José María Jurado, ingeniero y poeta (cualidades perfectamente complementarias) leyó un buen día este blog, quizá porque en una ocasión hablé del Madrid de Juan Ramón evocado en un precioso (y sentido) libro de Rocío Fernández Berrocal. Desde entonces hemos tenido un pequeño intercambio epistolar lleno de sugerencias y literatura. Hoy me he encontrado en el cajetín de mi correo su "plaquette", su libro en curso titulado "El lector de almanaques", donde, a mi pobre entender, el poeta ha convertido ciertas circunstancias en acontecimientos poéticos. Por qué no es poesía el momento en que Le Corbusier construyó la Unidad de Habitación, o Bach compuso la Pasión San Mateo. Es una plaquette, un pequeño libro, lleno de buenas ideas poéticas que me ha atrapado ya con su primer poema en prosa, el de las noches Blancas de San Petersburgo, que me ha devuelto al "terciopelo de la noche soviética" que cantó, en los lejanos años 20, el poeta Ossip Mandelstam. El poema de José María Jurado crea un mundo literario pertersburgués poblado por personajes como Raskolnikov (Crimen y Casstigo -y para mí un eterno verano a los trece años-), Ana Karenina o don Quijote. Allá van por la interminable Perspectiva Nevski, que María José y yo recorrimos de cabo a rabo, hasta llegar al monasterio lejano que la cierra. El poema me ha devuelto esta mañana de jueves al mundo de los recuerdos del verano que fuimos para ver dónde vivía el poeta Ossip Mandelstam y por qué llamaba Atenas a aquella ciudad lejana y dominada por el río Neva. Entrevimos un reflejo de las interminables noches blancas, noches de terciopelo, y me sentí en otras muchas ciudades. Poeta esencial, como Juan Ramón, Mandelstam soñó con Ovidio y hasta escribió unos Tristes imprescindibles para la poesía del siglo XX. Nacido en Varsovia, pero poeta, ante todo, de San Petersburgo, donde conoció lo mejor y lo peor de una época,[1] Mandelstam vio, como otros muchos autores modernos, que en el destierro de Ovidio estaba el paradigma de los exilios.[2] Particularmente, el poeta se identificó en un primer momento con Ovidio al ver el mar Negro y sentirse, como aquél, un «poeta frente al imperio».[3] La actitud ante un dictador (antes Augusto, luego Stalin) identifica claramente al poeta moderno con el clásico, de la misma forma que otros poetas contemporáneos a Mandelstam, como Lauro de Bosis en su tragedia Ícaro, también recurrieron a la literatura de la Antigüedad para denunciar el despotismo.[4] Mandelstam, identificado con el poeta latino, previó su propio exilio y articuló una reflexión acerca de lo que él llama la «ciencia de la despedida». En lo que no deja de ser un rasgo propio de otros poetas modernos, Mandelstam elegirá el mismo título latino que Ovidio para uno de sus libros más leídos, Tristia. El título sirve también para abrir este poema concreto, escrito en 1918, que comienza de la manera siguiente:[5]
Estudié la ciencia de la despedida
en las calvas quejas de la noche.
Rumian los bueyes y la espera se alarga,
la última hora de las vigilias de la ciudad.
Sigo el rito de esta noche del gallo,
cuando, tras llevar una penosa carga,
los ojos llorosos miraron a lo lejos,
y lágrimas de mujer se mezclaron con el canto de las musas.
Estudié la ciencia de la despedida
en las calvas quejas de la noche.
Rumian los bueyes y la espera se alarga,
la última hora de las vigilias de la ciudad.
Sigo el rito de esta noche del gallo,
cuando, tras llevar una penosa carga,
los ojos llorosos miraron a lo lejos,
y lágrimas de mujer se mezclaron con el canto de las musas.
Felicito a Jose María Jurado por este libro en curso, y por haberme regalado un recuerdo.
Francisco García Jurado
H.L.G.E.
[1] Lo mejor, sin lugar a dudas, fue el esplendor cultural petersburgués de comienzos del siglo XX, y concretamente la conformación del grupo acmeísta, con nombres como Nikolai Gumiliov o Anna Ajmátova, clasicistas a su manera y conscientes de la historia literaria que les precedía. Lo peor, las nuevas circunstancias históricas que les sobrevinieron a partir de 1917, donde los mundos personales de estos poetas no tenían cabida. A pesar de todo, aún puede intuirse la atmósfera poética de aquel tiempo en algunas calles y casas petersburguesas.
[2] Decía Claudio Guillén al respecto que «Ovidio ha sido el paradigma de la respuesta del escritor ante el destierro y quien convierte el exilio en tema literario. También esta modalidad ovidiana se relaciona con el tratamiento del tema en la antigua literatura china, en la que el exilio es visto como peregrinación y búsqueda de un camino de regreso.» (Claudio Guillén, Introducción a la literatura comparada, «Boletín informativo. Fundación Juan March», XCI Marzo de 1980, p. 29). Por lo demás, Claudio Guillén separa claramente dos formas bien distintas de la vivencia del exilio: una “literatura del exilio”, en la que el autor habla de su experiencia en ese exilio, y una “literatura de contra-exilio”, en la que el escritor se aísla de las nuevas condiciones que le ha tocado vivir. Ovidio sería el perfecto ejemplo de esta segunda actitud (Claudio Guillén, El sol de los desterrados: literatura y exilio, Barcelona, Quaderns Crema, 1995, p. 31).
[3] Así lo ve uno de sus más autorizados estudiosos, el también poeta Joseph Brodsky: «Hacia los años veinte, los temas romanos van substituyendo las referencias griegas y bíblicas, en gran medida como resultado de la creciente identificación del poeta con el predicamento arquetípico de “un poeta contra el imperio”» (Joseph Brodsky, Prólogo a Osip Mandelstam, Tristia y otros poemas. Prólogo de Joseph Brodsky. Traducción, notas y epílogo de Jesús García Gabaldón, Tarragona, Igitur, 2000, p. 14). Véase también lo que dice Ziolkowski (op. cit, p. 69) a propósito de su libro Piedra.
[4] Editada en italiano con versión inglesa por la Universidad de Oxford y publicada en Nueva York en 1933, con un prefacio de Gilbert Murray.
[5] Osip Mandelstam, op. cit., pp. 71-73. Mi compañero Jesús García Gabaldón, de la Universidad Complutense, me dio a conocer al poeta y es quien, al margen de otras traducciones, debe considerarse como el decisivo introductor de Mandelstam en la lengua castellana.
1 comentario:
Gracias a ti, Francisco, por este magnífico recuerdo, yo también he vivido la magia de la noche blanca de Piter, en los libros y en Rusia. Y eso no se olvida jamás.
Spasiva.
Publicar un comentario