Querido amigo, admirado poeta:
Algunas circunstancias, y ya no suelo incurrir en el
inoportuno ejercicio de hallar las causas, han hecho que por la mañana leyera a
Petrarca y ahora, por la tarde, como si se tratara de un puro servicio vespertino,
fueras tú el objeto de mis lecturas. Ha llegado a mis manos hoy tu libro
titulado El dueño del eclipse, de
quien Félix Grande, tan llorado, se ha convertido ahora en su merecido
destinatario. He recobrado la belleza de tus libros acariciado por la luz
dorada de la Sierra del Guadarrama (ya ves que se trata de una bella y
coherente combinación), he vuelto a visitar a “una sibila oscura”, que me
remonta a las hipálages y las deudas contraídas contigo, he entrevisto las
antiguas Siracusa y Babilonia, o la lluvia en Agrigento, acaso tan negra y tan
rara. Ya sabes que te has convertido en estilo, irremediable destino de los
buenos poetas. Toda esta emoción es ahora la que procuro expresar en estas
pobres palabras.
Admirado poeta y querido amigo, no creo que sea casualidad
que esta mañana, en las frías salas de espera de un laboratorio de análisis,
haya estado leyendo a Petrarca y que ahora te esté leyendo a ti, acariciado por
la doble belleza, material y lingüística, de tu libro y de un ocaso serrano. Acaso
las casualidades no se explican, sólo se sienten como obras que el tiempo pretende
hacer con el arte. FRANCISCO GARCÍA JURADO
4 comentarios:
Gracias, Paco
Sin contraste no hay emoción.
Sin contraste no hay emoción
Sin emoción no hay contraste.
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