Fue en una feria del libro antiguo, a finales de los años ochenta del siglo pasado, cuando tuvo lugar el descubrimiento: un manual de literatura latina publicado en 1879. Creo que fue su prólogo lo que más me llamó la atención, pues se hacía en él una cariñosa referencia a un catedrático de literatura latina, y este mismo catedrático aparecía casualmente al comienzo de la inolvidable novela Fortunata y Jacinta. La curiosidad es mi debilidad, siempre lo ha sido, y no dejé de indagar hasta dar con la identidad de aquel hombre, el impar Alfredo Adolfo Camús. Precisamente, esta mañana, volviendo de una exposición sobre modernismo del Museo de Bellas Artes de Sevilla, hemos pasado María José y yo, con nuestra entrañable y pequeña familia sevillana, por la puerta de la facultad de Bellas Artes, antigua Facultad de Filosofía y Letras donde Camús y Amador de los Ríos cursaron parte de sus estudios. Así pues, los manuales de literatura griega y latina se han ido convirtiendo poco a poco en una pequeña gran pasión. Su valor como conjunto, como patrimonio educativo, desde que Casto González Emeritense publicaran los primeros, en tiempos de Carlos IV, es incalculable. Llevo estudiándolos y recopilándolos hace ya muchos años, y de vez en cuando, como sabéis quienes me leéis regularmente, suelo comentar algunos de ellos en estas páginas. Al cabo del tiempo, gracias a familiaridad con estos materiales, he logrado trazar una primera historia de los mismos. Así pues, he intentado seguir los pasos de mis maestros, José Carlos Mainer y Leonardo Romero Tobar, que han trazado la historiografía de literatura española. Más recientemente, Antonio Martín Ezpeleta, ahora en Harvard, ha publicado un memorable estudio sobre los manuales de literatura española contemporáneos a la generación del 27. Debo hacer a mis admirados maestro una observación sobre mi objeto de estudio, la historiografía de la literatura latina en España. Lo que debo decirles es que este pequeño mundo es variado y multiforme, y que guarda interesantes contactos con la propia historiografía de la literatura española. Ahí están las afinidades que algunos manuales de literatura española guardan con los libros de Gil de Zárate, Amador de los Ríos, o Juan Hurtado y González Palencia, y no deben olvidar esa tierra incierta que hasta los años treinta va a ser la llamada literatura hispano-latina.
Por si fuera poco, cabe llamar la atención sobre la conciencia que acerca de la historia de la literatura latina han tenido autores como Pérez Galdós o Clarín (mi discípula Salomé Blanco ha terminado una valiosa tesis de máster acerca del papel que la comedia latina adquiere durante la edad de plata de la cultura española gracias a la historiografía literaria). Un pequeño mundo fascinante que me ha proporcionado argumentos, que me ha hecho mejor como docente e investigador. Una investigación que se vuelve pasión. Ahora he conseguido que mi "Ensayo de una Historiografía de la Literatura Latina en España (1778-1936) aparezca en el número 8 de la Revista de Estudios Latinos (ReLat 8, 2008, 179-201). Quien lo quiera puede escribirme para que le envíe separata electrónica. Mi colega el profesor Antonio Moreno ha hecho posible que este trabajo haya llegado hasta tan buen puerto, y le quedo agradecido por ello.
Sólo me queda hoy ofrecer un resumen de mi aportación, sólo una palabras para resumir unos cuantos años de pasión investigadora:
Este trabajo explica la génesis, desarrollo y conceptualización de la disciplina que conocemos como Historia de la Literatura Latina dentro del ámbito académico español, entre 1778 y 1936. Además de analizar las principales características que la definen, recorreremos las etapas que explican su proceso de construcción, desde el estudio bibliográfico y cronológico hasta el puramente histórico. Así las cosas, nuestro propósito es trazar una historia intelectual de las historias de la Literatura Latina en España, sin olvidar algunos estudios particulares relativos a la materia en cuestión, desde la fundacional Vida de Virgilio (1778) de Mayáns hasta el discurso de Joaquim Balcells sobre Catón el Viejo, leído en Barcelona en julio de 1936. Sucintamente, nuestras etapas son las de la Historiografía ilustrada (Mayáns, González Emeritense), la romántica (Terradillos, Camús, Costanzo), la historicista (Canalejas, Menéndez Pelayo, González Garbín) y la idealista/positivista, ya a comienzos del siglo XX (González de la Calle, Alemany Selfa).
FRANCISCO GARCÍA JURADO
H.L.G.E.
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