viernes, 11 de mayo de 2012

La clase de mitología

Las sorpresas, a partir de cierto momento de la vida, suelen ser malas. Sin embargo, mi experiencia de este año con un grupo de primero del grado de inglés al que vengo dando clase estas últimas semanas está siendo una grata sorpresa. Estamos estudiando el ciclo troyano en mitología, en realidad estamos leyendo despacio, más bien recreándonos, con la Iliada, la Odisea y la Eneida. Hoy, al hilo de la caída de Troya, tocaba hablar sobre las soluciones inesperadas, sobre la inquebrantable fe en la vida. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO
Eneas cuenta, avanzado ya el libro segundo de la Eneida, que él mismo, con sus propios ojos, vio cómo el griego Pirro mataba al anciano rey de Troya, Príamo, tras haberle sometido a la crueldad indescriptible de presenciar primero la muerte de uno de sus hijos. Esta escena me ha recordado el mismo castigo que unos versos antes había sufrido Laoconte a manos de un monstruo gigantesco, que primero acabó con la vida de sus dos hijos. Me sorprende, y delante de mis alumnos he sido aún más evidente, un pequeño detalle. En ese momento, Eneas, al presenciar la muerte de Príamo, se acuerda de su propio padre y decide acudir a su lado. En este momento comienza a cambiar, casi sin percibirlo, el curso de los acontecimientos. Hasta ese momento, la única salida digna para Eneas y los suyos era la muerte digna, es decir, encontrar las muerte tras haber matado a unos cuantos enemigos: una forma de convertir la derrota en victoria honrosa. Pero poco a poco la perspectiva cambia. No sabemos si es una interpolación, pero de camino al encuentro de su padre Eneas se encuentra con Helena, a quien desea matar. En ese momento, la madre de Eneas, Venus, se aparece en forma divina y aconseja a Eneas que la deje, que perdone tanto a Helena como a Paris, pues la culpa de la destrucción de Troya no es de ellos, sino de los dioses. Aconseja Venus a Eneas que vaya en busca de su padre, su esposa y su hijo. En este momento, presenciamos uno de esos momentos en que se produce el milagro de lo positivo, la esperanza, frente a la destrucción. Es algo parecido al momento en que Príamo, en la Ilíada, acudió a la tienda de Aquiles a rogar que éste le devolviera el cadáver de su hijo, a lo que Aquiles accede en un acto de piedad. También aquí, en la Eneida, surge la esperanza en medio de tanta destrucción, precisamente cuando Eneas vuelve a encontrarse con los suyos y una serie de señales divinas les indica cuál va a ser su destino. Cuando la destrucción nos rodea, a menudo cuesta pensar en el futuro, en la esperanza y la ilusión. Esta forma de sentir, de descreimiento del porvenir, nos sitúa en una disposición adecuada para aceptar, llegado el caso, la esperanza. Esta ha sido hoy la lección que la Eneida nos ha brindado. Mis alumnos de mitología son muy jóvenes, y esto les confiere a menudo una capacidad de asombro que me conmueve. Creo que nos sentimos a gusto en clase, sobre todo porque están dispuestos a aceptar reflexiones que nos llevan del pasado al presente y del presente al futuro. Espero, lo necesito, que el futuro que les aguarde sea digno de su interés y su atención. FRANCISCO GARCÍA JURADO

martes, 8 de mayo de 2012

Andrea Camilleri y Aulo Gelio: sorpresa literaria


Fue durante nuestro viaje a Sicilia cuando tuve noticia de un famoso autor italiano llamado Andrea Camilleri. Y no voy a negar mi prevención, a veces prejuicio, ante los autores muy leídos y populares. Camilleri recrea, en homenaje a Vázquez Montalbán, un personaje llamado Montalbano, comisario y héroe cotidiano, con un espacio literario ubicado en una particular forma de concebir Sicilia. No había leído a Camilleri hasta que un día, un poco de casualidad, me entero de que tiene un relato con un título realmente significativo: "Lo que contó Aulo Gelio". ¿Qué cuenta Camilleri en este relato? POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE
Ya he tenido ocasión de referir en alguna otra ocasión que yo conocí la existecia de Aulo Gelio, autor latino del siglo segundo después de Cristo, en la novela Rayuela de Julio Cortázar. Al cabo del tiempo también me enteré de que Bioy Casares elogiaba la obra del erudito romano, o de que había un gran poeta Argentino, Arturo Capdevila, que había escrito un hermoso retrato del autor latino por el que muchos lectores argentinos llegaron a conocer a Gelio cuando todavía eran niños. Lo del cuento de Camilleri me dejó muy sorprendido. Por desgracia, la obra en la que podía encontrarse, la recopilación de cuentos titulada Un mes con Montalbano, no estaba disponible en las librerías donde lo busqué. También me ha pasado con otro libro, Noches áticas, del malagueño José Antonio Padilla Pérez, y que ha dado lugar a una curiosa historia en la que interviene, justamente, un homónimo del poeta. Ya he contado esta triste historia en otra ocasión. En todo caso, gracias a un compañero del instituto de María José logré acceder al libro de Camilleri y leer la historia en cuestión sobre Aulo Gelio. Un capitulo de las Noches áticas, precisamente el dedicado al episodio singular de Androcles y el león, ha sido releído en clave detectivesca por Camilleri. No voy a revelar el contenido del cuento, pero sí hablaré un poco sobre esta fábula referida por Gelio. Un esclavo llamado Androcles ha huido al desierto escapando de un amo cruel. Se refugia en una cueva para intentar evitar la muerte, pero allí se encuentra con un temible león. El animal, lejos de mostrarse con fiereza, le muestra una pata malherida. El esclavo le cura y el león, en prueba de agradecimiento, alimenta al esclavo con carne cazada por él mismo. Así conviven humano y león durante mucho tiempo, hasta que Androcles abandona la cueva. La desgracia hizo que el esclavo volviera a ser atrapado y condenado a morir comido por los leones. Allí, sorprendentemente, el león que debía matarlo no le hace ni un rasguño, sino que se porta con él de manera cariñosa y amigable. Androcles reconoce entonces al querido león de otros tiempos y el emperador les permite pasar el resto de sus vidas juntos. Camilleri utiliza esta historia para explicar uno de los casos que narra. Sólo referiré el momento en que se nos habla acerca de Gelio:


"Aquella noche se le caían los ojos de sueño y pensaba apagar la luz y echar un buen sueñecito, pero le llamó la atención un artículo largo dedicado a Aulo Gelio, con ocasión de la publicación de una selección de fragmentos de sus Noches áticas. El autor, después de haber dicho que Aulo Gelio, que vivió en el s. II después de Cristo, compuso su dilatada obra para entretenerse durante las largas noches invernales en su propiedad del Ática, concluía dando su opinión: Aulo Gelio era un escritor elegante de cosas absolutamente fútiles Sólo cabría recordarlo por una historieta que contó, la de Androcles el león."


El juicio sobre Gelio que aquí desarrolla un crítico anónimo no es algo nuevo. El poeta Arturo Capdevila vio en Gelio el prototipo de la erudición vana, por lo que nuestro autor latino ha pasado a formar parte de esa nómina de eruditos inútiles que puebla la literatura (en estos momentos releo la Recherche de Proust y me encuentro con Brichot, profesor de literatura). El juicio negativo ya aparece en Luis Vives, nuestro autor valenciano del XVI, y en este caso es un juicio motivado por causas patrias, pero de esto hablaré otro día.


Francisco García Jurado

H.L.G.E.