viernes, 4 de septiembre de 2009

LA NUEVA VISIÓN POS-ILUSTRADA DE LO RELIGIOSO


Para Ana María Aldama, pues ahora eres nuestro recuerdo

Cuando este verano de 2009 bajábamos a media mañana desde el ático de Real Colegio Complutense, en Harvard, hasta el ameno jardín, a fin de tomar el café, era tiempo de conversaciones interesantes, de reflexiones que hacíamos públicas tras unas horas de encierro e intenso trabajo intelectual. Era el tiempo de hablar sobre cuestiones livianas que a menudo se tornaban en asuntos profundos y complejos. El uso que de lo religioso hace la cultura europea tras la Ilustración es probablemente uno de esos temas arduos e interesantes de los que gusta hablar. El caso es que había llevado hasta los Estados Unidos el empeño de descubrir cuándo y cómo se acuñó la juntura de "Literatura latino-cristiana", como alternativa laica y filológica a las formulaciones dogmáticas de Patrística y Patrología. Mientras estas últimas nacieron en el contexto de la Teología protestante del siglo XVII, la otra formulación se configura al calor de la moderna Historiografía de la Literatura Romana del siglo XIX, hacia el año 1836, primero como "Literatura romano-cristiana" y ya después, en los años '70 del mismo siglo, como "Literatura latino-cristiana". Primero se integró en el marco de la Literatura romana (una literatura nacional), a manera de apéndice, después pasó a ser el prolegómeno de la inmensa Literatura latina medieval (entendida como literatura europea), y ya finalmente, a comienzos del siglo XX, se convirtió en una materia autónoma. En estas conversaciones del jardín del Real Colegio mi amigo y maestro Enrique Otón me comentó muchas cosas interesantes relativas a la propia historia de nuestra Filología. Entre otras cosas, observamos las razones por las que en nuestro departamento hubo primero una asignatura titulada "Patrística" que después pasó a ser la de "Autores latinos cristianos". Es interesante observar que hay una intrahistoria tras las dos denominaciones. A aquellos que nos conocen y conviven día a día con nosotros en el departamento de Filología Latina de la Complutense imagino que no les resultará difícil pensar que en nuestra conversación apareció el nombre de la profesora y amiga que impartió esta última asignatura durante muchos cursos: Ana María, a quien esperaba contarle todos estos resultados relativos a la acuñación conceptual de su querida materia una vez se recuperara de sus dolencias. Una vez más, como he referido ante repentinas ausencias también recientes, tengo la terrible sensación de que los acontecimientos se han adelantado, dejando así un vacío lleno de impotencia. Que algo cotidiano, como besar a un padre, sentir el cariño de un amigo, o dar un simple paseo, se vuelva un empeño imposible, un camino sin retorno, nos da, al menos, la justa medida de dónde están las cosas importantes, que a menudo no podemos ver por el hecho de haber estado tan cerca, pero que el dolor nos devuelve, como una forma de enseñanza vital. En esta era cibernética vuelvo a sentir, asimismo, el escalofrío de ver aún en el buzón de mis correos electrónicos algunos de aquellos envíos que ella sólo hacia a unas pocas personas y que nos alegraban la vida. Sólo me queda pensar que aquellos antiguos autores cristianos que ella enseñó, independientemente de ser estudiados desde un contexto religioso o ya puramente laico, no dejarán de hablarnos sobre la esperanza.

Francisco García Jurado
H.L.G.E.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Paco:

Gracias por este homenaje a Ana. El misterio nos rodea y zarandea de repente nuestros esfuerzos de orden (intelectual, mental, vital...). La amistad, la reflexión y la contemplación nos ayudan. La esperanza es que todo el dolor nos haga más humanos, algo mejores. David Castro

Anónimo dijo...

Hola Paco:
He sentido la necesidad de buscar en la red algo que me uniese a quienes, como yo, sentimos que con Ana hemos perdido algo de nosotros y me ha reconfortado mucho leer tu homenaje tan cariñoso y oportuno. Un beso a todos los que os sintáis como yo. Matilde Conde

Francisco García Jurado dijo...

Estas son las ocasiones que no deseo a la hora de escribir mis cuadernos de bitácora. Pero también me reconforta escribir.