viernes, 9 de mayo de 2014

Carta abierta, o familiar, para el poeta Santos Domínguez Ramos

Querido amigo, admirado poeta:

Algunas circunstancias, y ya no suelo incurrir en el inoportuno ejercicio de hallar las causas, han hecho que por la mañana leyera a Petrarca y ahora, por la tarde, como si se tratara de un puro servicio vespertino, fueras tú el objeto de mis lecturas. Ha llegado a mis manos hoy tu libro titulado El dueño del eclipse, de quien Félix Grande, tan llorado, se ha convertido ahora en su merecido destinatario. He recobrado la belleza de tus libros acariciado por la luz dorada de la Sierra del Guadarrama (ya ves que se trata de una bella y coherente combinación), he vuelto a visitar a “una sibila oscura”, que me remonta a las hipálages y las deudas contraídas contigo, he entrevisto las antiguas Siracusa y Babilonia, o la lluvia en Agrigento, acaso tan negra y tan rara. Ya sabes que te has convertido en estilo, irremediable destino de los buenos poetas. Toda esta emoción es ahora la que procuro expresar en estas pobres palabras.

Admirado poeta y querido amigo, no creo que sea casualidad que esta mañana, en las frías salas de espera de un laboratorio de análisis, haya estado leyendo a Petrarca y que ahora te esté leyendo a ti, acariciado por la doble belleza, material y lingüística, de tu libro y de un ocaso serrano. Acaso las casualidades no se explican, sólo se sienten como obras que el tiempo pretende hacer con el arte. FRANCISCO GARCÍA JURADO