reconocemos y comienza la buena sintonía entre nosotros. Como no soy
periodista, este género de la entrevista me resulta difícil, sobre todo porque
me aterra caer en los manidos tópicos, pero tengo que comenzar de alguna forma
a preguntarle, y así nos pusimos a hablar, grabadora en mano:
PREGUNTA. Buenos días, Arturo. Ahora me acuerdo de esos
periodistas que preguntan al autor sin haber leído el libro. Este no es mi
caso, como bien sabes. Me pregunto, no tanto por qué escribiste este libro
(pregunta manida), sino qué esperabas del lector.
RESPUESTA. Pues no te lo vas a creer, pero había, ante todo,
una necesidad de dialogar más allá del tiempo con ciertos coetáneos míos (y
otros no tanto) acerca de algo que vivimos de una manera y ahora,
probablemente, recordamos de otra. Mi libro, en realidad, es la vivencia que un
profesor de griego clásico tuvo de unos años donde todavía era joven y estaba
lleno de ilusión, y seguramente he querido, simplemente, narrar algo por el
gusto de hacerlo, por revivirlo en mi conciencia.
PREGUNTA. Sí, pero esto es algo que la gente normalmente
cuenta a sus amigos, me refiero verbalmente, sin que transcienda más allá, pero
tú no sólo has contado unas vivencias, has reflexionado de una manera metódica
sobre ello.
RESPUESTA. Lo que no iba a hacer es un libro sin pies ni
cabeza, o una suerte de catarata de recuerdos. Mi formación me impide ese caos
(palabra que me recuerda a Hesíodo), por feliz que fuera. Tenía que contar algo
que fuera, además, inteligible para personas que no han vivido los ochenta.
PREGUNTA. Entonces, entiendo que querías dejar un testimonio
de un momento dado desde una perspectiva que no es, ciertamente, la más común,
me refiero a la de un profesor de lenguas clásicas.
RESPUESTA. Claro, yo no tengo la perspectiva de un artista o
de un cantante. Al igual que pasó, por ejemplo, con los años treinta, donde
parece que sólo Dalí o Buñuel eran los
representantes de su época, hubo otra mucha gente, menos visible, pero no por
ello menos viva. Me gustó mucho vivir esos años porque reinterpreté mi pasión
por los autores griegos y latinos. Cavafis o Catulo eran compañeros de copas,
porque nos llevábamos los libros a los bares y los pubs, y leíamos a menudo
hasta que amanecía, pues sus textos embriagan tanto o más que un whisky.
PREGUNTA. ¿No podría ocurrir lo mismo hoy?
RESPUESTA. En mi caso no, por supuesto. Tengo ya otra edad y
deseos de tranquilidad. Seguramente algunos jóvenes harán lo mismo, pero
aquella lectura que hicimos los de mi generación fue irrepetible, como
irrepetible fue la lectura que de Rayuela hicieron los lectores de los
años setenta, o la que de Virgilio hizo el propio Dante. Es el mito de Heráclito, en suma, que nadie puede bañarse dos
veces en el mismo libro.
Así seguimos conversando durante un par de horas. Arturo
Lara me contó muchas anécdotas, me habló de sus decepciones y, finalmente, me
acompañó hasta la parada del autobús. De repente tuve esa sensación de que no
volveríamos a vernos, esa idea de que el fulgor de cualquier despedida no es un
engaño, como diría Francisco Brines. FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
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