Durante nuestra estancia en Sevilla estas navidades, Paco y yo decidimos acercarnos al Museo arqueológico para visitar la exposición temporal “El Carambolo. 50 años de un tesoro”. Para los que hemos nacido en Sevilla, hablar del Carambolo o de la porcelana del marqués de Pickman es algo que hemos mamado desde pequeños. Sin embargo, para los que no lo conocéis el Carambolo es un tesoro tartésico descubierto el año de 1958, en el cerro del mismo nombre, dentro de la localidad sevillana de Camas. Si bien, el descubrimiento en sí mismo es importante, lo más significativo de esta exposición es el estudio historiográfico de su descubrimiento y de cómo arqueólogos e historiadores han ido interpretando y reinterpretando la historia antigua y en este caso, la de Tartessos desde 1958. En la propia exposición se destaca lo que acabamos de decir: “Los cambios experimentados en la interpretación de Tartessos no son el producto exclusivo de los hallazgos arqueológicos, ahora más abundantes desde luego que hace cincuenta años. Obedecen también a la propia evolución mental de los arqueólogos y otros especialistas consagrados al estudio de esta historia más antigua del territorio hispano.” Pero hagamos un poco de historia. Ya a finales del siglo XIX y principios del XX se habían asentado en España numerosos viajeros, estudiosos y arqueólogos que estaban desentrañando y todo hay que decirlo, expoliando, parte de nuestros orígenes. Entre estas figuras podemos destacar Archer M. Huntington, fundador de la Hispanic Society of America en 1904 y de su museo en 1908, y el arqueólogo anglo-francés George Bonsor, descubridor de la necrópolis romana de Carmona. Además, los estudios sobre Tartessos era uno de los asuntos principales de la arqueología española. En este sentido, contamos con la obra de Adolf Schulten, publicada por primera vez en 1922 y reeditada en 1944: Tartessos. Bonsor y Schulten habían buscado sin éxito la ciudad de Tartessos bajo las arenas del Coto de Doñana en 1923. En este contexto, no es de extrañar que el descubrimiento de este magnífico tesoro en 1958 se hubiera querido interpretar como un equivalente al descubrimiento de Troya por el alemán Schliemann. El Tesoro del Carambolo está compuesto por veintiuna piezas huecas de oro (brazaletes, colgante y collar) con un peso aproximado de tres kilos. Lo que propone esta exposición es clarificar cómo ha ido cambiando la idea que se tenía sobre este tesoro desde su descubrimiento hasta hoy día. Tras el hallazgo del tesoro, el director principal de la excavación, el profesor Juan de Mata Carriazo, vio en el hallazgo las joyas de un rey Tartésico, Argantonio, que se relacionó con una identidad étnica del pueblo tartésico y lo vinculó al mito de los textos sobre Tartessos.
Así pues, el tesoro se convirtió en el emblema de lo propiamente español y proporcionó a Sevilla un referente áureo acorde con su tradicional fundación por Hércules; también se lo ha intentado vincular a las mismas raíces andaluzas con las connotaciones nacionalistas que ello implica y que nos recuerda tanto a la creación de otros mitos fundadores como el de Tubal, supuesto fundador de Iberia. En la actualidad, a partir de nuevos presupuestos, y a través de la arqueología comparada, se propone una nueva y sugerente interpretación, a saber, que el tesoro formaba parte de los ornamentos para los animales participantes en el sacrificio del templo en honor a la diosa Astarté y al dios Baal. Así de una imagen de un rey cargado de joyas pasamos a la imagen de dos toros adornados con este conjunto de piezas. En cualquier caso, estas interpretaciones sobre nuestro pasado como las anteriores no dejan de hacernos sentir cierto vértigo a la hora de preguntarnos si realmente conocemos la Antigüedad y si es tal como nos la han contado.
María José Barrios
Grupo de Investigación HLGE
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