martes, 17 de diciembre de 2013

Miscelánea como no-ensayo


Ando de nuevo con mis dos libros de cabecera, los Ensayos de Montaigne y las Noches áticas de Gelio. Creo que no se ha trabajado suficientemente en la relación compleja que existe entre ambas obras o, más bien, entre lo que representan: el moderno ensayo frente a la antigua miscelánea, respectivamente. FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Es un hecho que Montaigne apenas cita tres veces al autor latino, pero esta circuntancia ha de valorarse, más bien, de una manera cualitativa. Quiero decir con esto que tres citas pueden ser muchas si consideramos a éstas como la punta de un profundo iceberg. La miscelánea de Gelio supone una forma forma de ver el mundo a partir del AZAR. Él mismo declara que ha compuesto su obra desde un ORDO FORTUITUS, en la esperanza de que ese modo imprevisto de organización de su obra termine encontrando un sentido completo en el posible lector. Es algo así como un rompecabezas que ha de aspirar al orden. Sin embargo, Montaigne parte del escepticismo con respecto a un orden válido o posible. Lo que para Gelio es un medio, para Montaigne constituye una visión del mundo que conecta perfectamente con la interpretación posmoderna del mundo: ausencia de orden y de sistema. En este sentido, y como voy a proponer en un artículo que ahora termino sobre la lectura del Gelio en el siglo XVI, la miscelánea es una forma de no-ensayo, cuando aquélla se analiza de manera retrospectiva desde esta nueva formulación ensayística. La miscelánea supone la tesis, mientras que el ensayo sería la antítesis. Desde esta formulación dialéctica, el paso al ensayo moderno supone la superación de la antigua erudición meramente acumulativa. Una idea de este tipo desarrolló Ortega en sus Meditaciones del Quijote cuando comparó a la vieja erudicion con la Alquimia, frente al ensayo convertido ya en moderna Química.

Por tanto, el hecho de que termine cristalizando una forma nueva de escritura, la ensayística, precisamente como reacción a la antigua miscelánea, la vigilia o elucubración, hace posible que Gelio se pueda leer a partir de ese nuevo marco en términos de autor de “no-ensayo”. Una primera forma de aproximarse a esta modalidad de escritura es la que se encuentra en la epístola humanística de Fray Antonio de Guevara. Según Antonio Orejudo en su edición de las Epístolas familiares de 1995, a partir del Renacimiento la carta busca sobre todo la expresión de lo personal, ocupándose de cuestiones hasta entonces inabordables. La epístola literaria funda así un nuevo espacio comunicativo que terminará desembocando en la novela y el ensayo.

Así las cosas, ¿cabría pensar en una lectura de Aulo Gelio en la nueva clave ensayística? Nuestra propuesta quedó expresa en la introducción preparada para las Noches Áticas que se publicaron en Alianza Editorial (2007, 18): “(…) la demostración más o menos feliz de la capacidad de Gelio como ensayista avant la lettre resulta estéril. Lo fundamental, en mi opinión, es tener presente que la creación moderna del ensayo ha provocado una mirada nueva sobre Gelio, en algún caso curiosa (…)”. El paso de una lectura propia de la miscelánea erudita a una lectura “ensayística” del propio Gelio, conlleva, paradójicamente, la superación del propio autor clásico, ya que el ensayo moderno comienza a rebasar la autoridad de tales autores, manteniendo con ellos una relación dialéctica. Esto explica, seguramente, la relación compleja que Montaigne mantiene con uno de sus antecesores fundamentales (junto a Plutarco y Séneca). Montaigne no puede citar a Gelio porque si bien su nueva prosa ensayística debe mucho al autor latino ésta se configura, precisamente, a partir de su consciente rechazo a la miscelánea.

Francisco García Jurado
H.L.G.E.