martes, 10 de febrero de 2009

PATRIAS "NATURALES". IDEALES ROMÁNTICOS CONTRA EL HUMANISMO


Una de las falacias más recurrentes de cualquier movimiento político reside en la justificación de hechos meramente convencionales, contextualizables en contextos históricos determinados, como “hechos naturales”. Las “patrias naturales”, con su antecesor mítico incluido (como, por ejemplo, el caso de Túbal en los cronicones que mitificaban una visión austracista de la historia de España), son caldo abonado de este tipo de planteamientos falaces. Hoy quiero destacar cómo funcionan ciertas asociaciones “naturales” a sus anchas, como aquella de que a un pueblo le corresponde “naturalmente”· una lengua. En mis estudios acerca de la difusión de ciertas ideas políticas y literarias a lo largo del siglo XIX no ha dejado jamás de asombrarme la difusión que tuvieron las ideas de Friedrich Schlegel (en la imagen), gracias a obras como su Historia de la literatura antigua y moderna (1825). Este libro se publicó en España traducido por un tal “P.C.”, y sus dos tomos sirvieron de libro de cabecera para la construcción moderna y liberal de la literatura española (liberalismo que, como ha visto José Carlos Mainer, deja a un lado los viejos ideales ilustrados de universalidad para abrazar causas nacionales más concretas). La obra contribuye a abonar en el pensamiento europeo el mito ya sembrado por Herder de la equivalencia “natural” entre lengua, literatura y nación. Vamos a destacar dos ideas significativas desarrolladas en la obra, que gozó de una buena traducción al español en 1843:[1]

-La unión de lo gótico y lo cristiano, frente a lo clásico y lo pagano:

“No hay monumentos en los cuales el genio de la edad media en general, pero en particular el de los Alemanes, se haya expresado tan completamente como en la arquitectura llamada gótica, cuyo origen, desarrollo y variaciones no se conoce sin embargo todavía bien. A la verdad, está reconocido en el día que no proviene de los Godos, porque nació más tarde, y porque apareció de repente bastante perfecta y casi sin tradición. Hablo del estilo de arquitectura cristiana que tiene por caracteres distintivos esas ojivas y esas galerías majestuosamente elevadas, esas columnas parecidas a un manojo de cañas, esos adornos que consisten en hojas y en flores esculpidas, y que difieren por lo mismo enteramente del antiguo género de monumentos construidos conforme al gusto neogriego y según el modelo de la iglesia de santa Sofía de Constantinopla (Schlegel, Historia, vol. I, pp. 326-327).

A este respecto, cabe destacar las coincidencias que presenta con otros autores de la época, como el ya citado John Ruskin, protestante, o el ultracatólico abate Gaume, cuyas ideas tuvieron una notable difusión en España.[2]

-Según Schlegel, la ”perniciosa influencia” de los poetas latinos modernos como enemigos de la difusión de la literatura en las lenguas vernáculas:

“Nada tuviera de extraño que algunos de los autores que en el siglo quince y en Italia, escribieron en latín, tuviesen formalmente la intención de hacer desaparecer del todo el idioma vulgar, y convertir la antigua lengua romana en una lengua viva y generalmente dominante” (Schlegel, Historia, vol. II, pp. 23 y 28-29).

Schlegel, en suma, presenta una interpretación de la historia literaria contraria a los ideales humanistas, “antinaturales”, y aboga por las lenguas nacionales (“expresión genuina de los pueblos”) como expresión legítima de éstos, frente a lenguas de carácter universal como el latín humanístico. Asimismo, cuestiona descubrimientos como la imprenta, a la que comparada, por su peligro y mal uso, con el descubrimiento de la pólvora.[3]


Francisco García Jurado

H.L.G.E.

[1] Federico Schlegel, Historia de la literatura antigua y moderna, escrita en alemán por Federico Schlegel, traducida al castellano por P.C., vol. I-II, Barcelona-Madrid, 1843. Precisamente, citaremos por esta edición.
[2] Francisco García Jurado, “La Iglesia Católica contra la enseñanza de los clásicos en el siglo XIX: el abate Gaume y su repercusión en España: una página poco conocida de la educación clásica”, EC, 125 (2004), pp. 65-81. No debe olvidarse que uno de los intereses fundamentales de ponderar al Renacimiento como el comienzo de la Edad Moderna es la aparición del protestantismo.
[3] Schlegel, Historia, vol. II, pp. 35-36.

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