jueves, 24 de julio de 2008

PLACAS ILUSTRES Y TURISMO VI: T.S. ELIOT EN LONDRES


Algunas veces creemos haber perdido el interés por los libros, por las cosas que, en definitiva, nos hacen sentir más felices. Estas formas de hastío eran comunes, por ejemplo, en los poetas decadentes. No siempre es fácil vivir, ciertas circunstancias nos vuelven algo más insensibles, pero afortunadamente pasan.

El verano de 2003 fuimos María José y yo a Londres. Eran días calurosos y secos que nos permitieron ver una capital británica muy alejada de los tópicos de la niebla y las novelas detectivescas. Londres brillaba como una ciudad mediterránea. Hyde Park tenía un color propio del otoño, y los turistas se bañaban en las fuentes de Trafalgar Square.

Habia pasado mucho tiempo deseando ir a Londres y sus alrededores. Era uno más de mis viajes soñados (como los que ahora comienza a hacer mi hijo Javier con su imaginación; él, tan materialista, preferiría pasar al viaje real directamente). Pero al llegar allí, quizá por efecto del calor, me sacudió cierta indiferencia por las cosas que había que ver y que sentir. Confesé a María José que creía haber perdido el interés por los libros, que ya no iba a ser lo mismo a partir de ese momento. Ella no me hizo demasiado caso, pero guardó aquella confesión para un día más tarde.

El caso es que, paseando cerca de Hyde Park, creo que no muy lejos de Oxford Street, dimos con un puesto de libros de segunda mano. Mi reacción, acorde con mi recién estrenado y anodino estado de ánimo, fue echar un vistazo un tanto indiferente. Pero cuando ya dejaba atrás el puesto noto que camino solo. Miro atrás y encuentro a María José que sostiene en su mano, desafiante, un volumen antiguo. Eran los Selected Essays de T.S. Eliot, y no cualquier edición, sino la tercera, la más completa de todas, al escaso precio de cinco libras. Es un libro de 1951, de un momento todavía próspero para los estudios literarios, y se trataba de un libro publicado por la Faber and Faber, la mítica editorial que dirigió el propio Eliot, y cuya sede estaba en el número 24 de Russell Square. Aquel libro que yo no había encontrado estaba destinado a devolverme el interés por las cosas de siempre. Ya por la tarde, sobre una bonita pradera, mientras María José iba a visitar la catedral metodista, me adentré en la lectura del libro, escrito en un inglés privilegiado. El tema de los clásicos, o la cuestión sobre el talento individual y la tradición son tratados en este libro ejemplar, además de estudiar a algunos poetas inmortales. Supongo que leer a T.S. Eliot en Londres es algo así como tomarse una buena cerveza en un bar de Praga, o una pinta en un Pub de Londres (como hicimos muy cerca de donde había vivido Charles Dickens).

Una vez más, me había equivocado de cabo a rabo. Mi interés y entusiasmo estaba intacto, y quien lo puso a prueba sabía perfectamente que aquellas infelices impresiones no eran más que un mal espejismo. De aquella primera lectura en Londres ya salió la idea de lo que sería un artículo comprometido: La educación clásica y el fin de la cultura europea: Mann, Eliot y Borges . Está ahora accesible en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y lleva una emotiva dedicatoria a quien "supo encontrar" la magnífica edición de Eliot.

Dado que en la portada del libro venía la dirección de la editorial en 1951, quise visitar, una vez en el mítico barrio de Bloomsbury, el lugar concreto. Allí hay una placa que lo recuerda y allí me hice la foto que veis al comienzo de este blog, y que sirvió de contraportada a mi libro El arte de leer. El edificio se encuentra en una esquina de la plaza (tristemente célebre hace un tiempo por los atentados terroristas de Londres), y fue un privilegio no haber estado simplemente en ella, sino haberla vivido y sentido.


Francisco García Jurado

H.L.G.E.

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