La Antigüedad nos ha transmitido un enigmático relato, el de las vírgenes milesias, que divaga desde la curiosidad innata de alguno de sus transmisores, como Plutarco y Aulo Gelio, hasta el relato visionario de Schwob. Se trata de una sorprendente historia acerca de unas jóvenes que daban incomprensiblemente en suicicarse. Gelio la relata con el tono de una curiosidad de cierto alcance moral: pudo más el pudor que el miedo a la muerte:
“En el primero de los libros que Plutarco tituló Sobre el alma, al disertar acerca de las enfermedades que afectan al ánimo de las personas, dice que las vírgenes de la nación milesia, casi todas las que había en aquella población, de repente y sin causa evidente tomaron la decisión de darse muerte, y que muchas perdieron después la vida ahorcándose. Al darse esto cada día con más frecuencia, y como no era posible encontrar un remedio que impidiera a éstas continuar en su empeño de quitarse la vida, decretaron los milesios, respecto a aquellas vírgenes cuyos cuerpos fueran encontrados colgados, que con el mismo lazo con el que se hubieran ahorcado todas estas se llevasen a enterrar desnudas. Después de este decreto, las vírgenes no se suicidaron ya, temerosas únicamente de la vergüenza de un entierro tan deshonroso.” (Aulo Gelio, Noches Áticas 15, 10)
Resulta una verdadera joya para el estudio de su tradición literaria que, a finales del siglo XIX, Marcel Schwob recreara esta historia en un cuento dotado de todos los ingredientes de la moderna estética finisecular: muerte, sueño, misterio, belleza... El cuento se titula “Las milesias”, y se encuentra dentro de su libro El rey de la máscara de oro1. En el cuento se narra cómo las vírgenes milesias dan en ahorcarse sin razón aparente, al tiempo que se decide expulsar de la ciudad a las prostitutas, los vendedores de drogas y los filósofos. También se decreta, y éste es el pasaje más cercano a Gelio, que las suicidas sean enterradas desnudas:
“Entonces, los arcontes de la colonia promulgaron un decreto por el cual se ordenaba sepultar a las jóvenes ahorcadas de una manera nueva. Debían ser expuestas al populacho, desnudas, con la soga al cuello, y llevadas así al sepulcro. Se esperaba que, de ese modo, el pudor vencería a la muerte voluntaria (...)” (El rey de la máscara de oro, p. 85).
No obstante, el misterio se terminará desvelando cuando presenciemos la espectral escena donde las vírgenes, desnudas, se enfrentan a un espejo que les anuncia la ruina física que les sobrevendrá con el tiempo.
“La imagen no tenía cabello y bajo la piel de la cabeza corrían venas azules opacas. Sus manos tensas parecían de hueso y las uñas del color del plomo. Así, el espejo presentaba a la virgen milesia el espectáculo de lo que le reservaba la vida. Y en los rasgos de la imagen ella encontraba todos los indicios de semejanza, el movimiento de la frente y la línea, de la nariz y el arco de la boca y la separación de los pechos y sobre todo el color de los ojos, que da el sentido del pensamiento profundo. Aterrorizada por su cuerpo, vergonzosa del porvenir, antes de conocer a Afrodita se colgó de las vigas del gineceo.” (El rey de la máscara de oro, pp. 87-88)
“En el primero de los libros que Plutarco tituló Sobre el alma, al disertar acerca de las enfermedades que afectan al ánimo de las personas, dice que las vírgenes de la nación milesia, casi todas las que había en aquella población, de repente y sin causa evidente tomaron la decisión de darse muerte, y que muchas perdieron después la vida ahorcándose. Al darse esto cada día con más frecuencia, y como no era posible encontrar un remedio que impidiera a éstas continuar en su empeño de quitarse la vida, decretaron los milesios, respecto a aquellas vírgenes cuyos cuerpos fueran encontrados colgados, que con el mismo lazo con el que se hubieran ahorcado todas estas se llevasen a enterrar desnudas. Después de este decreto, las vírgenes no se suicidaron ya, temerosas únicamente de la vergüenza de un entierro tan deshonroso.” (Aulo Gelio, Noches Áticas 15, 10)
Resulta una verdadera joya para el estudio de su tradición literaria que, a finales del siglo XIX, Marcel Schwob recreara esta historia en un cuento dotado de todos los ingredientes de la moderna estética finisecular: muerte, sueño, misterio, belleza... El cuento se titula “Las milesias”, y se encuentra dentro de su libro El rey de la máscara de oro1. En el cuento se narra cómo las vírgenes milesias dan en ahorcarse sin razón aparente, al tiempo que se decide expulsar de la ciudad a las prostitutas, los vendedores de drogas y los filósofos. También se decreta, y éste es el pasaje más cercano a Gelio, que las suicidas sean enterradas desnudas:
“Entonces, los arcontes de la colonia promulgaron un decreto por el cual se ordenaba sepultar a las jóvenes ahorcadas de una manera nueva. Debían ser expuestas al populacho, desnudas, con la soga al cuello, y llevadas así al sepulcro. Se esperaba que, de ese modo, el pudor vencería a la muerte voluntaria (...)” (El rey de la máscara de oro, p. 85).
No obstante, el misterio se terminará desvelando cuando presenciemos la espectral escena donde las vírgenes, desnudas, se enfrentan a un espejo que les anuncia la ruina física que les sobrevendrá con el tiempo.
“La imagen no tenía cabello y bajo la piel de la cabeza corrían venas azules opacas. Sus manos tensas parecían de hueso y las uñas del color del plomo. Así, el espejo presentaba a la virgen milesia el espectáculo de lo que le reservaba la vida. Y en los rasgos de la imagen ella encontraba todos los indicios de semejanza, el movimiento de la frente y la línea, de la nariz y el arco de la boca y la separación de los pechos y sobre todo el color de los ojos, que da el sentido del pensamiento profundo. Aterrorizada por su cuerpo, vergonzosa del porvenir, antes de conocer a Afrodita se colgó de las vigas del gineceo.” (El rey de la máscara de oro, pp. 87-88)
Francisco García Jurado
H.L.G.E.
1 comentario:
¿Por qué se suicidarían esas vírgenes?
El sexo siempre ha sido motivo de placer y conflictos...
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