miércoles, 15 de mayo de 2013

Misceláneas: entre Augusto Monterroso y Aulo Gelio

La fascinación de una palabra. Algo parecido sentí en la remota China, cuando una inmensa librería, al anochecer, me regaló el cartel de "classics", con el que se coronaba una estantería Allí pensé en cómo Aulo Gelio, mientras recreaba una conversación con su amigo Frontón, había registrado por primera vez la palabra classicus ("los de la primera clase, en una escala social") para hablar de los mejores escritores. Ahora era en la frondosa Guatemala, cerquísima del lago Atitlán, entre volcanes sublimes y solemnes, donde apareció esta tienda de libros con una nueva palabra mágica: "miscelánea". De nuevo me acordé de Aulo Gelio y del saber relajado y feliz que inspira su obra, las Noches áticas. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Aulo Gelio reflexiona con gracejo acerca de lo que es una miscelánea en el prefacio que abre su obra. Merece la pena leerlo:

"Y, dado que comenzamos a disfrutar con la reunión de estos comentarios durante las largas noches invernales en la campiña ática, como ya dije antes, por ello les pusimos simplemente el título de Noches áticas, evitando imitar las agudezas de los títulos que muchos escritores de una y otra lengua han puesto a este género de obras, pues aquellos que han recurrido a una doctrina variada, miscelánea y, por así decirlo, “confusánea”, han puesto también por ello títulos rebuscadísimos, acordes con este parecer."

La miscelánea consiste en una sana reunión de diversos materiales, dispuestos de manera fortuita, a la espera de que alguien dé, acaso, con su supuesto orden oculto. "Mezclar", sin embargo, no significa "confundir", como Gelio tiene a bien decirnos mediante la creación de este neologismo "confusánea". Hay, por debajo de todo esto, una admirable idea de placer y felicidad ante el saber. Se trata de una suerte de epicureísmo epistemológico: "sé feliz mientras aprendes". A mí, particularmente, me fascinan las misceláneas. No puedo evitar, cuando paso junto a un quiosco de prensa, sentirme como el niño de cinco años que fui, pues me quedo fascinado ante tantos colorines y colecciones. Mi mirada se pierde en ese dinámico revoltijo que sólo las cosas diversas son capaces de crear. Por ello, cuando en Guatemala alcancé a ver esta tienda volví a ser presa de ese hechizo tan propio de la infancia. Tampoco pude olvidarme de la atracción que la miscelánea de Aulo Gelio ha ejercido sobre tantos autores hispanoamericanos. En este caso, y dado que estaba en Guatemala, pensé en Augusto Monterroso, cuya infancia y primera juventud transcurrió en ese país, y que llega incluso a citar a Gelio en la bibliografía que cierra su libro sobre el ficticio crítico literario Eduardo Torres. La crítica literaria, ese vicio crítico de escribir textos que hablen acerca de otros textos, supone un puente invisible entre Monterroso y Gelio. Ambos se sienten profundamente atraídos por esa forma de ocio intenso que supone leer y escribir sobre lo que se lee, como acaso yo mismo hago en estos momentos. Tan fascinante como la propia miscelánea fue pensar en esta asociaciones imprevistas que nos brindan la vida y los viajes. Francisco García Jurado








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