“Virgilio no nos dice que los aqueos aprovecharon los intervalos de la oscuridad para entrar en Troya, habla de los amistosos silencios de la luna. No escribe que Troya fue destruida, escribe “Troya fue”. No escribe que un destino fue desdichado, escribe “De otra manera lo entendieron los dioses”. Para expresar lo que ahora se llama panteísmo nos deja estas palabras: “Todas las cosas están llenas de Júpiter”. Virgilio no condena la locura bélica de los hombres, dice “El amor del hierro”. No nos cuenta que Eneas y la Sibila erraban solitarios bajo la oscura noche entre sombras, escribe:
Ibant obscuri sola sub nocte per umbram
No se trata, por cierto, de una mera figura de la retórica, del hipérbaton; solitarios y oscura no han cambiado su lugar en la frase; ambas formas, la habitual y la virgiliana, corresponden con igual precisión a la escena que representan.”
(“Publio Virgilio Marón. La Eneida”, en Biblioteca Personal [Obras Completas IV, Barcelona, 1996, p. 521])
Sin embargo, no todos los versos aquí citados pertenecen a la Eneida. La memoria unifica, y alguno de los versos se asimila al poema épico desde otra obra virgiliana. Es el caso de “todas las cosas están llenas de Júpiter”, el segundo hemistiquio de un verso que encontramos precisamente en la tercera de las Églogas:
Ab Iove principium Musae; Iovis omnia plena;
Ille colit terras, illi mea carmina curae (Verg. Ecl. 3, 60-61)
No se trata de un verso citado al azar dentro del apretado compendio virgiliano. Precisamente, lo encontramos en un poema dedicado a Sherlock Holmes, dentro de Los conjurados (libro tardío de Borges donde no en vano abunda, y no casualmente el recuerdo de Virgilio), abriendo ahora un verso del propio Borges y con notable alteración en el orden de palabras:
“(Omnia sunt plena Jovis. De análoga manera
diremos de aquel justo que da nombre a los versos
que su inconstante sombra recorre los diversos
dominios en que ha sido parcelada la esfera.)”
(“Sherlock Holmes”, en Los conjurados [Obras Completas III, Barcelona, 1989, p. 474])
La cita aparece reescrita en un latín más cercano a la sintaxis castellana y adquiere un claro tono sentencioso, con la inclusión del verbo sunt y el cambio en el orden de las palabras: prácticamente se corresponde con las palabras castellanas que hemos podido leer en el prólogo a la Eneida: “todas las cosas están llenas de Júpiter”. Parece que el texto latino resultante en este último texto viene dado por un traslado al latín de la propia traducción castellana. Este traslado del latín al castellano, y luego del castellano al latín, como ejercicio de memoria y reescritura, es una característica que se da la memoria creativa de otros textos latinos .
El resto de versos citados en este compendio de la Eneida sí pertenece, al menos verosímilmente, a la propia Eneida. Observamos que todos ellos aparecen ordenados en torno a un rasgo compartido, su peculiar manera de referirse a las cosas. Tampoco la elección de este rasgo como denominador común es casual. Se trata de un aspecto capital del estilo virgiliano visto a través de Borges: la estética de la expresión. Observamos que a Borges le interesa la manera según la cual varios conceptos clave se expresan mediante metáforas, como ocurre en los viejos poemas anglosajones. Es el caso de la oscuridad (“los amistosos silencios de la luna”), la destrucción (“Troya fue”), el destino (“de otra manera lo entendieron los dioses”), el panteísmo (“todas las cosas están llenas de Júpiter”) o la propia guerra (“el mal del hierro”). Hemos dicho que, al margen del verso de las Églogas, todos los demás pertenecen a la Eneida. Esto es casi cierto. Resulta enigmática la metáfora del “mal del hierro”, que puede ser una certera recreación virgiliana, o una ampliación verosímil de otras metáforas atestiguadas en el poeta latino, como la “suerte del hierro” (Verg. Aen. 10, 316), el “amor del hierro” (Verg. Aen. 7, 460), e incluso la “pasión por el hierro” (Verg. Aen. 9, 354). La expresión, además, es parecida a la del “sueño de hierro de la muerte” (“iron sleep of death”), a la que alude Borges en sus míticas Charles Eliot Norton Lectures, si bien se la atribuye equivocadamente a Homero. La expresión más cercana, según observa el editor de estas conferencias de Borges, Calin-Andrei Mihailescu, puede encontrarse en el ferreus somnus virgiliano (Verg. Aen. 12, 309-310), si bien Virgilio lo no utiliza más que una vez. Sin embargo, John Dryden, poeta y traductor de Virgilio, nos regala dos veces con la misma imagen en su Aeneid, no sólo al traducir el verso virgiliano en cuestión (“And iron sleep his stupid eyes oppress’d”), sino incluso cuando amplifica con la misma imagen poética los “tristes sueños” que llegan a Palinuro (Verg. Aen. 5, 840-1: te, Palinure, petens, tibi somnia tristia portans / insonti): “Dire dreams to thee, and iron sleep, he bears”. Esta libertad de que hace gala Dryden se vuelve aún mayor en Borges, dado que no sólo añade metáforas virgilianas a otros versos, asimismo, virgilianos, sino que hasta las crea con una verosimilitud tal que parecen del mismo Virgilio. Es lo que ocurre con este “mal del hierro”, o cuando el mismo Borges, mientras piensa en el propio Virgilio, nos habla de “los trabajos de la espada”:
“(...) la breve dicha y la ansiedad que aguarda,
de marfil y de música Virgilio,
que cantó los trabajos de la espada (...)”
(“Elegía”, en La cifra [Obras Completas III, Barcelona, 1989, p. 309])
Mención aparte dentro de esta enumeración de versos requiere el ibant obscuri sola sub nocte per umbram, traducido por Borges desde su negación: “No nos cuenta que Eneas y la Sibila erraban solitarios bajo la oscura noche entre sombras”. Lo más notable de este verso es su aparición en latín y su recuerdo constante por parte del mismo Borges, tanto cuando escribe como cuando habla en diferentes entrevistas. FRANCISCO GARCÍA JURADO
PS. Una errata insconsciente se había deslizado: en lugar del "amor del hierro" yo copié el "mal del hierro". Modificación borgiana de un texto borgiano.