Varios autores griegos aparecen como posibles proyectos de traducción en los epistolarios de Juan Valera, en especial Homero, Hesíodo y Esquilo. No se trata de meros autores, ni tan siquiera de una selección personal. Estos autores representan parate del imaginio romántico de la literatura clásica. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE
Sabemos que una de las características que definen a Juan Valera es su pasión "amateur" por el mundo clásico y, muy en especial, por las letras griegas, como podemos ver no sólo en su obra literaria, sino también en su epistolario. Es allí, precisamente, donde encontramos datos imprescindibles para el conocimiento de sus proyectos de traducción que normalmente quedaron en meros proyectos. El estudio de las alusiones a la literatura clásica en estos epistolarios es un buen exponente de las inquietudes estéticas de su época, por sorprendente que pudiera parecer. El fenómeno tiene carácter internacional, como también voy a mostrar al final de esta breve exposición. Es, sobre todo, en sus cartas a Menéndez Pelayo donde la traducción de textos griegos se convierte en un motivo recurrente, centrado, sobre todo, en torno a Esquilo, aunque no por ello dejan de mencionarse otros autores griegos tan señeros como Homero o Hesíodo.
En particular, el proyecto en buena medida frustrado de traducir a Esquilo supone un episodio curioso y notable que da buena cuenta de cómo fue su relación con Menéndez Pelayo. El mencionado episodio se prolonga durante cinco años en las cartas de los dos amigos, desde julio de 1878 hasta 1883. Coincidiendo con la celebración de las oposiciones a cátedra de Menéndez Pelayo, en las que Valera terminará formando parte del tribunal, éste propone en una importante carta donde acaban decantándose por la traducción de autores clásicos que comiencen traduciendo dos tragedias de Esquilo:
"Los clásicos -poetas sobre todo- aun no están traducidos en castellano. Traduzcamos, pues, uno. Por mal que lo hagamos -y perdone usted la inmodestia de mi parte-, haremos algo que ni siquiera se soñó jamás en España. Traduzcamos en verso las tragedias de Esquilo. Empecemos por Los Persas y el Prometeo. Elija usted entre las dos, y yo me quedo con la otra" (Carta de Valera a Menéndez Pelayo del 8 de julio de 1878)
Al cabo del tiempo, sólo Menéndez Pelayo tenia dos tragedias taducidas, y a pesar de los buenos propósitos de Valera, éste jamás llegó a traducir nada notable:
"Usted tiene ya traducidos el Prometeo y Los Siete sobre Tebas. Traduzca usted también Las Suplicantes. Si usted no le repugna, haré yo la trilogía, y Los Persas nos los reservamos para hechos entre los dos" (Carta de Valera a Menéndez Pelayo del 10 de octubre de 1879)
La elección de Esquilo respondió a lo que podemos llamar, sin ambages, una moda romántica. El Prometeo de Esquilo estaba, de hecho, completamente ligado al imaginario romantico. Recordemos que P.B. Shelley traduce el Prometeo para Lord Byron, y que en Norteamérica el transcendentalista H.D. Thoureau había elegido, curiosamente, las dos mismas tragedias que tradujo M. Pelayo: Los siete contra Tebas y Prometeo. Esta casualidad responde, por así decirlo, a una causalidad más profunda, dado que viene motivada por una corriente estética común. Esquilo, con su carácter de tragediógrafó arcaico, alimenta, como Homero, la imaginación romántica. Cabe, simplemente, lamentar que no podamos contar con esta traducción conjunta de Valera y Menéndez Pelayo que hoy sería seguramente una joya para buenos lectores y bibliófilos. FRANCISCO GARCÍA JURADO
2 comentarios:
Me parece que su griego no daba para mucho... si no era con el francés delante (la Didot, digo, la que le regalaron sus amigos de Santander). Para leer a Esquilo necesitaban más preparación.
En efecto, Ramón. Ocurre como con las traducciones de la Biblioteca Clásica que hizo Francisco Navarro, como la de Gelio o las cartas de Plinio el Joven, que están hechas a partir de un texto francés.
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