Cuando Paco se enteró de que me iba de estancia docente a la remota Islandia, me pidió que pensara en una entrada para el blog sobre el latín en aquellos lares. Tras asustarme a priori la oferta, como discípulo obediente, aquí estoy escribiéndolo en el tren de vuelta a Cáceres, después de unos cuantos días participando de la vida académica islandesa y conociendo un país con una naturaleza fascinante (más grande de lo que uno pensaba). Con un tiempo adverso (con temperaturas en la costa entre los 5 y 12 grados), aunque acorde a esta época del año, uno pudo percibir la fuerza de la Madre Tierra bajo diversas apariencias (glaciares, geiser, ríos, cataratas, lagunas calientes, volcanes, piedras y montañas retorcidas, llanuras de lava, musgos, insólitos paisajes…) como en su momento la percibió algún viajero de la Antigüedad. Posiblemente alcanzó las costas islandesas el griego Pytheas, que describe un contradictorio territorio “a seis días de singladura hacia el norte desde Bretaña”, la última Thule, en el mar Hiperbóreo u Oceanus Innavigabilis. Si un griego del s. IV a. C. fue capaz de llegar hasta el litoral islandés, fue porque marineros anglosajones y celtas conocían el territorio. Sin embargo, la ocupación humana en Islandia fue bastante posterior. Se han encontrado en “la tierra de hielo” monedas romanas acuñadas en el s. IV d. C. pero su origen tiene diferentes hipótesis. Con la expansión del cristianismo, uno de los primeros monjes que arribó a tierras islandesas fue el irlandés San Brendan (s. VI) y sus experiencias se plasmaron en un relato trescientos años posterior, que conocí precisamente este año cuando me encargué de la tradición clásica en Cabeza de Vaca (una de sus fuentes en Los Naufragios) para el Coloquio de la Uned organizado por López Férez: Navigatio Sancti Brendani Abbatis. Con el cristianismo, llega el latín a la isla y una buena muestra son las inscripciones cristianas en latín que se pueden ver en el Museo Nacional de Islandia, en el campus universitario. Sin embargo la lengua islandesa parece ser más fuerte que la latina, como lo demuestra el hecho de que los manuscritos medievales que contienen las eddas y las sagas islandesas se encuentran precisamente en islandés (unos pocos son traducción de latinos hoy perdidos), a pesar de que se comienzan a documentar con la llegada de la cultura cristiana (se plasma por escrito una rica cultura oral). Estas joyas literarias, reivindicadas por los islandeses cuando se independizaron de los daneses, son un orgullo nacional y uno de los vestigios más antiguos del pueblo islandés. Tuve la fortuna de visitar una exposición sobre estos manuscritos en la casa de la cultura (Þjóðenningarhúsið) de Reykjavik, acompañado por el profesor Sigurdur Pétursson, alma y defensor del estudio de las lenguas clásicas en la Universidad de Islandia y, por extensión, en todo el país (en estos difíciles momentos económicos que atraviesan). Como curiosidad, terminaré señalando que paseando por los jardines al lado del Tjörn, el céntrico lago de Reykjavik, me encontré con una estatua de Pomona, que demuestra que mi querido Ovidio no es un desconocido en la remota Thule.
Ramiro González Delgado
(HLGE)
1 comentario:
lo de thule me recordó a alfonso reyes
saludos
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