miércoles, 11 de febrero de 2009

BIBLIOTECA MEDICEA LAURENZIANA DE FLORENCIA


Aprovechando que nuestra compañera Virginia ha pasado unos días en Florencia, feliz entre incunables y bibliotecas magníficas, he querido que compartiera con nosotros algo de esa vivencia humanista con un breve relato sobre una de las bibliotecas que para mí entran en la categoría de míticas, la Laurenziana. Mi recuerdo de esta biblioteca tiene sabor de manzana, pero esta supuesta arbitrariedad puede explicarse. Cuando estuve en Florencia por vez primera tenía veinte años y muy poco dinero (tampoco ahora tengo mucho más, eso sigue siendo una constante). En el mercado que está cerca de la biblioteca mis compañeros de viaje y yo compramos unas manzanas que me parecieron las más sabrosas que jamás había probado en mi vida. Debía de ser el hambre y la magia de aquellos días. Hoy esas manzanas guardan un recuerdo de felicidad y belleza. Disfrutad de esta bonita crónica que ilustro, por cierto, con el grabado que la propia Virginia me ha traído como regalo. En él se ve, como ella misma me cuenta, de qué manera quedaban los libros protegidos bajo lienzos en esos magníficos bancos. Lugar mágico como pocos es esta biblioteca de Miguel Ángel.


Ahora pasamos a la reseña de Virginia:


"La Biblioteca Medicea Laurenciana fue creada por Cosme el Viejo, para disfrute de todos los ciudadanos de la República Florentina en 1444, en su propio Palazzo Médicis de la ‘Via Larga’, a donde iban las adquisiciones del Canciller de Florencia y humanista Coluccio Salutati y regalos en son de paz como el Tito Livio de Alfonso V el Magnánimo de Nápoles. Los fondos de los manuscritos griegos y latinos, recogidos en los trasalpinos por Poggio Bracciolini y mandados a Florencia para ser copiados por Nicolás Niccolì se vieron ampliados por su hijo Piero el Gotoso y su nieto Lorenzo el Magnífico, protector de los Studia Humanitatis. Un creador y partícipe de la Academia Platónica de Marsilio Ficino que junto con Ángelo Poliziano o Cristoforo Landino más los estudiosos del griego como Crisoloras o Demetrio el greco conformaban el gobierno de una ciudad ideal, proyectada por Juan Bautista Alberti. Durante los años 1480 hasta la muerte de Lorenzo en 1494, los mecenas- banqueros como F. Sasseti o Giovanni Tornabuoni colaboraron en el esplendor de esta biblioteca en la que ya se encontraban lujosas ediciones impresas, adquiridas con su propio peculio, y encargadas de su revisión crítica a los humanistas. La Biblioteca fue desmantelada en la época del fraile Girolamo Savonarola, y en parte llevada a San Marcos. Para que no fuera saqueada fue recogida y traslada al Vaticano por el hijo del Magnífico, que había subido al papado con el nombre de León X. Posteriormente el papa Clemente VII- otro Médicis-, en 1524, le encargó a Miguel Ángel Buonarroti realizar el proyecto arquitectónico de una Biblioteca pública, aneja a San Lorenzo, apropiada para guardar las joyas bibliográficas adquiridas por los Médicis, durante casi un siglo. Cosme I de Médicis, casado con la española Leonor de Toledo, continuó financiando la obra. Miguel Ángel agrandó los espacios con volutas en su escalera principal y diseñó la sala de lectura, tal como podemos verla hoy en día, finalizándola en 1564."

Virginia Bonmatí Sánchez

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