martes, 5 de abril de 2011

LA ENEIDA Y LA BIBLIOTECA PERSONAL JORGE LUIS BORGES

El sábado pasado estaba con María José y mi madre en Alcobendas. Me detuve con ellas junto al escaparate de la librería Quevedo para contarles algo que me ocurrió, más bien, que no me ocurrió, hace muchos años. Acababa de salir la obra "Los conjurados" de Jorge Luis Borges, creo que en 1985, y se encontraba allí, ante mí, en el escaparate que a día de hoy sigue igual, pero con otros libros. No compré Los conjurados pensando, como siempre, que ya habría tiempo más que de sobra de adqurirlo en otra ocasión y que, en definitiva, se trataba de un escritor vivo. Así es como me perdí la oportunidad de tener una primera edición de Borges, que poco después fallecería para ser inmortal. Lo que no hice, sin embargo, fue perderme el festín de buena parte de su Biblioteca Personal, que apareció en los quioscos a finales de los años 80. De entre todos aquellos prólogos debo destacar el que dedica a la Eneida. Hoy sólo presento aquí el texto. No voy a comentar nada, pero debéis saber que este prólogo da para un libro. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE El prólogo a la Eneida escrito por Jorge Luis Borges: Publio Virgilio Marón: La Eneida Una parábola de Leibniz nos propone dos bibliotecas: una de cien libros distintos, de distinto valor, otra de cien libros iguales todos perfectos. Es significativo que la última conste de cien Eneidas. Voltaire escribe que, si Virgilio es obra de Homero, éste fue de todas sus obras la que le salió mejor. Diecisiete siglos duró en Europa la primacía de Virgilio; el movimiento romántico lo negó y casi lo borró. Ahora lo perjudica nuestra costumbre de leer los libros en función de la historia, no de la estética. La Eneida es el ejemplo más alto de lo que se ha dado en llamar, no sin algún desdén, la épica artificial, es decir la emprendida por un hombre, deliberadamente, no la que erigen, sin saberlo, las generaciones humanas. Virgilio se propuso una obra maestra; curiosamente la logró. Digo curiosamente; las obras maestras suelen ser hijas del azar o de la negligencia. Como si fuera breve, el extenso poema ha sido limado, línea por línea, con esa ciudadosa felicidad que advirtió Petronio, nunca sabré por qué, en las composiciones de Horacio. Examinemos, casi al azar, algunos ejemplos. Virgilio no nos dice que los aqueos aprovecharon los intervalos de oscuridad para entrar en Troya; habla de los amistosos silencios de la luna. No escribe que Troya fue destruida; escribe Troya fue. No escribe que un destino fue desdichado; escribe De otra manera lo entendieron los dioses. Para expresar lo que ahora se llama panteísmo nos deja estas palabras: Todas las casas están llenas de Júpiter. Virgilio no condena la locura bélica de los hombres; dice El amor del hierro. No nos cuenta que Eneas y la Sibila erraban solitarios bajo la oscura noche entre sombras, escribe: Ibant obscuri sola sub nocte per umbram No se trata, por cierto, de una mera figura de la retórica, del hipérbaton; solitarios y oscura no han cambiado su lugar en la frase; ambas formas, la habitual y la virgiliana, corresponden con igual precisión a la escena que representan. La elección de cada palabra y de cada giro hace que Virgilio, clásico entre los clásicos, sea también, de un modo sereno, un poeta barroco. Los cuidados de la pluma no entorpecen la fluida narración de los trabajos y venturas de Eneas. Hay hechos casi mágicos; Eneas, prófugo de Troya, desembarca en Cartago y ve en las paredes de un templo imágenes de la guerra troyana, de Príamo, de Aquiles, de Héctor y su propia imagen entre las otras. Hay hechos trágicos; la reina de Cartago, que ve las naves griegas que parten y sabe que su amante la ha abandonado. Previsiblemente abunda lo heroico; estas palabras dichas por un guerrero: Hijo mío, aprende de mí el valor y la fortaleza genuina; de otros, la suerte. Virgilio. De los poetas de la tierra no hay uno solo que haya sido escuchado con tanto amor. Más alla de Augusto, de Roma y de aquel imperio que a través de otras naciones y de otras lenguas, es todavía el Imperio. Virgilio es nuestro amigo. Cuando Dante Alighieri hace de Virgilio su guía y el personaje más constante de la Comedia, da perdurable forma estética a lo que sentimos y agradecemos todos los hombres. Jorge Luis Borges, Biblioteca personal.

domingo, 3 de abril de 2011

HACIA LAS HISTORIAS NO ACADÉMICAS

Cuando nos adentramos en la literatura del siglo XX podemos contemplar la complejidad que tiene en sí misma la propia historia de las lecturas, en especial las que no son académicas. Particularmente compleja es la historia de las lecturas no académicas de un poeta como Virgilio durante el convulso siglo pasado. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE El acicate que llevó a una nueva lectura, probablemente tiene lugar cuando en 1884 un ferviente decadentista, Joris Karl Huymans, publica su novela Al revés, donde considera a Virgilio como paradigma del encorsetamiento de la llamada Edad de Oro de la literatura latina y como vacío cantor de la naturaleza, en unos tiempos donde el lema artis natura magistra se está quebrando a favor del rebuscado artificio. Unos años después, a comienzos del siglo XX, el portugués Eça de Queiroz replica al francés y nos devuelve en su novela La ciudad y las sierras a la naturaleza y al poeta latino, si bien todo ello apunta a una nueva consideración de su carácter de clásico, precursora de Italo Calvino, pues ahora se trata de un compañero de viaje. Esta es la situación que nos resume, con tono inocente, Antonio Machado en un apunte de su cuaderno Los Complementarios: “Virgilio. Si me obligaran a elegir un poeta, elegiría a Virgilio. ¿Por sus Églogas? No. ¿Por sus Geórgicas? No. ¿Por su Eneida? No. 1º Porque dio asilo en sus poemas a muchos versos bellos de otros poetas, sin tomarse el trabajo de desfigurarlos. 2º Porque quiso destruir su Eneida ¡tan maravillosa! 3º Por su gran amor a la naturaleza. 4º Por su gran amor a los libros. Ibant obscuri sola sub nocte per umbram, perque domos Ditis vacuas, et inania regna; quale per incertam lunam sub luce maligna est iter in silvis, ubi caelum condidit umbra Jupiter, et rebus nox abstulit atra colorem. Eneida = Canto VI.” (Antonio Machado, Los Complementarios, p. 34 de la trascripción y 14R del cuaderno de Machado) Pero no nos llamemos a engaño, pues tras esta fresca e inocente impronta virgiliana de Machado hay mucho de la historia de la crítica y la lectura precedente sobre el poeta latino. Probablemente, se trata de una reacción al decadentismo y un sincero afán de recuperación de un poeta considerado inalcanzable en otras épocas, representante otrora de un canon agonístico, tan propio del romanticismo y de la angustia de las influencias descrita por Bloom, pero que ya ha perdido su razón de ser. Frente a ello, asistimos, desde la simplicidad y la frescura del apunte machadiano, a la contemplación de un Virgilio que supera los géneros, el bucólico, el didáctico y el épico, para recobrar su unidad como poeta. También es importante observar que no es tachado de plagiario, lo que pone fin a una larga tradición que desde la Antigüedad llega a su máxima expresión en la época moderna, desde autores dieciochescos como Voltaire hasta Huysmans. Este Virgilio, que quiere quemar su obra maestra, ama la naturaleza, algo que, tras el artificioso decadentismo, supone un rasgo más que buscado e intencional, un hilo conductor al propio descubrimiento de la naturaleza y del paisaje que nos muestran los autores del 98. Finalmente, y en una pincelada biográfica inédita, pero verosímil, ama los libros. El apunte termina con unos versos conocidos y geniales del libro VI de la Eneida, el primero de ellos será el más amado de Borges, que luego lo recreará para su propia Eneida, cuando la hipálage ("iban oscuros bajo la noche solitaria por entre la sombra) se convierta en la llave que permita bajar a los infiernos y transcender el tiempo (la dedicatoria a Leopoldo Lugones). FRANCISCO GARCÍA JURADO