En la búsqueda de los manuales de literatura a lo largo del siglo XIX español, a veces encontramos pequeñas joyas que merecen reseñarse especialmente, como es el caso del presente libro: la Introducción al estudio de los autores clásicos latinos y castellanos de José Luis Ponz y Gallarza (Sant Andreu de Palomar, Barcelona 1823 - Sóller 1894), figura notable de la vida cultural y literaria catalana y luego, más concretamente, mallorquina. El libro que reseñamos está publicado en la fecha clave de 1857, y digo "fecha clave" porque es, precisamente, el año de la Ley Moyano de Educación, que va a establecer oficialente en el panorama de la educación española los tres niveles de enseñanza que conocemos: primaria, media y superior. Asimismo, un año después, en 1758, nacerá la asignatura de Literatura griega y latina, que dará (no sé si para bien o para mal) un ámbito propio a tales materias, independientemente de las propias lenguas en que están escritas. El presente libro representa, precisamente, un enfoque distinto, ya que se trata de ofrecer una historia conjunta y comparada de la literatura latina y castellana. Es curioso ver cómo en el libro hay ciertas tensiones entre lo que sería una esperable preceptiva todavía neoclásica y los planteamientos románticos, que aún se hacen patentes en ciertas afirmaciones, si bien desde cierta distancia. Hay cuatro cuadros interesantísimos al final del libro, donde se muestra de manera sinóptica el devenir de ambas literaturas. El libro está montado, pues, desde la comparación, y resulta ésta una perspectiva realmente interesante. Conviene hacer recordar a quienes estudian la historiografía de la literatura española que un aspecto bastante importante de su desarrolo es, precisamente, la de la relación con la literatura latina. Entre otras cosas, el desarrollo del concepto de tradición clásica a partir de los años '80 del siglo XIX (gracias a Menéndez Pelayo) unido al modelo positivista de "a en b" ("Horacio en España") constituyen erramientas esenciales. Por señalar posibles cauces para el estudio historiográfico de las relaciones entre ambas literaturas, me atrevo a hacer la enumeración siguiente:
-Los estudios comparados entre literatura latina y española, de lo que es un magnífico ejemplo la antología de autores selectos compilada (aunque no se diga en la portada) por Alfredo Adolfo Camús y Amador de los Ríos. El libro de Pons y Gallarza que ahora reseño entraría perfectamente dentro de esta línea de estudios.
-La cuestión conceptual de los autores hispano-latinos. El asunto de si Séneca o Lucano son españoles o romanos tendrá una inusitada vigencia hasta prácticamente los años 30 del siglo XX. Podemos entender que el manual de Valbuena, de 1937, salda la cuestión. Todavia hacia 1876 Canalejas y Méndez recomendaba en sus Apuntes para un curso de literatura latina la inclusión de Séneca entre los romanos. El asunto, naturalmente, va más allá de la mera literatura, e implica al territorio y la lengua.
-Finalmente, cabe señalar la cuestión estructural de la deuda contraída por parte de los manuales de literatura latina con respecto a los de literatura española. A partir de cierto momento, los manuales más utilizados de literatura española (Gil de Zárate, Amador de los Ríos, Hurtado y González Palencia...) marcarán la pauta de los manuales de literatura latina (Terradillos, Villar y García, Alemany, respectivamente). El asunto incide directamente en el propio desarrollo del discurso historiográfico.
En fin, es seductor trabajar en semejantes asuntos. Más allá de los contenidos, mientras escribo este blog (muy feliz, por cierto, pues en el ínterim la cartera me ha traído el certificado de reconocimiento de mi tercer sexenio de investigación) admiro la pasta española que recubre el manual de Pons y Gallarza, su papel de aguas (de "ojo de gato") hecho a mano, y los hermosos cuadros sinópticos finales.
Francisco García Jurado
H.L.G.E.
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