viernes, 27 de noviembre de 2009

HERMANN Y DOROTEA: ECOS CLÁSICOS ANTE UN MUNDO EN CRISIS


Hoy tengo ganas de recordar una obra cuya importancia para la historia de la literatura y del humanismo en general es tan grande como su actual olvido. Recordad que no por saber menos somos necesariamente más modernos o felices.
Hermann y Dorotea, de J. W. Goethe, como peculiar muestra de lo que el autor alemán quiso que llegara a ser un nuevo género en el que el ciudadano burgués fuera una transposición del antiguo héroe épico, supone, frente al culturalismo de algunas de sus obras anteriores, como las Elegías romanas, una actuación humanizada de las fuentes literarias en cuestión. Se trata de una pequeña obra que tuvo en su momento gran celebridad. El libro se divide en nueve cantos, cada uno dedicado a una musa, y su estilo trata de imitar el hexámetro de la épica homérica. El poema pretende dar un sentido a la historia y a la vida humana tras las consecuencias devastadoras de la Revolución Francesa de 1789 mediante la interpretación trascendente de los ecos clásicos, entendidos éstos como una clave para poder comprender los acontecimientos futuros. A ello se suma, además, un “idilio burgués” de marcado carácter pastoril que permite establecer una singular asociación entre la tradición clásica y el amor universal. Dado este planteamiento, tenemos un esquema argumental muy sencillo: Hermann, el joven protagonista, se enamora de una bella joven que huye entre los desgraciados ciudadanos que se han visto obligados a dejar sus casas a causa de la invasión francesa. Nuestro protagonista logra el consentimiento de sus padres para ir a buscar a esta joven, llamada Dorotea, que terminará siendo su esposa. El análisis más detenido de tres aspectos (autor antiguo, características e intención) muestra una serie de hechos relevantes:

a) El autor antiguo que ha elegido Goethe como modelo de su epopeya es Homero, lo que no responde a un hecho casual. De un lado, hay una razón biográfica, como es la reacción que experimenta Goethe frente a la tradición clásica más culta de los poetas latinos (Tibulo, Propercio) tras uno de sus viajes a Italia. De otro lado, desde el punto de vista de la historia literaria y de la estética, se está produciendo una recuperación de Homero, tan denostado como poeta bárbaro en los tiempos de la “Batalla de los antiguos y los modernos”, de la que se hacen eco, entre otros, autores como Perrault o Swift. En palabras de Antonio Tovar, “el helenismo directo, cuando Werther lee a Homero y Shelley arrostra la tormenta fatal con Sófocles en el bolsillo, coincide precisamente con la aparición de la gran escuela alemana filológica”. Son los tiempos de la Ilíada en la versión alemana de Johann Heinrich August Voss, que Goethe lee a un selecto auditorio allá por 1796, como nos cuenta en sus Diarios y Anales: “Poco a poco fuese consolidando una tertulia de hombres cultísimos que todos los viernes reuníase en mi casa. Leí yo un canto de la Ilíada, de Voss, granjéeme aplauso, despertó gran interés el poema y expresóse glorioso reconocimiento al traductor”.

b) Homero se contextualiza en esta obra de Goethe merced a una serie de innovaciones formales, tales como la libre adaptación que hace del hexámetro dactílico:

Also gingen die zwei entgegen der sinkenden Sonne,
Die in Wolken sich tief, gewitterdrohend, verhüllte,
Aus dem Scheleier, bald hier bald dort, mit glühenden Blicken
Strahlend über das Feld die ahnungsvolle Beleuchtung.
(Hermann und Dorothea, “Melpomene” vv. 1-4)

“Sus pasos seguían el camino del sol, que se dirigía a su descanso entre impresionantes nubes que eran presagio de tormenta. A intervalos no regulares, el sol se escondía o se asomaba enrojeciendo las nubes y vertía sobre los campos una luz irreal.” (J,W.Goethe, Hermann y Dorotea. Traducción de Rafael Ballester, Barcelona, Bruguera, 1984, p. 89)

Asimismo, podemos apreciar cómo el uso de ciertos adjetivos nos recuerda a los epítetos homéricos:

Und es sagte darauf der edle verständige Pfarrherr (“Melpómene” v. 78)

“Haciendo gala de gran discreción, el bondadoso cura atendía en silencio.” (“Melpómene”)

Se trata, en definitiva de verter un vino nuevo, es decir, un asunto propio de la sociedad burguesa de finales del siglo XVIII, en los viejos odres de la épica homérica.

c) En tercer lugar, las razones por las que Goethe hace este sorprendente uso de Homero tratando de imitar sus versos responde a un complejo planteamiento que tiene su referente histórico en un hecho tan fundamental como la quiebra de valores que supuso la Revolución francesa de 1789. Estamos, pues, ante una de las muestras más representativas del uso del humanismo clásico como reacción frente a tales eventos revolucionarios. Las viejas formas homéricas, convenientemente actualizadas, sirven para conformar este ensayo de “idilio burgués” que encuentra, asimismo, referentes clásicos en la “novela pastoril”. El idilio es, en definitiva, el que nos propone el amor (en este caso el amor familiar) como única salvación posible frente al caos, y así lo expone Hermann al final de la obra:

Desto fester sei, bei der allgemeinen Erschüttrung
Dorotea, der Bund! Wir wollen halten und dauern,
Fest uns halten und fest der schönen Güter Besitztum (“Urania” vv. 299-301)

“Dorotea, espero que nuestro próximo matrimonio, concertado en un tiempo de caos, sea afortunado hasta nuestro último día. Hagamos que el infortunio se aleje de nosotros, y lo conseguiremos si permanecemos siempre unidos; hagamos que nuestra vida sea enteramente nuestra, pues es la verdadera riqueza que se nos ha dado, y luchemos para conservar lo que hemos heredado, y así podremos disfrutar con más ilusión del futuro que nos aguarda” (“Urania”)

Finalmente, la dedicatoria de cada canto a una musa, tal y como lo hiciera Herodoto en sus Nueve libros de la Historia, es la que nos da la idea más clara de la dimensión trascendente que tiene en esta obra el humanismo clásico. A este respecto, es fundamental el comienzo del canto noveno, dedicado a Urania, musa de la Astronomía:

Musen, die ihr so gern die herzliche Liebe bugünstigt,
Auf dem Wege bisher den trefflichen Jüngling geleitet,
An die Brust ihm das Mädchen noch vor der Verlobung gedrückt habt:
Helfet auch ferner den Bund des lieblichen Paares vollenden,
Teilet die Wolken sogleich, die über ihr Glück sich heraufziehn!
Aber saget vor allem, was jetzt im Hause geschiehet! (“Urania”, vv. 1-6)

“Musas que hacéis realizable el amor que sale del corazón, que habéis conducido hasta este lugar al joven de tan altas virtudes en su difícil itinerario y habéis querido que fuera posible el abrazo con su amada antes de aceptar ser su prometida, no los abandonéis en ningún momento: haced que se produzca la unión de estos dos seres y que muy pronto desaparezcan las nueves que amenazan su cielo de felicidad. Entretanto, relatadnos lo que pasaba en el hogar de Hermann.” (“Urania”)

Lo más singular, en nuestra opinión, es esta sugerente asociación entre ese clasicismo humanizado del que hace uso Goethe con el amor. En uno y otro caso, ambos contribuyen a resolver el caos de los acontecimientos.


Francisco García Jurado

H.L.G.E.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

UNA HERMOSA REFLEXIÓN DE LEOPOLDO ALAS "CLARÍN" SOBRE LOS CLÁSICOS


A los seguidores de este blog, a los más antiguos y a este que acaba de hacerse seguidor.


Quiero hoy esconderme discretamente tras un texto de mi admirado Leopoldo Alas "Clarín", que escribe recordando a su maestro de Literatura latina de la Universidad Central de Madrid, Alfredo Adolfo Camús. Todavía hay quien supuestamente ama la Antigüedad en odio a lo moderno, como dice el escritor ovetense, e incluso quienes aman lo moderno en odio a lo antiguo, añado yo mismo. Ahora que llevo ya cerca de quince años estudiando las complejas relaciones entre lo antiguo y lo moderno echo una mirada atrás. Poco a poco se van abriendo paso mis propuestas, poco a poco me "canonizo" con ellas, y esto me hace pensar en las paradojas del tiempo. Mis historia no académicas de la literatura van siendo un territorio cada vez más compartido, y no dudo de que este blog ha contribuido decisivamente a ello. Me gusta pensar que alguna de mis ideas me sobrevivirán. Ahora leed a Clarín:


“Hay dos clases de eruditos: los que aman la antigüedad en odio a lo moderno, y los que, ansiosos de conocer la belleza donde quiera que esté, se toman el trabajo de estudiar la antigüedad para conocer también sus obras notables. Camús es de estos últimos. En sus cátedras de literatura latina y de literatura griega no hay fronteras; se habla de todas las literaturas; en el examen se pregunta el argumento de El Mercader de Venecia y la intención de Atta Troll de Heine.
No ha habido afectación ni pedantería en la empresa llevada a feliz término por los discípulos del anciano ilustre; para Camús no hay más atrevimiento en resucitar a Plauto que en resucitar a Tirso. En España parece esto muy extraño, y es porque aquí los eruditos casi siempre han sido pedantes y oscurantistas; han amado lo viejo, sin entenderlo, en odio a lo nuevo; y de ahí esa protesta general de las fuerzas vivas del ingenio español contemporáneo. Por desgracia la reacción ha ido demasiado lejos, hemos corrido contra el enemigo verdadero y contra quien no lo era. Con el dómine hemos derrotado a Horacio. ¡Horacio! ¡Un poeta más moderno que muchos de los que hoy pretenden representar el lirismo del siglo! (...)” (Leopoldo Alas «Clarín», “Palique. Plauto en escena”, publicado en La Unión, nº 373, 14 de diciembre de 1879)


Francisco García Jurado

H.L.G.E.

martes, 24 de noviembre de 2009

SOBRE LA MENTIRA Y LOS MENTIROSOS: MONTAIGNE Y PEDRO MEJÍA


Ahora que al fin termino uno de mis trabajos más ambiciosos, precisamente el estudio sobre Aulo Gelio y la literatura española del siglo XVI, se me vienen a la cabeza diversas reflexiones que sólo la tranquilidad de la mañana me proporcionan. Cuando veo las posibilidades que tiene una investigación general acerca de Aulo Gelio y la literatura escrita en catellano a lo largo de todos los tiempos, pienso en cómo las fronteras nacionales se vuelven, una vez más, sutiles, pues este estudio no puede tener lugar sin la ocurrencia de otros autores modernos que, sin embargo, no escriben en castellano. Pienso ahora en el ejemplo magnífico de Pedro Mejía haciendo de intermediario entre Aulo Gelio y Michel de Montaigne. Ni Mejía y Montaigne son muy dados a hacer especulaciones gramaticales en sus respectivas obras, al contrario de lo que hace Gelio. No obstante, las reflexiones del ensayista francés acerca de “decir mentira” y “mentir” (“Des menteurs”, Ensayos I, 9) parecen estar inspiradas en la versión francesa del texto que Pedro Mejía dedica a la mentira y que parte, a su vez, de Gelio (Noches áticas 11, 11):

“Pero, porque no todos lo entienden bien, declaremos agora la diferencia y distancia que puede aver entre dezir mentira y mentir, y en quántas maneras puede ser, pues Aulo Gelio y otros de más autoridad se preciaron de tratarlo y es cierto que no es siempre todo uno. Y, para mejor entenderse, se sepa primero que mentir es afirmar o negar el hombre algo al contrario de lo que siente o tiene por verdad; y el que ansí no lo hiziere, no se podrá dezir que miente. Passa, pues, desta manera: que puede uno afirmar una mentira, pensando que es verdad; y éste tal dize mentira, pero no miente, porque no haze contra lo que siente y cree. (...) refiere Aulo Gelio que dezía Publio Nigidio que el buen hombre deve hazer de manera que no mienta, y el prudente y sabio cómo no diga mentira. Pero, a mi juyzio, también deve el bueno procurar lo mismo; porque no basta que uno piense que dize verdad en lo que afirma, sino que mire lo que dize y ponga diligencia en saber si es cierto.” (Mejía, Silva de varia lección II, pp. 483-484)

Así pues, este pasaje de Mejía, en su versión francesa, sirvió de fuente a Montaigne a la hora de confeccionar un ensayo temprano, el titulado precisamente “Des menteurs”:

“No falta razón cuando se dice que aquel que no se siente bastante seguro de su memoria no ha de meterse a mentiroso. Si bien que los gramáticos distinguen entre decir mentira y mentir; y dicen que decir mentira es decir cosa falsa mas considerando uno mismo que es verdadera; y que la definición de la palabra mentir en latín, de donde nació nuestro francés, implica ir contra la conciencia y por consiguiente solo atañe a aquellos que hablan contra lo que saben, a los cuales me refiero.” (Montaigne, Ensayos I, 9, p. 78)

Todo esto me suscita curiosas reflexiones. ¿Cómo fue el texto de Mejía, y no directamente el de Gelio, el que atrajo la atención de Montaigne? Seguramente, la proximidad con Mejía, que cultiva la miscelánea, pero que la actualiza de acuerdo con los nuevos tiempos que vive. Mejía es autor de la Silva de varia lección, pero también es, no lo olvidemos, un lector de Gelio. Con esta labor lectora actualiza al viejo autor latino y, es más, lo prepara para una nueva lectura, la del humanismo del siglo XVI. De hecho, lo que en Gelio es una lectura fundamentalmente gramatical, si bien de alcance más lejano, en Mejía y Montaigne se transforma en una lectura plenamente moral y ejemplar. El cambio a menudo es sutil, pero en esa sutileza es donde aparecen las nuevas ideas, los nuevos presupuestos culturales que preparan la modernidad. Estos dos textos que aquí presento son testigos de ese pequeño gran milagro.
Alguien dirá que este blog no trata sobre cosas actuales. ¿Estáis seguros?

Bibliografía

Mexía, Pedro. Silva de varia lección I-II, Antonio Castro (ed.). Madrid: Cátedra, 1989-1990.

Montainge, Michel de. Ensayos completos. Almudena Montojo (trad.) y Álvaro Muñoz Robledano (intr.). Madrid: Cátedra, 2003.


Francisco García Jurado

H.L.G.E.

domingo, 22 de noviembre de 2009

LOS PORQUÉS DE LA "LEYENDA NEGRA", O LA HISTORIA HISTORIOGRÁFICA


La reflexión que hace José María Ridao a propósito de un nuevo libro de Joseph Pérez me ha devuelto a otros tiempos en los que el diario EL PAÍS se parecía realmente a un diario de calado más que a esos de usar y tirar que se nos reparten gratis en el Metro. Ya había indicado en nuestro perfil del grupo de Historiografía de la Literatura que tenemos en Facebook la relevancia de la noticia, pero debo reconocer que el artículo de análisis todavía me dejó más impactado. Que la acuñación de "Leyenda negra" se deba a autores españoles de comienzos del siglo XX viene a ser una desmostración fehaciente de que la Historia se vuelve cada vez más historiográfica. Estudiar "lo que suceció realmente" en el pasado, a la manera de la Historia objetiva Ranke, es tan ilusorio como tratar de encontrar "la verdad" en las versiones enfrentadas de dos personas que discuten. Lo que en realidad estudiamos sobre el pasado es nuestro relato del mismo, la elaborada conciencia que se articula en torno a un hecho que queda ahogado por las sucesivas capas de interpretaciones que después llamamos "Historia". José Antonio Maravall lo dejó muy claro en alguno de sus ensayos. Por estas razones me apasiona estudiar, en mi caso, la moderna "Historiografía de la literatura latina" en Europa y en España, tras la Europa que subsigue al fracaso de los sueños imperiales de Napoleón. Saber que el carácter "nacional" de esta literatura se vuelve un fenómeno contemporáneo al de las ideas de Madame de Stäel o de Friedrich Schlegel, es decir, los pensadores románticos, no es tan diferente del hecho de encontrar en los autores españoles de comienzos del siglo XX la acuñación historiográfica de "Leyenda negra", en especial a partir de los mitos puramente románticos que había engendrado en autores como Schiller o Verdi.


Francisco García Jurado

H.L.G.E.


ANÁLISIS:
Agravios de siglos atrás
JOSÉ MARÍA RIDAO 21/11/2009
Después de una monumental Historia de España y de diversas monografías sobre los Comuneros, la expulsión de los judíos o el reinado de Isabel la Católica, Joseph Pérez aborda en su último libro uno de los asuntos más sensibles para la historiografía nacionalista: la leyenda negra. La novedad de la aproximación de Pérez radica en que aborda las invectivas contra los monarcas de la Casa de Austria como un asunto cerrado, que tiene sus orígenes en la propaganda de Guillermo de Orange contra Felipe II, vuelve a estar de actualidad entre los escritores del entorno del 98 y acaba disolviéndose con la instauración del sistema democrático y la incorporación de España al proyecto europeo.
Pérez analiza los contenidos de la leyenda negra tratando de separar los hechos contrastados y las fabulaciones en las que más tarde buscarían inspiración algunos artistas europeos como Schiller o Verdi, contribuyendo a extenderlas y popularizarlas. Con este propósito, Pérez incorpora en su trabajo el punto de vista de la reciente historiografía que ha cuestionado el carácter excepcional del pasado español. Felipe II, según Pérez, no habría sido un rey más despiadado que sus pares ingleses o franceses. Como tampoco la Inquisición católica habría actuado con mayor severidad que en otros reinos donde triunfó la Reforma. Ni siquiera el comportamiento de los conquistadores en las Indias habría sido más cruel que el dispensado a los nativos de otras colonias por las metrópolis europeas.
La obra de Pérez constituye, sin duda, un valioso instrumento para conocer las luchas que contribuyeron a forjar la imagen de los Austria en Europa. Pero una vez que se conocen, cabría preguntarse por qué los escritores españoles de principios del siglo XX consideraron como una urgencia historiográfica inaplazable desmentir agravios de siglos atrás. A tal punto, que es entonces, y sólo entonces, cuando forjaron la expresión "leyenda negra".
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