Como de vez en cuando tengo necesidad de hablar sobre asuntos historiográficos hoy vuelvo a la carga. Así tengo la sensación de la placidez de la biblioteca, de cierta permanencia, frente al devenir enloquecido de las cosas. Además, tenía ganas de explicar por qué surgen las Historias literarias, verdaderos precedentes de lo que al siglo siguiente serán las historias de las literaturas nacionales. Asimismo, esto es, de manera sucinta, lo que conté en la pasada actividad de la IX Semana de la Cienica junto al arco de San Ginés. El siglo XVIII supone el nacimiento de las historias literarias, concebidas entonces como obras básicamente bibliográficas y eruditas. Al margen de las obras de los hermanos Mohedano y otras aproximaciones a la Historiografía literaria, es en Gregorio Mayáns donde cabe buscar unos fundamentos críticos más consistentes para el enfoque correcto del estudio de la Literatura Latina dentro de España. En lo que a los autores latinos respecta, en el mundo literario de la España del XVIII hay una cuestión capital, como es la de los autores españoles e hispanolatinos, plasmada en la superioridad del «español» Lucano frente a Virgilio. Así las cosas, en la discusión terciaron nombres tan conocidos como el Padre Feijoo en su Teatro Crítico, concretamente en sus «Grandezas de España», y al cabo del tiempo se creó una peculiar polémica frente a los ataques de algunos eruditos italianos, como Tiraboschi y Belletti, que afirmaban que la literatura española de todos los tiempos era la que había corrompido el gusto. En España (y luego incluso entre algunos de los jesuitas expulsos, como Llampillas)se hacía una defensa ciega de lo español. El asunto puede ilustrarse perfectamente con la primera alocución que celebró a mitad del siglo XVIII la llamada Academia Latina Matritense en la madrileña iglesia de San Ginés, una de cuyas conclusiones iba a destinada a demostrar que "Noster Hispanus Poeta Lucanus dignitate canendi, pura Latinitate Virgilium superavit." Este es el contexto,en buena medida tópico, del principal problema que atañe a lo que podemos considerar la incipiente Historiografía literaria de la época. Debe tenerse en cuenta, además, que la consideración de autores como Séneca y Lucano como españoles es un hecho que pervivirá, disfrazado con diferentes ropajes, hasta comienzos del siglo XX. A esta cuestión de la superioridad de Lucano, unida al tópico de la corrupción hispana de la literatura, que sostienen los eruditos italianos aludidos, se añade el problema de cuál ha sido la aportación hispana al conocimiento, que promueve Nicolás Masson, y que después dará lugar a la polémica decimonónica sobre la ciencia en España. Mayáns da un nuevo giro a la cuestión en su Vida de Virgilio, donde establece los fundamentos de una Historiografía Literaria ligada a una incipiente conciencia de Tradición Clásica, más allá de los tópicos relativos a la corrupción hispana de la literatura o a la supuesta superioridad del «español» Lucano sobre Virgilio. A partir de unos nuevos presupuestos historiográficos cuyos fundamentos se encuentran en las tradicionales Poética y Retórica, de un lado, y en la Bibliografía, de otro, va a relacionar a Virgilio con la literatura española a partir del estudio razonado de sus traducciones al castellano.10 Precisamente, los traductores seleccionados son los que prefiguran claramente la idea de un Siglo de Oro de la literatura española, como Fray Luis de León. La Vida de Virgilio escrita por Mayáns está concebida en el marco de un ambicioso proyecto de edición de las mejores traducciones del Virgilio al castellano y con un claro propósito de fomentar el buen gusto literario nacional mediante la imitación de los mejores modelos por parte de la juventud. No en vano, la obra de Mayáns es contemporánea al Ensayo de una biblioteca de traductores españoles de Juan Antonio Pellicer (1778), que es el precursor de la Bibliografía Hispano-Latina clásica de Menéndez Pelayo.
Francisco Garcia Jurado
H.L.G.E.
Francisco Garcia Jurado
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