El espacio geográfico de Cambrige, frente a la ciudad de Boston, viene a estar polarizado por esas dos reputadas instituciones universitarias que conocemos como Harvard University y Massachusetts Institute of Technology. Están unidas por la línea roja de metro (red line) y el trayecto desde Harvard Square a Kendal MIT no supone más que unos cinco minutos de trayecto (dos largos túneles divididos por Central Square). Hoy día, dentro de la rivalidad esperable entre dos colosos de la investigación y la enseñanza superior como son ambas instituciones, hay acuerdos mutuos de colaboración, pero no por ello pierde cada una su identidad. Si Harvard es una universidad tricentenaria cuyo origen se remonta al siglo XVII, el MIT nace en pleno siglo XIX y adquiere su verdadero carácter en el XX, en la época marcada por las dos guerras mundiales. Harvard responde, en sus orígenes, a un modelo educativo de corte aristocrático, a la manera de la británica Universidad de Cambridge. John Harvard, gran benefactor de la nueva universidad norteamericana, aparece representado en una vidriera de la capilla del Christ's College. El MIT, sin embargo, se inspira en la nueva enseñanza profesional que estaba convirtiendo a Alemania en una potencia mundial a partir de 1870. Harvard representa la universidad de los colleges, el MIT la de las facultades (aquí, en el mundo norteamericano, estos nombres no se utilizan con estos sentidos que les conferimos en Europa, pero nos valen para entendernos). El edificio más representativo del MIT, inspirado en el Panteón de Roma, tiene una clara impronta de los politécnicos alemanes de comienzos del siglo XX. No he dejado de pensar en tales cosas, intentando recordar lo que cuenta al respecto un reputado historiador, Arno J. Mayer, en su libro titulado "The persistence of the Old Regime. Europe to the Great War", que se publicó en 1981. Fue hace mucho tiempo, en casa de mi antiguo amigo Enrique Aguado Asenjo, cuando recuerdo cómo él me leyó un largo párrafo relativo a Harvard y al MIT en el sentido que estoy esbozando aquí. Aquella lectura en voz alta sigue sonando en mí hasta hoy, aunque no sé qué habrá de invención y de realidad notarial en mi recuerdo. Arno Mayer exponía, por lo que creo recordar (o imaginar, no lo sé), cómo Harvard y el MIT encarnaban la dialéctica entre el antiguo y el nuevo régimen. Un modelo aristocrático frente a un modelo burgués. Una enseñanza no aplicada, de profundo contendio ocioso (no se confunda con "perder el tiempo", que el OTIVM de los clásicos tiene que ver, precisamente, con las personas LIBERALES, aquellas que no tienen que mancharse las manos para vivir), frente a una nueva enseñanza técnica, orientada a la industria. Que hoy el MIT parezca por sus aledaños un gigantesco polígono tecnológico es parte de aquel planteamiento.
Este texto viene a ser también un homenaje a aquellos amigos que se fueron, que pasan a ser parte del recuerdo, pero que dejan la impronta de sus vivencias y enseñanzas en nosotros. De igual manera que a veces el cariño que sentimos por los demás no es recíproco, a veces tampoco es simultáneo.
Francisco García Jurado
H.L.G.E.
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