Cuando en abril de 2007 acudimos a París para visitar la exposiciónde Praxiteles en el Museo del Louvre me llevé la grata sorpresa de encontrar un texto de Aulo Gelio precisamente en el prinel gran panel explicativo de la exposición. Gelio hablaba, claro está, sobre el escultor griego, a propósito de la palabra Humanitas. Como es frecuente que al comenzar el curso académico recurra a esta palabra en mis clases de introducción, y como sé que algunos de mis alumnos entra en el blog, he creído conveniente colocar aquí lo que cuenta el propio Aulo Gelio sobre la palabra y, al mismo tiempo, acompañar este texto con las apostillas que yo mismo hago en nota a pie de página al respecto dentro de mi traducción de Gelio en Alianza Editorial. Este es el texto de Gelio:
"Humanitas no significa lo que vulgarmente se entiende, sino que sólo utilizan la palabra con propiedad los que hablan de manera pura (Noches Áticas 13, 17)
Aquellos que crearon la lengua latina y quienes la han usado con propiedad no quisieron que humanitas fuera aquello que vulgarmente creemos y que entre los griegos se llama “filantropía”, con el significado de cierta virtud que conlleva la benevolencia hacia los hombres. Muy al contrario, aquellos llamaron humanitas prácticamente a lo que los griegos denominan paideia, es decir, lo que en nuestra lengua se refiere a la formación e instrucción en las artes liberales. Quienes sienten franco interés y deseo por tales disciplinas, éstos son propiamente los más humanistas. El cultivo y aprendizaje de estas disciplinas recibió el nombre de humanitas porque de entre todos los seres vivos tan sólo le fue dada a los humanos.
Así las cosas, casi todos los libros testimonian que los antiguos ya hicieron uso de esta palabra y, en especial, Marco Varrón y Marco Tulio Cicerón. Basta, pues, con ofrecer entretanto un solo ejemplo. Por ello, puse las palabras de Varrón tomadas del libro primero Sobre las cosas humanas, cuyo comienzo es el siguiente: “Praxiteles, quien a causa de su excepcional talento artístico no es desconocido para nadie que sea un poco humanista.” El término “humanista” no se refiere, como se dice vulgarmente, a una persona afable y benévola, incluso aunque sea lega en cuestiones literarias –no sería congruente con el texto citado-, sino a un individuo suficientemente leído e instruido como para conocer, gracias a los libros y a la historia, la importancia de Praxiteles. "
Así las cosas, casi todos los libros testimonian que los antiguos ya hicieron uso de esta palabra y, en especial, Marco Varrón y Marco Tulio Cicerón. Basta, pues, con ofrecer entretanto un solo ejemplo. Por ello, puse las palabras de Varrón tomadas del libro primero Sobre las cosas humanas, cuyo comienzo es el siguiente: “Praxiteles, quien a causa de su excepcional talento artístico no es desconocido para nadie que sea un poco humanista.” El término “humanista” no se refiere, como se dice vulgarmente, a una persona afable y benévola, incluso aunque sea lega en cuestiones literarias –no sería congruente con el texto citado-, sino a un individuo suficientemente leído e instruido como para conocer, gracias a los libros y a la historia, la importancia de Praxiteles. "
No viene mal ahora que recordemos algo sobre la tradición cultural del término:
Leonardo Bruni adapta en el primer humanismo un hallazgo léxico debido a Cicerón y recogido por Aulo Gelio: el término humanitas. El término, como si hubiera preludiado el Renacimiento, está concebido precisamente a la medida del ser humano. Cicerón expresa perfectamente el carácter de superación humana que encierran los studia humanitatis ac litterarum: “En efecto, si desde mi juventud y gracias a las enseñanzas de muchas personas y a muchas lecturas yo no me hubiera convencido de que en la vida ninguna otra cosa debemos buscar con ahínco sino la gloria y el honor y que para alcanzarlos debemos despreciar todos los sufrimientos corporales, los peligros de muerte y los destierros, nunca me hubiera enfrentado por vuestra seguridad a tantas y tan grandes batallas, a estos continuos asedios de hombres depravados. Pero todos los libros están llenos de buenos ejemplos, llenos de palabras de los sabios, llena toda la antigüedad; y todos ellos yacerían entre tinieblas si no existiera la luz de los libros. ¡Qué gran cantidad de modelos de hombres valerosísimos dignos no sólo de observar sino también de imitar nos han dejado representados en sus obras los escritores griegos y latinos! Al tener yo esos ejemplos siempre presentes en el ejercicio del gobierno del estado, modelaba mi carácter y mi inteligencia con la reflexión sobre esas excelentes personalidades.” (Cicerón, Discurso en defensa del poeta Arquías, 7, 14. Traducción de Antonio Espigares Pinilla).
De humanitas derivó el término “humanista” (“umanista”, en italiano, aparecido en 1490 en una de las Sátiras de Ariosto) y luego, ya a comienzos del siglo XIX, “humanismo”. No obstante, del Pro Archia de Cicerón a la Carta sobre el humanismo de Martin Heidegger ha habido una significativa evolución de la palabra: “En la época de la república romana se piensa, y se aspira a ella expresamente, por vez primera y bajo su nombre, la humanitas. El homo humanus se sitúa frente al homo barbarus. El homo humanus es aquí el romano, que eleva y ennoblece la virtus romana mediante la incorporación de la paidei/a tomada de los griegos. Los griegos son los griegos del helenismo, cuya cultura fue enseñada en las escuelas filosóficas. Esta cultura se refiere a la eruditio et institutio in bonas artes. La paidei/a así entendida fue traducida por “humanitas”. En Roma encontramos nosotros el primer humanismo. De ahí el que éste sea un fenómeno específicamente romano, surgido del encuentro de la romanidad con la cultura del helenismo. El llamado Renacimiento de los siglos XIV y XV en Italia es una renascentia romanitatis. Porque lo que importa es la romanitas, se trata de la humanitas, y por eso de la paidei/a griega (...). Pero si se entiende generalmente bajo “Humanismo” el esfuerzo porque el hombre sea libre para su humanidad y encuentre en ello su dignidad, entonces varía el humanismo según la concepción de la “libertad” y de la “naturaleza”. De igual manera se diferencia según los caminos de su realización. El humanismo de Marx no requiere una vuelta a la Antigüedad como tampoco el humanismo que Sartre concibe como existencialista.” (Martin Heidegger, Carta sobre el humanismo, Madrid, Taurus, 1970, pp. 15-16).
De humanitas derivó el término “humanista” (“umanista”, en italiano, aparecido en 1490 en una de las Sátiras de Ariosto) y luego, ya a comienzos del siglo XIX, “humanismo”. No obstante, del Pro Archia de Cicerón a la Carta sobre el humanismo de Martin Heidegger ha habido una significativa evolución de la palabra: “En la época de la república romana se piensa, y se aspira a ella expresamente, por vez primera y bajo su nombre, la humanitas. El homo humanus se sitúa frente al homo barbarus. El homo humanus es aquí el romano, que eleva y ennoblece la virtus romana mediante la incorporación de la paidei/a tomada de los griegos. Los griegos son los griegos del helenismo, cuya cultura fue enseñada en las escuelas filosóficas. Esta cultura se refiere a la eruditio et institutio in bonas artes. La paidei/a así entendida fue traducida por “humanitas”. En Roma encontramos nosotros el primer humanismo. De ahí el que éste sea un fenómeno específicamente romano, surgido del encuentro de la romanidad con la cultura del helenismo. El llamado Renacimiento de los siglos XIV y XV en Italia es una renascentia romanitatis. Porque lo que importa es la romanitas, se trata de la humanitas, y por eso de la paidei/a griega (...). Pero si se entiende generalmente bajo “Humanismo” el esfuerzo porque el hombre sea libre para su humanidad y encuentre en ello su dignidad, entonces varía el humanismo según la concepción de la “libertad” y de la “naturaleza”. De igual manera se diferencia según los caminos de su realización. El humanismo de Marx no requiere una vuelta a la Antigüedad como tampoco el humanismo que Sartre concibe como existencialista.” (Martin Heidegger, Carta sobre el humanismo, Madrid, Taurus, 1970, pp. 15-16).
No hay comentarios:
Publicar un comentario